Salgo del auto y empiezo a correr hacia la residencia de los hombres.
Estoy frente a su puerta, golpeo dos veces esperando que la abra, pero no responde, pego mi frente en la pared y suspiro frustrada, estoy a punto de perder la paciencia y tirar la puerta abajo, no aguanto más su egoísmo, alejar a todos de su vida solo hace daño a mi corazón.
-Christian, soy yo, abre la puerta por favor. – musite con un suspiro. Pego mi espalda a la puerta y me deslizo hasta quedar en el suelo con las piernas recogidas. – Vine desde Los Ángeles huyendo de mi madre y de la cena. Sé que estás allí dentro - aprieto mis ojos – Nadie merece estar solo, abre la puerta Christian.
-Yo no te pedí que viniera, y no estoy solo. Nunca estas solo cuando estas con Dios….. – sé que eso fue irónico y por su tono de voz sé que está molesto.
-Vine hasta aquí porque quiero estar contigo, quiero que mi día de acción de gracias sea diferente.
-¿Y porque demonios piensa que lo hare diferente? Lárgate, Debbie.
Suspiro.
Me tomo unos segundos para calmar mis pensamientos y mi presión que está volviéndose loca.
-La mañana del viernes cuando todos estábamos allí desayunando juntos, me sentí libre, me sentí querida y por primera vez estaba con amigos, amigos reales hechos por mí y no por mi madre, todos con personalidades diferentes, me gusta que pueda conocer otras expectativas y otros gustos. – digo. Solo espero que él este escuchándome o todo esto será una tontería. – Una de mis frases favoritas es de la película de Dumbo dice; Aférrate a aquello que te hace diferente. – Hay un silencio sepulcral – Si me dijeras que te contara acerca de mi vida en el bachillerato, escucharas lo mismo durante tres años. Pero si me preguntas por mi primer semestre en la universidad, cree que tengo mucho que contar. Si durante mi estadía en la universidad voy a tener mucho más que contar, quiero quedarme aquí, y aferrarme a todo esto que me hace diferente. Espero un momento oportuno, y creo que este. Tú me haces diferente.
-No eres la primera que intenta hacer esto, meterse en mi vida. – dice del otro lado de la puerta, me cruzo de piernas y juego con los pasadores de mis converse – Estoy maldito, entiéndelo de una jodida vez que no te quiero en mi vida para que después vengas a golpear mi puerta a decirme que desperdiciarte todo tu tiempo en mí y la jodida vida que llevo.
-¿Alguien te dijo eso? – Le pregunto y mis ojos no evitan ponerse borrosos para luego derramar lágrimas – Porque si alguien te lo dijo, debe haber sido alguien importante, porque aun recuerdas eso y sé que te duele aunque no lo demuestres. – Absorbo mi nariz – Y si es así, entonces déjame tocar tu puerta y decirte que lo intentare todo, no para que cambies, solo para que seas mejor.
No puedo evitar no llorar ante aquella charla, hubiese sido más dolorosa si lo hubiera mirado a los ojos. Vuelvo a recostar mi cabeza en la puerta dejando caer mis lágrimas. Escucho como la puerta cruje y me pongo recta girándome, no se ha abierto, me pongo de pie y sujeto la perilla, la giro despacio y esta se abre por completo.
Asomo mi cabeza y lo veo recostado en su cama con ambos brazos bajo la cabeza, cierro la puerta despacio y avanzo hacia la cama, tomo asiento en una esquina y miro fijamente el sofá gris de cuero que tiene.
-¿Trajiste pavo? – Lo miro – Muero de hambre.
-No, pero traje chocolate caliente.
-No me gusta el chocolate – asiento y dejo el termo en el suelo a un lado de la cama - ¿Quieres ir a comer?
-Gracias, Christian. – musito y él se incorpora quedado cerca de mí. – Quiero quedarme, en serio quiero quedarme.
-¿Por qué te cortaste el cabello? Me gustaba largo. – Dice y juega con el mechón de cabello que he dejado suelto – Te ves bien – le sonrió.
-¿Dejaras que me quede? – el frunce los labios y luego se los relame – Creo que olvide la llave de mi habitación.
-¿Entonces no tengo opción? – niego.
-Creo que no. – su nariz esta junta con la mía y mi corazón empieza a perder frecuencia cardiaca.
-Me debes una disculpa por el café que me tiraste encima. – le sujeto la mirada.
-Tú me llamaste mojigata, así que en mi defensa te lo merecías.
-Bien. – se aleja dejándome con las ansias de un beso, apretó las piernas nerviosa. Él se pone de pie, toma una chaqueta, toma las llaves y me mira – Vámonos.
No sé qué lugar es este, pero hay mesas disponibles y también huele a pavo, hay personas a mí alrededor disfrutando el día de gracias e incluso familias, lo que me parece muy acogedor. No sé qué ordeno Christian en la caja, pero solo estamos aquí esperando la llegada de la comida.
-Pagaría lo que fuera por ver a tu madre en estos momentos, seguramente de su cabeza sale mucho humo. – sonrió y bajo la mirada – Sé que fuiste al funeral. – Levanto la mirada - ¿Qué te dijeron?
-Nada, hable con la mamá de Nelson por unos minutos.
-Tú no odias a nadie ¿verdad? – Se inclina sobre la mesa y entrelaza sus manos sobre esta - ¿Qué pasaría si te hago la peor cosas posible en el mundo? ¿Me odiarías? ¿O seguirías allí?