- Oh, ¿Invitaron a un amigo? - cuestionó la mayor al percatarse del chico junto a mi. Benediht bajó la cabeza, no parecía tener intención alguna de responder. Bueno, no importa. De todas formas, esto es algo que nos corresponde a Kristopher y a mí - Mucho gusto, jovencito. ¿Cuál es tu nombre?
- Soy Kristopher Cipriano. Es un placer.
El recién presentado hizo un pequeño asentimiento con la cabeza a modo de saludo. Agradezco que la mayor no haya intentado estrecharle la mano, lo último que quiero es que piense mal de él o algo por el estilo. Conociéndola, no se guardaría su opinión sobre el jovencito maleducado que se negó a corresponder su apretón, y dicha opinión sería expresada precisamente a mí. Sería un dolor de cabeza después.
Cristine sonrió con amabilidad.
- ¿Tienes hambre? Pediremos algo para ti también de inmediato. Imagino que aún no has desayunado considerando que es muy temprano. Los jóvenes de tu edad no suelen levantarse sino hasta tarde, ¿No?
Vaya. Así que es consiente de eso. Me gustaría que lo tuviese en cuenta también cuando se trata de mi persona. No ha tenido reparo alguno en despertarme a las seis a.m dos veces ya.
- Le agradezco, señora. Pero no me quedaré mucho más tiempo.
- Oh. Qué pena - resopló ella con pesar - Otro día será.
- Yo también debo irme - hablé a nadie en específico.
- ¿¿Irte?? - saltó la ojiverde.
- Sí... Es que... - me mordí el labio. Vamos, suelo Inventar historias cuando estoy en algún tipo de aprieto sin dificultad y casi sin remordimientos. Pero ahora, por algún motivo, está siendo muy díficil decir mentiras.
- ¿Es que qué, muchacha? - apuró Cristine con impaciencia - ¿Tu madre se molestó? Te dije que yo podía hablar con ella para que-
- No es eso, Cristine - interrumpí mirando a todos lados menos la estúpida cara de satisfacción y burla que sé que tiene el imbécil junto a mí.
- Si no es eso, entonces no veo motivo alguno por el que debas irte - argumentó ofuscada.
Abrí la boca para replicar pero el pelinegro se me adelantó.
- En realidad, señora, yo vine a buscarla - informó.
- ¿A buscarla? ¿Y eso por qué? Nosotros íbamos a llevarla hasta la puerta de su casa después de terminar aquí - el tono de la mayor sonó un poco menos amable y más rozando a la irritación - ¿Puedes explicarme qué está pasando, muchacha?
- No pasa nada, Cristine. Sólo que él vino por mí así que debo irme.
- ¿Pero por qué? - inquirió contrariada - Creí que habías venido con nosotros para desayunar. ¿Te vas así como así solo porque un amigo tuyo vino a buscarte? Me disculparas, pero eso sería muy desconsiderado de tu parte.
Apreté los labios.
- Kris-
- Lo que ocurre, señora, es que mi <novia> y yo teníamos planes para hoy - intervino el pelinegro - Es algo distraída a veces, así que lo olvidó. Por eso vine a buscarla.
La expresión de la mayor se agrió.
- Creo que la edad ya me está pasando factura - río - ¿Oí mal o la llamaste “novia"? - esa pregunta sonó más a una amenaza que cualquier otra cosa. No sé si por el modo en que apretaba el mantel con su mano, por la manera en que su pecho subía y bajaba un poco más rápido que antes o por el entrecejo extremadamente fruncido en su rostro.
- Así es. <Mi novia> - repitió Kristopher, quien pareció saborear cada sílaba y letra de la frase que acababa de pronunciar con tanta naturalidad.
Rara vez se le presentan tales oportunidades para burlarse de mí. Aunque, últimamente, parece que Kristopher Cipriano siempre está cuando me estoy poniendo en ridículo absoluto.
- ¿Qué... qué significa esto? - balbuceó la mayor, su mirada se dirigió a mí, volteando el cuello con tal rudesa que temí que se hubiera roto - ¿Qué significa esto? - interrogó, esta vez, su voz firme y autoritaria - ¡Me dijiste claramente que no tenías novio! ¡Muchachita! ¿Acaso me mentiste?
Estaba sorprendida. Sorprendida por la expresión de su rostro, por la manera en la que me estaba hablando y también por lo muy traicionada que parecía. Casi me hizo creer que en verdad estaba haciendo algo terriblemente malvado. Mi consciencia sufrió un leve pinchazo de culpa hasta que recordé que, desde la perspectiva de Cristine, mi único pecado era haber entablado una relación sentimental.
- Cristine, en ningún momento te mentí - comencé a hablar, procurando usar un tono de voz tranquilo y relajado - Es cierto que no tenía novio en ese momento cuando me lo preguntaste. Pero de eso ya pasaron unos meses. Kristopher y yo no llevamos juntos demasiado tiempo y-
- Esto es absurdo - bramó la contraria - Jamás mencionaste a este muchacho. ¿¿Y me sales ahora con que es tu novio??
Suspiré, dirigiendo una mirada al susodicho. Al contrario de lo que esperaba, su expresión no desvelaba un ápice de burla o socarronería. Estaba tan serio que casi me hizo creer que se había enojado por algo.
- Lo absurdo es que tengamos que estar dándole explicaciones a usted sobre nuestra relación - habló él.
- ¿Disculpa?
- Mi novia ya le explicó la situación y el por qué debe irse, si eso no es suficiente para sus oídos, no es nuestro problema - atacó Kristopher con molestia.
- Oye, ten cuidado como le hablas a mí abuela - Benediht, quien se había mantenido al margen hasta el momento, le dirigió una mirada de odio al pelinegro.
- Parece que es la única forma en la que entiende - replicó el contrario.
- Vuelve a hablarle así y-
- Si tanto te molesta, entonces enséñale a tu abuela algo de modales.
- ¿Qué dijiste, imbécil? - Benediht se levantó de su asiento, golpeando la mesa con el puño. Para este punto, ya habíamos llamado la atención de la gente a nuestro alrededor. Comentarios como: “¿Una pelea?" “¿Se van a pelear?" Y “Los jóvenes de hoy en día no saben medir sus impulsos" no se hicieron esperar. Ay no, si esto continúa así, nos hecharán del restaurante o, peor aún, llamarán a la policía.