Your face

Episodio 3

 

Su nombre es Cristine, y hace casi un año que vive en la casa de enfrente. Es mi vecina. No me sorprende que no la haya visto antes, rara vez salgo de casa, excepto cuando voy a la escuela.

Me desconcertó que una persona de su edad estuviese sola en un espacio tan grande, ¿No tenía familia? ¿Parientes? ¿Alguien que la cuidara? Su casa es pulcra y ordenada, estuve a punto de colgarme de una cortina para no ensuciar nada. No es posible que una señora tan mayor se encargue sola de una vivienda como esa, al igual que la mía tenía cuatro pisos, cinco contando la terraza. Seguramente todos se encontraban fuera de casa en ese momento.

 

- ¿Vive sola? - las palabras salieron de mi boca de manera involuntaria - Perdón - balbucee, dándome de a garrotazos mentalmente, ¿Cómo voy a hacerle semejante pregunta tan indiscreta? Nos conocemos de hace diez minutos, DIOS - Es que hay tanto silencio y... 

 

A ella pareció causarle gracia mi nerviosismo puesto que soltó una carcajada diciendo:

 

- No te preocupes, cariño. No me molesta. Sé lo que estás pensando, y sí, vivo sola. Aunque mi nieto viene todos los días y a veces se queda a dormir, así que prácticamente vive conmigo.

- Oh... Entiendo.

 

Un nieto que la visita todos los días. Bueno, eso es aceptable.

 

Luego de que Cristine me limpiase las heridas y fuese tan atenta de ponerme pomada y hasta vendaje, me dispuse a irme a mi casa.

 

- Muchas gracias por todo - dije con sinceridad. Es extraño encontrarse gente tan amable estos días, alguien te sonríe y saluda en la calle y lo primero que uno piensa es que lo van a robar.

 

Era un enorme consuelo el que solo tuviera que cruzar la calle para llegar a mi casa, cojearía unos cuántos metros a la puerta y entonces podía ser feliz. Sonreí pensando en la comodidad de mi cama, mi celular y los episodios que tenía pendiente de aquella serie.

No obstante, Cristine tenía otros planes para mi. Me sujetó del brazo e insistió en que me quedara a comer. Yo, muy educadamente rechacé su ofrecimiento, pero...

 

- Por favor, hay pocas cosas más deprimentes para una anciana como yo que sentarse sola a la mesa. Mi nieto volverá a eso de las seis, está siempre tan ocupado... - suspiró con pesar - Me siento terriblemente sola cuando no está. Acompáñame, por favor.

 

No fue su expresión lastimera lo que me convenció, tampoco sus palabras. Recordé de pronto lo considerada que había sido y pensé que sería una buena manera de retribuir su generosidad. 

Mi amor Jun-pyo Gun tendría que esperar.

 

- Creo que así está bien - le di una última mirada a mi reflejo, no me había esforzado mucho en la ropa; después de todo, iría a la casa de enfrente y era una invitación informal - ¿Tú que opinas? - Coffee, que me miraba fijamente desde hace rato, inclinó su cabecita a un lado, podía jurar que me estaba examinando. Interpreté su silencio como un aprobado y me acerqué a darle un beso de despedida - No te comas la basura. Ya vengo.

 

Cristine me sugirió venir a cambiarme y dejar mi bolso, cosa que no dudé en hacer pues fue justo lo que pensé al aceptar su invitación. Me había quitado el sudado uniforme deportivo y recogido mi cabello en una cola alta, hacía tantísimo calor que pensé en darme un baño rápido, pero decidí dejarlo para después. Mis baños rápidos duraban cuando menos treinta minutos, en lo que me vestía se irían otros treinta y entonces haría esperar mucho a Cristine.

“No te demores, ve a cambiarte mientras yo preparo la comida. Estará lista en veinte minutos." Eso me dijo.

Ya iba con diez de retraso.

No me gusta que llegar tarde todo el tiempo sea (como ya me han dicho) mi “marca personal" pero no puedo evitarlo. Juro por el helado mixto de chip y naranja que no lo hago a propósito.

 

 

°°°

 

 

Estoy repleta. Observé el plato vacío en mis manos, tendría que haber comido más despacio.

Cuando me senté a la mesa me desconcertó encontrarme con dos rebanadas de pizza acompañadas por una cantidad generosa de papitas fritas. No me malentiendas, no podía estar yo más feliz, sino que estaba segura de recordar a Cristine decir “Mientras <<yo>> preparo la comida."

Me parece que es imposible preparar una pizza en veinte minutos, o... ¿No? En fin, sea imposible o no, era más que evidente que la había comprado. Me causó gracia pues cuando ya estaba por irme me dedicó una sonrisa lobuna y dijo: 

 

- ¿Qué tal? Me ha quedado bueno el almuerzo eh.

- Buenísimo la verdad - asentí, usando el mismo tono de complicidad.

 

Que señora tan agradable.

Me dijo que podía visitarla cuando quisiera y yo gustosamente le dije que desde luego que lo haría. 

Llamaron a la puerta. El característico sonido me sacó de mi ensimismamiento.

Me levanté de un salto.

 

- Ya apareció el maldito.

 

Tengo tres opciones, y menos de un segundo para decirme por una. No puedo flexionar demasiado las rodillas (flash back de mi patética caída) por esa razón, así que, podía pasarme el dolor por la raja y bajar corriendo las escaleras ó, podía posponer mi plan de desenmascarar al vendedor fantasma. O también podría teletransportar mi cuerpo al primer piso.

¿Cuál de todas debo escoger?

 

- De todas formas volverá mañana - resoplé, tumbándome de nuevo en el colchón - Y pasado mañana, y el día después de ese también.

 

Me quedé en silencio, esperando. 

 

- Está tardando más de lo normal en ir a la casa de al lado - observé, siempre da tres golpes suaves a la puerta (a pesar de que hay un timbre) y se marcha a los dos segundos. Ya habían pasado quince y aún no oía sus pasos alejarse - No me digas. Sería el colmo que justo hoy haya decidido esperar a que alguien le abra.

 

Pero no. Un instante después escuché la voz de Galicia, la señora de al lado. Cómo siempre, sonaba encantada de recibir al susodicho, reía y parloteaba sin parar diciendo cosas como: “¡Pensé que ya no vendrías!" “¡Llegaste más tarde hoy!" “Moriría si una noche no te veo por aquí." Vaya. Quizá me había equivocado y no vendía comida sino alguna especie de droga muy adictiva. La señora sonaba particularmente eufórica cada que le compraba. Sospechoso.




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