👺~No puedo evitarlo cuando se trata de ella~
¹¹:⁰⁴ pm
•Ayer•
Qué mala costumbre tiene. ¿Esa enana no podría avisar cuando no puede seguir hablando? ¿O al menos enviar un maldito pulgar arriba?
Cuando era pequeño, solía cronometrar el tiempo para cada actividad, las anotaba en una pequeña agenda y al lado el tiempo que debía llevarme hacerla. Desde que me permitieron decidir si quería o no festejar una fiesta para mi cumpleaños jamás había hecho ninguna. Ni una sola. Porque sé que las personas jamás llegan a la maldita hora que indica la invitación. Esperar es una de las cosas que más detesto, lo cual es irónico ya que ella siempre encuentra la manera de hacer esperar a los demás.
- En verdad... prefiero que me insulte a que me ignore.
- ¿Qué estás murmurando?
Alcé la vista, encontrándome con un conocido rostro sonriente enmarcado por una cabellera rubia.
- ¿Qué quieres? - inquirí volviendo la vista a la pantalla.
- Vamos juntos a la fiesta de esta noche, ¿Cierto?
- Ya te dije que no puedo.
- Pero, ¿Por qué?
- Estoy ocupado.
- No mientas. El entrenamiento de hoy se canceló - señaló irritada. Si tuviera que elegir una secretaria, definitivamente esta chica encabezaría mi lista de opciones. Suele estar más al tanto que yo sobre mis actividades diarias.
- Tengo cosas que hacer - dije simplemente.
- ¿Qué cosas? - insistió ella.
- No es asunto tuyo.
- ¿Ah, no?
- No.
- Oye, ¡Al menos mírame cuando te hablo! - sin previo aviso, me arrebató el celular de las manos con brusquedad - ¿Qué tanto miras? - interrogó posando sus ojos en la pantalla - ¿“Pitufina"...? - leyó.
- Devuélveme eso - ordené y, sin esperar respuesta, le quité el aparato.
- ¿“Pitufina"? - repitió su voz rabiosa - ¿La perra de Mogüel? No me digas que es con ella con quién vas a estar “ocupado".
- ¿Qué haces aquí? - inquirí, harto.
- ¿Que qué hago aquí? Vine a verte - acotó con un tono herido que no me supo otra cosa más que ridículo.
- ¿Cómo supiste dónde estaba? - pregunté con la intención de cambiar lo más pronto posible de tema. Tengo una idea bastante clara de cómo se enteró.
- Kevin me lo dijo.
Lo sabía. Ese imbécil siempre habla más de lo que le corresponde; en especial si se trata de la chica frente a mí. Una sonrisita, una caricia en el hombro y hacía con él lo que le venía en gana. No me importaría tanto si dicha debilidad no me afectase directamente a mí.
Un día de estos voy a coserle la boca.
- ¿Con quién vas a estar ocupado? ¿Con esa zorra-
Le tapé la boca con brusquedad, apretando mi mano alrededor de su rostro e impidiendo que pronunciara otra palabra.
- Ya van dos - susurré inclinando mi rostro hacia ella - Si vuelves a mencionar su nombre para insultarla tendré que arrancarte la lengua.
- Su orden, señor.
Volví la cabeza al hombre frente a nosotros al otro lado de la barra, en sus manos, sostenía una pequeña bolsa de papel con el logo de unos waffles. La recibí.
Me levanté, entregándole un billete para, acto seguido, caminar hacia la salida.
- ¡Oiga! ¿No va a esperar su cambio?
- Quédatelo. Es propina - dije sin más, saliendo del pequeño establecimiento.
No pasó mucho tiempo antes de oír las fuertes pisadas tras de mí.
Maldición. Pero qué molesta.
- ¡Kristopher, espera! ¡Oye! ¡Lo siento! Perdón... No quise hablar así - pronunció la rubia - Es solo que sigo enojada por lo de la última vez.
- ¿La última vez? - fruncí las cejas - ¿Es por ese estúpido suéter? - inquirí deteniendo el paso y mirándola a los ojos - Te compré uno nuevo, ¿Por qué sigues quejándote?
- ¡Porque era mío! - chilló - ¡Yo estaba muriendo de frío y le diste mi abrigo a ella!
- Te recuerdo que fuiste tú la que me lo dió a mí en primer lugar - señalé con fastidio - Si tanto frío tenías, ¿Entonces por qué me lo prestaste?
- ¡Porque tú me lo pediste! ¡No sabía que era para ella!
- ¿No era obvio? - inquirí - ¿Para quién más iba yo a pedir eso? ¿Para mí? Siempre llevo mi chaqueta - le recordé.
- Pensé que quizá te lo pondrías debajo. O que el tuyo se había roto en algún lado o...
- Mira, Daniela - suspiré masajeando el puente de mi nariz con impaciencia. Me pregunto si vino aquí con toda la intención de hacerme perder el tiempo - Ya me disculpé contigo por eso. No debí haber prestado algo que no es mío sin el permiso de su dueño. Es cierto. Pero, en verdad, deja de ser tan melodramática. Mogüel lo usó por unas horas y luego te lo devolví justo como estaba cuando me lo prestaste. No entiendo cuál es tu puto fastidio.
- Tenía su olor. Su maldito olor encima - escupió - Lo lavé un millón de veces e igual lo seguía percibiendo; no tuve más opción que tirarlo a la basura - concluyó con rabia.
- Da igual. Tienes uno nuevo e idéntico al anterior, ¿No? Deja de molestar.
Continúe mi camino, sacando de mi bolsillo las llaves del auto cuando lo ví a un metro de nosotros justo donde lo dejé aparcado. Abrí la puerta y entré, dejando los waffles sobre el asiento del copiloto.
- Ese no es el problema... - la oí decir justo antes de cerrar la puerta.
°°°°
- Señor, ¿Cómo estuvo su paseo? Espero que lo haya disfrutado.
- No fue un paseo, pero gracias - respondí al mayor entregándole mi chaqueta y las llaves del auto - Sólo fuí por waffles. Alisson quería comerlos desde ayer.
- El chef pudo prepararlos. No tenía usted que tomarse tal molestia.
Resoplé. De hecho, sí que tenía. A Alisson sólo le gustan los waffles de esa cafetería y yo y todos los empleados de la casa saben cómo se pone cuando no le doy lo que ella quiere. Si no se los compraba, me torturaba durante días.
- Son para Alisson - respondí a modo de explicación.
- Ya veo - asintió él con comprensión.
- Toma. Haz que los sirvan en el desayuno - ordené entregándole la pequeña bolsa - ¿Dónde está?