- Así que...
Lo miré.
- También tienes una mente sucia eh.
- Por Dios. Cállate de una vez si no quieres que te estrangule.
- Eso no suena tan mal.
Le arrojé el borrador que había olvidado meter al bolso. No esperaba que le hiciera daño aquel objeto tan insignificante, con que le diera en la frente me daba por bien servida. Pero fallé, lo atrapó al vuelo.
- Ya me callo - prometió alzando las manos en son de paz. Me volví, retomando el paso. La caminata sería mucho más agradable si él cerrara la boca unos minutos. Por favor, solo dos. No pido demasiado, Universo. Pensar que mañana tendré que pasar por lo mismo... Casi me eché a llorar allí mismo - De todas formas no alcanzarías mi cuello.
°°°°
Pero que día. Estoy mentalmente desgastada. Los problemas matemáticos siempre succionan cada gota de mi energía. Dejan mi cerebro como una pobre pasita.
A pesar de su presencia indudablemente molesta, Kristopher se había comportado muy serio cuando comenzamos a trabajar. Fue un alivio ver que él sí entendía algo de lo que había en esa hoja.
Suspiré, despojándome de la ropa sudada que había usado toda la tarde. La próxima vez, llevaré un suéter. La verdad era que Kristopher me advirtió que usara ropa tapada porque adonde íbamos hacía frío, pero obviamente no lo escuché. No me arrepiento. El frío es agradable. Aunque sí hubo algunos momentos en que desee tener una fuente de calor, aunque fuera pequeña.
En fin. El día, obviando ciertas cosas, había sido agradable.
Después de bañarme y cambiarme el vendaje de la muñeca justo como se me fue indicado, me puse la pijama y me tiré en la cama, sintiendo cómo me invadía una gran sensación de satisfacción.
Que agradable.
Estaba a punto de perder la consciencia cuando llamaron a la puerta. Tres golpes suaves resonaron en toda la casa. Iba a levantarme pero estaba tan, tan cansada...
Igual, él se daría la vuelta e iría a la casa siguiente antes de que yo pisara el primer escalón.
Además, estoy muy cerca de desenmascararlo gracias a lo comunicativa que era mi queridísima vecina la señora Galicia.
Sí, no es necesario que vaya corriendo a alcanzarlo.
Buenas noches al lechero. ¿O debería decirle yogurero ahora?
En fin. Tengo sueño...
°°°°
Cristine definitivamente era un huracán. Y yo apenas una brisa que ni llegaba a llovizna. Una brisa llena de lagañas.
- ¿Qué esperas, muchacha?
Parpadee, enfocando la vista en el reloj de la pared.
6:13 am.
- Eres muy madrugadora, Cristine.
- Ay, gracias.
- De nada.
Eso no fue un halago.
- Bien. ¡Ve a vestirte ya para que vayamos a mi casa! - apuró. A las seis en punto de la mañana me había despertado el sonido del timbre, lo ignoré la primera vez que sonó, decidida a seguir durmiendo. Pero sonó una segunda, tercera, cuarta y quinta vez.
Mi vecina, Cristine, vino a hacerme una invitación. Quería que fuera a desayunar con ella y su nieto a una cafetería de por aquí.
- Pero, ¿Es necesario que vaya a tu casa? - pregunté con sinceridad - Está muy temprano. ¿No es mejor encontrarnos allí en un par de horas o que me avises y yo salgo ya lista cuando ustedes estén preparados también?
- ¡Por supuesto que no! - exclamó - A mi no me falta casi nada y mi nieto está prácticamente listo.
La escruté de pie a cabeza. Tenía una bata de satín encima de la pijama que aún llevaba encima, su cabello no estaba en el estado que estaba el mío pero, evidentemente, tampoco tan pulcro como ella solía llevarlo, debajo de sus ojos las ojeras mañaneras eran también notorias.
Había venido aquí nomás levantarse, ¿Cierto?
Aguanté las ganas de reírme.
- Está bien - acepté, levantándome del sofá - Bajaré en unos minutos, Cristine.
- ¡Estaré esperándote justo aquí! - dijo lo que yo ya sabía, alzando la voz para que pudiese oírla. Reí.
°°°°
Le escribí a mi mamá avisándole que me iría toda la mañana porque mi vecina me había invitado a desayunar. Ella ya estaba en el trabajo, pero siempre dice que aunque no esté en casa debo pedirle permiso para salir y avisarle dónde voy a estar.
Dijo que le parecía bien y que me bañara antes de salir. La verdad, para ahorrar tiempo, no iba a hacerlo. Pensé que igual me había dado un baño antes de acostarme y no era necesario.
Pero sí lo hice.
Cuando elegía el atuendo, decidí que era muy temprano para estresarse y tomé un vestido sencillo del guardarropa. Era corto pero bastante decente, ancho y cómodo, con estampado de flores. Sujeté mis rizos en una cola de medio lado y me apliqué un poco de corrector en las ojeras. Ah, y el labial. No puedo salir sin labial. Tener los labios pálidos me resta un 80% de autoestima.
Le dije a Cristine que en unos minutos bajaría, pero ya había pasado media hora cuando volví a bajar al primer piso.
- Lo lamento tanto, Cristine. Juro que intenté arreglarme lo más rápido posible, pero se me fue el tiempo.
- ¿De qué te disculpas, muchacha? Mírate. Quedaste tan hermosa como una flor de primavera.
- Muchas gracias - reí algo apenada.
- Es justo lo que necesitamos - murmuró mientras me estudiaba de la cabeza a los pies.
- ¿Disculpa?
- Ah - agitó la mano restándole importancia - Nada. No me prestes atención. La edad.
Okay...
Entrecerré los ojos. La mayor parecía sospechosamente entusiasmada.
- ¿Entonces ya podemos irnos? A mi casa.
- Eh.. no. Aún no.
- ¿Por qué? - se impacientó.
- Debo preparar la comidita a Coffee.
- Ah...
- Cristine - suspiré - Si quieres, ve a tu casa y yo iré apenas termine aquí. En serio, no tengo problema.
- No, no, no. Vamos a salir juntas y yo voy a esperarte - graznó.
Pero que terca. Me mordí la lengua, otra vez, aguantandome la risa.
- Muy bien. Como tú quieras.
°°°°
Después de cortar el pollo en trozos pequeños, lo salteé con un poco de aceite de oliva obviamente sin usar sal ni condimentos, mi plan original era cocinarlo en agua pero así tardaría demasiado y había una viejita bastante testaruda esperándome en el mueble de la sala. Ya podía imaginarla golpeando el apoyabrazos del mueble con la punta de los dedos, impaciente.