Cuando entro a mi casa, bueno…la de mi padre. Escuché unas risas que venían de la sala. Cuando doy media vuelta veo a mi padre, su novia María y Catalina.
–Amaris llegaste, ¿quieres algo?- me pregunta María con un tono de alegría y con una sonrisa enorme en la cara. Cuando abro la boca para contestar mi padre exclama con un tono autoritario y enojado.
-¡¿Son horas de llegar Amaris?, saliste de la universidad hace ya más de cuatro horas!- Acto seguido María le dedicó una mirada asesina. Él se para de un salto del sillón con cara de preocupación y se empieza acercar a mí pero yo retrocedo chocando con la pared.
-¡No!- le grito. Asiendo que el deje de caminar –No te atrevas a acercarte a mí- las lágrimas amenazan con rodar por mis mejillas así que decido irme a mi habitación pero la voz de mi padre me detiene antes de poder salir de la sala.
–Perdón, no era mi intención tratarte así- abre los brazos para mí y con lágrimas en los ojos lo detengo cuando comienza acercarse de nuevo.
-Tuviste que haberlo pensado hace dieciocho años, ¿no lo crees?- me mira con cara de pocos amigos. Pero hago caso omiso y subo corriendo por las escaleras a mi habitación.
Siento que no me entra el aire y entró en pánico. Me pongo una mano en el pecho mientras que con la otra busco una bolsa de papel en mi mesita de noche. Cuando la encuentro empiezo a respirar en ella mientras me siento en la cama. Mi respiración empieza a calmarse y abro la ventana para poder tomar aire fresco
–Amaris, querida ¿estás bien? ¿Puedo pasar?- dice María al otro lado de la puerta.
–Déjame sola- digo secamente.
-¿Has comido?- me pregunta preocupada
–Sí, pase a un local de comida rápida- en realidad no pase a ningún local. No he comido nada desde la hora del almuerzo y solo comí un sándwich que me compre en la cafetería.
-¿Segura que no quieres nada?, si quieres te preparo algo y te lo traigo…
-¡No, déjame sola!- Grito. En eso escucho como se aleja de mi habitación, dejo escapar el aire que tenía y me acerco a la ventana, a ver la Luna.
Se veía tan pacifica y tan calmada. La luna es la luz en la oscuridad, es como la calma en un problema, la esperanza en un momento difícil; un milagro.
Me siento en los asientos de la ventana con la espalda apoyada en la pared. Una de mis piernas flectada y la otra estirada. Me tapo con una manta morada mientras miro la luna. Un recuerdo invade mi mente; con cuatro años estoy acostada al lado de mientras lee un libro, junto a otro pequeño. Mis pequeñas manos toman su gigante mano áspera y cuando me vuelvo para mirarlo lentamente aparece la mirada del chico de la clase de Derecho Familiar. Miro mi cuerpo y ya soy una adulta. La respiración se me empieza acelerar y cuando vuelvo a mirarlo, él con una sonrisa me pregunta -¿Cuál es tu emoción favorita?-
Despierto con un suspiro, todavía tengo la respiración acelerada. Me tuve que a ver quedado dormida en los asientos de la ventana >>Otra vez<< Me levanto para poder ir al baño. Me lavo la cara y me miro al espejo >>¿por qué habré soñado con él?<< Me repetía cada vez que la imagen se me proyectaba. Vuelvo a mi habitación y me coloco el pijama. Cuando coloco la cabeza en la almohada mi estómago empieza a quejarse por la falta de comida. Intento no pensar en comida y no me cuesta tanto ya que la imagen de estar acostada con el chico de ojos bonitos me tenía con un sentimiento extraño.
Editado: 27.07.2021