- Cuatro minutos tarde.
Me detuve, apoyando las manos sobre mis rodillas mientras me inclinaba para recuperar el aliento.
- ¿Hace cuánto...? - jadeé.
- Estoy aquí desde que pasaron los diez minutos que te dije que iba a tardar - se jactó de brazos cruzados apoyando la espalda en la puerta del auto. Me dieron ganas de golpearlo - ¿No puedes ser puntual nunca, cierto? - repuso burlón.
- Cállate... ¿Cómo es posible... que tardases exactamente diez minutos en llegar? - pregunté con incredulidad, aún recuperando el aire.
- Tengo mis mañas.
No lo dudo.
Me enderecé, mirándolo a la cara.
- De verdad viniste - mi voz salió con una mezcla de sorpresa e incredulidad. No esperaba que Kristopher viniera hasta aquí solamente porque se lo pedí. En los casi dos años que llevo de conocerlo nunca me ha dado la impresión de ser una persona que se deje mangonear. A menos que espere ganar algo de mi, ¿Qué me va a pedir a cambio de esto?
Lo miré con desconfianza. Claro. Debe ser eso.
- Vámonos - dijo sujetándome de la muñeca con suavidad.
- No, es que..
- ¿Qué pasa? - inquirió él frunciendo el entrecejo.
- No puedo irme.
- ¿Por qué no?
- Le dije a Benediht que no tardaría y me está esperando en el restaurante - expliqué.
- ¿Y quién es <Benediht>? - cuestionó Kristopher haciendo énfasis en la última palabra.
- El nieto de mi vecina... - le recordé.
- Ah. El bien portado - eso sonó algo sarcástico - ¿Vas a volver allá? ¿Para qué me llamaste entonces? - interrogó y yo me abstuve de recordarle que quién me había llamado era él.
- Si me dejas hablar - ataqué con molestia.
- Te escucho - acotó él cruzándose de brazos.
- Necesito que me ayudes. ¿Puedes venir conmigo al restaurante?
Estudié su reacción, esperando enojo o algo por el estilo ya que yo seguía dando vueltas al asunto pero, en lugar de eso, Kristopher frunció todavía más el ceño en un gesto de preocupación.
Pero qué buen actor.
- ¿Qué ocurre, Mogüel? ¿Ese tipo te hizo algo? ¿Te amenazó? ¿O acaso te está obligando a estar ahí con él? - a medida que hablaba, su tono de voz se iba elevando.
- No es nada de eso - tranquilicé.
- ¿Entonces?
- Pues - me mordí el labio inferior, esto está siendo más difícil de lo que pensé. Vamos, en verdad, no es para tanto. No es como que vaya a pedirle que se case conmigo. Solo sería mentir un poquito, además, es Kristopher; le han de haber pedido cosas peores.
- ¿Qué? ¿Vas a pedirme que mate a alguien o qué? - bromeó él.
- Estás en todo tu derecho a decir que no - aclaré precipitadamente. Claro, cómo si él fuera a hacer algo que no quiere solo porque yo se lo pido.
- ¿Matar a alguien?
- ¡No!
- Habla de una vez - se impacientó.
Tomé aire.
- ¿Puedes ser mi novio solo por un ratito?
Hablé tan rápido que no estaba segura de que él me hubiese entendido. Aunque, a juzgar por su expresión, que pasó de la sorpresa, al desconcierto, para luego acabar en la incredulidad, creo que sí.
-.¿Cómo?
°°°°
Me fijé en la expresión facial de Kristopher y (como cosa rara) no pude distinguir absolutamente nada más allá de suponer que aquello no le gustaba mucho.
- No lo entiendo. Te complicas la vida sin razón, Mogüel. En vez de tomarnos todas estas molestias, ¿Por qué no le dices a tu vecina que no estás interesada en su nieto y ya está?
Le expliqué a Kristopher el contexto de la historia. De principio a fin. Cómo había conocido a Cristine, cómo nos habíamos vuelto más cercanas con el paso de los días y el momento exacto en que comenzó su intención de juntarme con su nieto, o al menos el momento en que yo sentí que la cosa iba por otro lado.
- No quiero herir sus sentimientos. Está convencida de que puede haber algo entre Benediht y yo, lo cuál es gracioso puesto que de los dos no sé quién está más incómodo cuando estamos en el mismo espacio - acoté con ironía - Además, si solo le digo que no estoy interesada, ella seguirá buscando la forma de que lo esté, porque creerá que aún tiene una posibilidad. Pero, si la convenzo de que no estoy disponible, entonces no tendrá más remedio que rendirse. Así es más fácil y nadie sale lastimado. Tampoco quiero que piense que su nieto es insuficiente para mí o algo parecido.
Kristopher se mantuvo en silencio mientras yo hablaba, observando mi rostro con tal atención que casi le recordé que podía parpadear.
- No sé si eres demasiado buena o te preocupa demasiado lo que piensen los demás - soltó. Yo callé, desviando la vista a mis manos.
Definitivamente, era la segunda. Pero eso no tenía por qué saberlo.
- ¿Me vas a ayudar o no? - musité aún sin alzar la mirada.
Lo oí resoplar, acto seguido, una de sus manos fue hacia mí mentón, levantándolo con delicadeza.
- Por supuesto que sí - contestó él sin un apice de duda en la voz - ¿Crees que me voy a perder la oportunidad de besarte? - agregó despacio.
- ¡¿Be-besarme?!
- Así es. Voy a ser tu novio y tu vas a ser mi novia. ¿O escuché mal tu propuesta? - inquirió inocentemente mientras hechaba la cabeza a un lado con desconcierto.
- Vamos a <pretender> - alcé la voz en “pretender", por si no me oía bien - <Pretender> que somos una pareja.
- Por eso. Tenemos que dar una buena actuación para que estén convencidos, ¿No te parece? - ronroneó él. Yo tragué disimuladamente.
- Para dar una buena actuación no es obligatorio que no besemos - argumenté con voz trémula - Con actuar cariñosos es más que suficiente.
- ¿Y si mi manera de ser cariñoso... - murmuró acercando su rostro al mío con lentitud, creí que nuestros labios iban a tocarse cuando se detuvo de pronto a un centímetro de mi boca - ...son los besos?
Tragué grueso y, antes de darme cuenta, mis ojos me traicionaron y se desviaron a sus labios. Tuve ganas de abofetarme cuando, igual que aquella vez, aquel pensamiento surcó mi mente.