Me pregunto qué estarán haciendo los ángeles. ¿Existirán los ángeles? Y, ¿Tienen tiempo libre? Me resulta difícil creer que no teniendo una existencia tan extensa. A menos, claro, que Dios sea un explotador lo cual sería comprensible. Si tuviera millones de hijos también los obligaría a hacer el trabajo por mi.
Me serviría mucho en este momento. Tomé una profunda respiración antes de introducir la escobilla en el inodoro.
Tengo la obligación de lavar todos los baños de la casa una vez por semana. Esta horripilante costumbre se dió por un castigo que me impuso mi madre una vez. Cometí el enorme error de irme a una fiesta sin su consentimiento, ella casi nunca me pone peros cuando salgo a ese tipo de eventos ya que lo hago una vez cada dos mil años, pero esa vez ni siquiera dudó cuando le pregunté, respondiendo con un rotundo y tajante “No." La zona por donde se celebraría la fiesta era algo peligrosa, incluso habían matado a unas personas poco antes de llegarme la invitación.
Sí. Fuí desconsiderada e inconsciente.
El asunto es que mi madre reaccionó MUY mal. Mi celular quedó hecho trizas porque lo estrelló contra el suelo, también acabé con varios moretones en el cuerpo. Era la primera vez en mucho tiempo que usaba los golpes para reprenderme. Habían pasado más de dos años de eso y yo aún lavo los baños todas las semanas.
Es una obligación para nada implícita que quedó en mi. Intenté dejar de hacerlo, pero mi mamá no se puso contenta. Me amenazó con decirle a Mimi (la empleada que ayuda con los quehaceres) que ya no limpiara los baños los fines de semana porque yo también me encargaría esos días. Así pues, acá estoy.
Ya estaba por terminar. Mimi, sin que mi madre se diera cuenta, le daba una pasada superficial de limpieza todos los días para que yo no tuviese que sufrir tanto. Era tan linda.
- Hijita, ¿Vas a comer ya? - preguntó mi progenitora desde el primer piso. Mi estómago gruñó, el olor era tan delicioso como cada vez que ella se encargaba de la comida.
- La pregunta ofende, mami querida.
°°°°
- Llamó tu papá.
Dejé de masticar.
- Mi papá - una pequeña risa salió de mi garganta - ¿Qué quería?
- Molestar - respondió agitando la mano para restarle importancia - Ya sabes cómo es.
Sí. Ya lo sé. Me pregunto si fastidia de igual forma a todos los hijos que tiene por ahí regados.
- En fin. Ya pasó una semana desde que saliste de vacaciones y no te he visto asomar la cabeza a la puerta ni una sola vez - comentó mi madre. Ella era del tipo de persona que no puede estar en casa demasiado tiempo, del tipo que prefiere salir a pasear en vez de disfrutar de su camita. Del tipo que yo no comprendo, la verdad.
- Tengo mucha tarea, mami.
Alzó una ceja, soltando un: “Mmjm" de “Sí, cómo no".
- Tampoco te he visto agarrar un cuaderno en todo este tiempo.
Pues no. No lo he hecho. Pero no es mentira que tengo un montón de tarea por hacer. No es culpa mía que mi compañero no esté colaborando.
- Voy a empezar a hacerla - aseguré, tanto para ella como para mi.
Debo tomar cartas en el asunto de una vez.
- Pues ojalá así sea - soltó la mayor en tono de advertencia.
°°°°
- ¿De verdad?
- Sí. Ni siquiera hemos leído el primer ejercicio - suspiré.
- Ay. Eso es malo. MJ y yo hemos trabajado hasta el cansancio la última semana y todavía ni alcanzamos la mitad de la primera parte - se quejó Dauli al otro lado del aparato.
- Dios. Todo el tiempo que estoy perdiendo por culpa de ese imbécil - masajee mis sienes. Últimamente, cada vez que me acordaba de Kristopher el dolor de cabeza se hacía presente. Toda esta situación era molesta y muy estresante.
- Hablaré con él.
- Gracias, Dauli pero... Necesito que me ayudes de otra manera.
- Oh. Está bien, dime.
- Envíame su número, por favor.
Él ya me lo había dado, pero se borró de mi palma al poco tiempo debido a mi problema con el sudor en las manos. Ese día no vi necesario el pedirle que volviera a decírmelo ya que estaba segura de que él me contactaría tarde o temprano. Era un buen estudiante, jamás se saltaba alguna clase y tenía muy buenas notas. Por eso asumí que le preocuparía el proyecto más que a mí. Pero, al parecer, estaba equivocada.
- ¿Le... vas a escribir? - aunque intentó disimularlo, el entusiasmo en su voz fue más que evidente.
- Sí, Dauli. <Tengo> que hacerlo - recalqué el “Tengo" para matar todas sus esperanzas. Sútilmente, siempre buscaba alguna forma de intentar amigarme con Kristopher. Esta vez no era diferente.
Se quedó en silencio un momento y, un segundo después, mi celular vibró con un mensaje nuevo. Era de Dauli.
- Ya te lo envíe - informó.
Que rápido.
- Muchas gracias. Bueno, hablamos después.
- Okay. Me cuentas cómo te va. Adiós - se despidió.
Entré al chat de la pelirroja, observando el mensaje recién llegado.
~ “El bebé gigante🦄" ~
La forma en que lo tenía registrado me causó mucha gracia. Era más que acertado.
Suspiré profundamente.
~ Agregar contacto ~
~Enviar mensaje ~
Presioné donde ponía: “Enviar mensaje"
- Espero no arrepentirme de esto.
°°°°
- Llegas tarde - informó, estirando el brazo para ponerme la pantalla del celular en la cara. La aparté de un manotazo.
- Tuve algunos problemas para encontrar el lugar.
- Eso no habría pasado si hubieses aceptado que fuera por ti.
Pero eso hubiera significado que él fuera a <mi> casa.
- Ya no importa. Vamos rápido a la biblioteca así puedo irme a casa cuánto antes - dije, emprendiendo camino.
- Estás yendo en la dirección equivocada, Mogüel.
Sin permiso, me agarró del antebrazo y empezó a caminar o, mejor dicho, a arrastrarme al lado contrario de la calle.
- Suéltame, idiota. Puedo caminar sola.
Se detuvo, dándose vuelta para mirarme.
- El “imbécil", “idiota", “energúmeno asqueroso" (Me llamaste así una vez, ¿Recuerdas?) o alguna otra palabra ofensiva están prohibidos en nuestra relación desde este momento.