Ahí iba él, caminando tranquilamente hacia la casa contigua. Sabía que lo miraba. Estaba segura. Jamás volvía la cabeza. Pero lo sabía, y sabía que yo lo sabía. Por mucho que pensara no lograba comprender cuál era el punto de tocar la puerta y luego irse al segundo, sin inmutarse, sin ningún tipo de remordimiento; como si no hubiera hecho a nadie levantarse de su cómoda cama.
Su horario era de siete de la noche a nueve. Dentro de ese lapso de tiempo hacía acto de presencia, pero nunca duraba más de dos segundos. Era terriblemente irónico que, a pesar de haberlo visto ya tantísimas veces, no conocía su rostro. Es difícil conocer la cara a alguien cuando solo has visto su espalda al caminar.
El hecho de no saber cómo lucía me causaba todavía más curiosidad. ¿Cómo se atreve a tocar mi puerta sin motivo aparente todas las noches y no permitirme ver su rostro?
Conocía el sonido de su manera de tocar y, ah, también su espalda. Sospecho que vende algún producto, probablemente comestible. Si ese es el caso, entonces su estrategia de venta es de lo más absurda, ¿Espera que le compre mágicamente por telepatía sin saber siquiera qué es lo que vende? Lo había oído hablar y ofrecer algo a la señora de al lado desde mi ventana, he intentado mirarle desde ahí más veces de las que mi dignidad me permite admitir sin conseguir algo además de marcas rojas en la frente. Es humanamente imposible lograr ver algo desde esa altura con las barras de metal impidiendo asomar siquiera un poquito la cabeza para fisgonear. Además, se supone que lo hacía de incógnito, lo que dificultaba todavía más el objetivo.
Jamás permitiría que supiera que me fastidiaba a tal punto que tenía la necesidad de ver su rostro. Ya me tomaba la molestia de espiarlo. Aunque...
Mentira. No me fastidiaba. De hecho, era muy emocionante hacer teorías sobre el por qué de su extraño comportamiento e imaginar un montón de cosas a raíz de sus visitas.
- Ya vas a ver - sisee decidida (como todas las veces anteriores) a atraparlo la próxima vez.
Mi plan A es simple. Bajar a la velocidad de la luz los tres pisos de escalones desde mi habitación hasta la entrada principal, su punto de ataque. No le daré tiempo de dar un solo paso.
El plan B no era muy tentador. Consistía en sentarme tres horas frente a la puerta, esperar que aparezca y atraparlo infraganti.
A ver, no es que tenga algo más interesante que hacer con mi tiempo, ¿Okay?
Pero requería paciencia, una de las muchas cualidades de las que carezco.
°
Este día ha sido agotador. Me dormí a las 3:51 am y mi alarma sonó exactamente a las 4:10 am. Tengo cierta tendencia al masoquismo. No padezco ningún trastorno de sueño, simplemente hago cosas cuando se supone que debo estar dormida. Mi adicción a los cómics comenzaba a volverse perjudicial.
Llegué a la escuela a eso de las 6:13 de la mañana y, oh, me recibió una desagradable sorpresa; la hora de entrada había cambiado a las 8:00. Maldije a todos los que pudieron haberme advertido y a mi misma puesto que de no haber faltado el día anterior me habría ahorrado el disgusto, también habría agregado dos horas más a mi muy limitado tiempo para dormir.
Aunque no fue tan malo. Me sorprendió encontrarme con un compañero de clases que había tenido la misma equivocación de no estar al tanto de los horarios. Se sintió bonito la verdad.
No hicimos otra cosa además de estar sentados hablando sobre nada especialmente interesante e ir de aquí para allá para matar el tiempo. Y así, transcurrió una hora y luego otra; a las 8:15 empezaron a llegar los demás, me sentí aliviada porque ya comenzaba a estar muy incómoda. Los temas de conversación se me habían acabado. Además, no soy muy buena manteniendo mis relaciones sociales.
Recuerdo que una vez le dije a alguien “Lento de mie*da" usando, según yo, un tono de voz bromista. Pero él claramente no lo captó, su semblante se puso serio y no volvió a dirigirme la palabra. La historia de toda mi vida.
Hablando de cosas incómodas, últimamente me siento amenazada. No, <<acosada>> es el término adecuado.
Hay un individuo extraño que me encuentro casi todos los días de camino a mi casa, a eso de las 12:45 pm. Al principio le dí la misma importancia que a aquella moneda extraviada bajo mi cama, pero a la tercera semana me sentí acechada. Se paraba en una esquina y no me quitaba los ojos de encima, lo peor es que el camino que tomo para llegar a casa me hace imposible esquivarlo, así que no tengo otra opción que pasar enfrente de él y fingir que no lo veo. Sentía sus ojos recorrer mi cuerpo de una manera perturbadora. Unas cuantas veces eché mano a mi buena educación diciendo “Buenas tardes" al pasar pero las respuestas a eso fueron miradas lascivas acompañadas de un “Buenas" dicho en un tono asquerosamente sugerente.
Deseché pronto la idea de ser cortés.
Cómo resultado, ahora me desvío disimuladamente al otro lado de la calle, lo más lejos posible de ese hombre. Si no podía evitar su presencia entonces evitaría su mirada, colandome tras los arbustos y autos estacionados a orillas de la acera.
Suspiré. Me duele la cabeza y el sol no pone de su parte brillando como lo hace.
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, s-
¡PUM!
Seis pasos, comencé a contarlos mientras observaba el movimiento de las hojas sobre mi cabeza. Mala idea. Aún no había terminado de pronunciar el siete cuando caí de trompicón en el suelo. Ahora estaba yo ahí, a cuatro patas cual perro. Si no hubiera reaccionado a tiempo para interponer mis manos entre el piso y mi cara, habría tenido una bonita rinoplastia gratis.
Algo se me atravesó, no recuerdo que haya un bache en ese puente. Entonces, ¿Qué fue lo que-?
-¡¡Ay, niña de Dios!! Pero, ¡Cómo vas a caerte así!
Lo siento, intentaré caerme de manera diferente la próxima vez.
Alcé la cabeza, encontrándome con un rostro alarmado. Ya puedo declararme oficialmente humillada. Me caí de la forma más estúpida y alguien fue testigo de ello.