Zignum Meiga Entre las dos caras de la luna Parte 2

Capítulo 6 La Bailarina

Al salir de aquel sofocante y oscuro sitio, me llevé la sorpresa de que Miyuki se había marchado como aquella ave inquieta, que apenas se le descuida, extiende sus alas y levanta el vuelo para desaparecer. Tanu, por el contrario, permanecía amarrado y al cuidado de un guía que lo alimentaba con pequeñas porciones de carne de pollo enlatado. El guía que lo cuidaba me hizo entrega de un papel dónde Miyuki decía con su puño y letra, que me vería más tarde en el hotel sin dar más explicaciones. Preocupado, me preguntaba dónde podría haber ido, le marqué a su número pero éste sólo me mandaba a buzón. No podía ya perder más tiempo en ir en su búsqueda, así que sin más, le dejé un mensaje en el celular. 
-¡¿Miyuki dónde diablos estás?! no debí traerte a este lugar, lo siento pero... no debiste venir a buscarme. Vine aquí a hacer algo de suma importancia y no puedo hacerlo si además tengo que cuidarte, eres mucha distracción para mí y necesito enfocarme de lleno en lo que he venido a buscar, llámame en cuanto escuches este mensaje-. Me resigné en pensar que se encontraba segura lejos de mí por el momento. Tomé un taxi con dirección a cerro de oro, a diez minutos del centro de Santa Catarina Palopó, rumbo al domicilio de Héctor Kedward. Me acomodé junto a Tanu en el asiento trasero. La radio del conductor relataba las noticias sobre el próximo carnaval que se celebraría en la ciudad al día siguiente, un día antes del miércoles de ceniza con la quiebra de cascarones el cual era celebrado por muchos niños y jóvenes en las escuelas y orfanatos. El amable conductor me comentó que aquello era una fiesta de gran júbilo y alegría. La celebración consistía en quebrar huevos de colores rellenos de confeti o harina en la cabeza de sus compañeros. La principal razón del carnaval era la diversión, la permisividad y el descontrol antes de la cuaresma. Afuera del auto contemplaba en las calles algunos puestos de cascarones que se asemejaban a los huevos de pascua. El conductor decía que mientras los niños se divertían en el día, los adultos en cambio, se divertían por la noche con desfiles, máscaras, disfraces, alcohol y música; y aquello, era algo que atraía a los turistas. Después de aquella breve plática comenzó a sonar en la radio una tranquila música instrumental maya de un grupo guatemalteco, con flautas, sonajas y tambores, y el cual estaría presente en las festividades del carnaval. De pronto, ocurrió una pequeña interferencia seguido de una bella música de ocarina. Aquella melodía me resultó muy familiar, era la misma melodía de aquella extraña pesadilla que tuve en el parque, y detrás, en el fondo de la música, se oían los gritos desesperados de niños que provenían de la radio. Miré por la ventana del auto en movimiento, del lado izquierdo de la calle junto a un puesto de cascarones, la figura de algo familiar perfilarse en el cristal del parabrisas, la figura de un ser que parecía provenir del teatro negro de Praga. Era la misma persona vestida con traje de arlequín y la máscara simiesca con extraños adornos color jaspe, semejantes a símbolos o caracteres que parecían diagramas esotéricos. Eran los mismos labios color carmín que mostraban esa siniestra y perturbadora sonrisa y esos mismos y enormes ojos negros llenos de un profundo abismo, y entre sus manos llevaba el mismo instrumento que parecía a una ocarina con forma de huevo, que a diferencia de los huevos de pascua o el de los cascarones del carnaval, este era de un color negro con adornos de color rojo similares a su máscara. Este personaje tocaba de alguna manera la ocarina pero el sonido se escuchaba siempre a través de la radio del taxi. De pronto, Tanu dio un fuerte ladrido que obligó a abrir mis párpados y desperté una vez más de la pesadilla. Miré dónde creí haber visto al ser de mis delirios, pero sólo vi a un pequeño insecto, una termita alada caminando sobre el cristal de la ventana. Frente al taxi, una niña corrió con su pequeño paraguas desde el lado derecho atravesando la calle. El conductor no parecía tener la más mínima intención de detenerse. Le grité que se detuviera, pero todo fue en vano. El conductor había sufrido un desmayo, me moví rápido de mi asiento y giré el volante rápidamente causando que el taxi diera una media vuelta para luego pisar con la prótesis sobre el freno del taxi que estuvo casi a punto de volcarse hasta que logró detenerse rebotando abruptamente contra el pavimento. Salí rápidamente del auto para auxiliar a la niña, y en la acera, a un lado de la carretera, yacía un paraguas destrozado, y en el suelo, una joven mujer con aquella niña entre sus brazos. La mujer había rescatado a la niña de una muerte segura. Después de unos segundos llegaron los padres de la niña, ambos eran judíos. Estaban muy preocupados por su hija a la cual abrazaron con desesperación. La joven mujer, que la había rescatado, vestía una chaqueta azul mezclilla y unos pants blancos, se alejó corriendo rápidamente del sitio dejando caer su celular al suelo, y a lo lejos la vi entrar a un edificio. Todo había pasado muy rápido. La ambulancia llegó enseguida. Se dictaminó que el conductor del taxi había sufrido un desmayo a causa de su diabetes. No obstante, las palabras posteriores de la niña me hicieron pensar que había algo más. "¡Un payaso mamá, un payaso, había un payaso!" decía la pequeña una y otra vez. Aquello me hizo dudar del hecho de que aquel ser se tratase de una simple pesadilla. No quería darle más vueltas al asunto. Aquello era una locura. Arlequín no podía ser real. Mi falta de sueño nublaba mi juicio. Era común tener alucinaciones o ideas conspirativas a causa de un severo insomnio. Agarré mi gorra, mi chamarra negra y mi mochila del asiento trasero del taxi, la radio estaba apagada y sentía la hórrida sensación de que en cualquier momento escucharía esa música de ocarina de nuevo. De pronto, sonó el celular que llevaba conmigo provocándome un pequeño susto, y pronto me di cuenta que no se trataba del mío, sino el de la joven que había dejado caer por accidente. Sin pensarlo, corrí hacia aquel edificio. En un anuncio en la puerta principal se podía leer toda la información. La presentación del ballet clásico de San Petersburgo en el teatro de bellas artes sería el día de mañana. El evento se desenvolvería en el escenario al compás del lago de los cisnes. La función estaba programada para las siete de la noche. Me atreví a entrar al lugar, que parecía tener una fachada de toda una obra bella de arquitectura, por la misma puerta en la que había entrado aquella mujer. El pasillo en el interior del edificio me dio acceso a los camerinos. Una señora golpeaba la puerta de uno de ellos. 
-¡Largo de aquí!-. Respondió una voz masculina desde el interior del camerino.
-Disculpe ¿sucede algo?-. Me atreví a preguntar con la intención de pedir información sobre aquella joven chica. 
-Es el pianista, lleva mucho rato ahí adentro, al parecer se enfermó de algo y mi chica está esperando. Debe ensayar con él y su remplazo no llegará sino hasta mañana, disculpe... no recuerdo haberlo visto antes. El perro y usted no pueden estar en este lugar ¡¿Cómo es que ha entrado?! como sea, ¡debe irse!, Mmm... a menos que... conozca a alguien cerca que sepa tocar a Tchaikovsky en el lago de los cisnes-. La señora me recordaba a una de las religiosas del orfanato o más bien a mí antigua maestra de literatura en la ciudad de Praga. Con nariz aguileña y el ceño fruncido todo el tiempo, tenía el aspecto de ser una persona dura y disciplinada aunque ahora se veía más bien como una persona desesperada. 
-Yo puedo hacerlo.
-¡¿Está usted bromeando?!
-Hablo en serio-. La temible señora me observó de arriba hacia abajo con ojos inquisidores y luego asintió.
-Muy bien. Aunque sea una locura, supongo que no tengo otra alternativa más que aceptar su ayuda. Mi nombre es Beatriz Bauer. ¿Sería tan amable de acompañarme? Y quítese la gorra por favor, es de mala educación llevar gorra en espacios cerrados-. Me dirigió hacia el escenario. El telón se encontraba abierto pero el foro estaba vacío. El rojo de las butacas y el dorado de las paredes daban una vista magnífica. Las luces tenues iluminaban parte de la sala y el escenario. Y ahí estaba ella, entrando por el bastidor derecho, con unas zapatillas de punto, llevaba puesto un leotardo y mallas negras con un faldón mediano sobre su esbelto cuerpo. Era una joven chica de cabello rubio rojizo el cual llevaba recogido, de ojos grandes color miel, de labios rosados y nariz respingada, piel blanca y suave, tan bella como la primera vez que la vi. Y sentado detrás del piano ocultándome de ella comencé a ejecutar la música y ella comenzó a danzar. Las primeras notas entraban en mí causándome un profundo sentimiento. Cada nota, cada sonido tocaban las fibras más profundas de mi alma haciéndome estremecer. La música hacía latir mi corazón con emoción. Recordaba la partitura, los acordes, el placer auditivo era indescriptible. Esto era un medio de transporte hacia la tranquilidad y paz de mi alma. Y en frente mío, un ángel hacía uso de su experiencia y condición física al danzar, expresando la ausencia de gravedad como un ángel en pleno vuelo. Sus piernas se movían al compás de la melodía en movimientos gráciles, suaves, hermosos y perfectos; con una gran fuerza en los músculos de sus pies y las pantorrillas para poder ejecutar esos pasos tan complejos, con piruetas y saltos sobre las puntas de los dedos de sus pies. Ella era muy lírica, con movimientos muy puros, suaves y muy armónicos. Su forma de moverse era de suma paz y sorprendente control. Luego, como si tuviese una segunda personalidad, tomó otra actitud totalmente diferente, su forma de mirar, la forma de mover la cabeza, la forma de girar era mucho más compacta y más firme. Aún seguía siendo ella pero un lado de ella era más salvaje. Aquello era una sensación indescriptible, era como estar en el cielo más sublime creado sólo por nosotros dos. Todo era tan mágico hasta que aquello finalizó en un triste y profundo silencio que fue interrumpido por los aplausos de Beatriz y los ladridos de Tanu. 
-¡Esplendido! es la primera vez que Gema logra desenvolverse tanto como lo hizo hoy. Y creo que mucho tuvo que ver con su ayuda señor Ulysses. Ella desde que llegó a éste teatro ha demostrado ser un prodigio para la danza pero creo yo, no se había expresado tanto como ahora, y eso es porque nunca ha logrado llevarse bien con el pianista, y usted no se ha quedado atrás. Dígame ¿Dónde aprendió a tocar de esa manera?-. Me interrogó Beatriz mientras que la joven chica parecía estar nerviosa y sorprendida al escuchar mi nombre y no dejaba de observarme con aquellos hermosos ojos de ángel. 
-Mi primera vez fue en un orfanato, cuando era niño, y después mi tutor se encargó de instruirme. 
-De seguro su tutor estará orgulloso de usted. En Viena nos gusta admitir a nuevo talento joven de América latina. Es un hecho que usted pasaría las audiciones para diferentes universidades aunque... usted no parece ser latino. Sus ojos verdes y su complexión física lo delatan ¿De dónde es usted?.
-Por lo que sé, fui criado en Moldavia, más tarde viví en Praga, mi padre era de Milán y mi madre de Tel Aviv. Ahora resido en Colombia.
-Oh que sorpresa, entonces usted es Italiano Israelí. Un momento, espere, ¿Cómo supo la nacionalidad de sus padres? ¿No se suponía que usted era...
-Disculpe sólo he venido a entregarle esto a Gema, lo dejó tirado cuando se cayó en el pavimento-. No quería tener la necesidad de hablar de sobre Miklós, hacerlo era peligroso. Era él quien me había hecho saber sobre la nacionalidad de mis padres al efectuar una investigación exhaustiva sobre ellos y quienes habían sufrido un accidente automovilístico. Me dirigí a la chica que no dejaba de verme con sus hermosos ojos color miel y le entregué su celular en sus blancas y delicadas manos. 
-¡Gema, no me dijiste que habías sufrido un accidente! ¡Lo que menos quiero ahora es que la actriz principal no se presente a la obra por incapacidad! Disculpe joven suelo ser muy curiosa a veces. Sabe, Gema tampoco es de por aquí, sería buena idea de que ustedes dos se conozcan y platiquen un poco. Tal vez ella te pueda convencer de ser el nuevo pianista de la obra-. Dijo sonriente Beatriz, y de alguna forma, su sonrisa atemorizaba más que su seriedad, pero la verdad es que estaba muy interesado en conocer a Gema. 
-¡Pero señorita Beatriz!-. Alzó la voz Gema. Su voz era dulce y agradable. 
-¡Debo estar lista para mañana! Yo no debería...
-¡Silencio calla! ¡No hables más!-. La interrumpió Beatriz de una forma tan hostil que hasta yo temí en pronunciar una palabra. 
-Estás lista lo sabes. Ahora, debes irte a casa y descansar. No quiero verte caer frente a mí como la otra vez. Necesitarás estar radiantemente bien para mañana. Son otras las chicas las que tienen que ensayar muy duro. Obviamente tendrán que hacerlo con el estéreo del salón ya que me quedaré por ahora sin pianista-.
Gema y yo salimos del teatro, caminamos hacia la esquina. Esperaba que me aceptara una invitación para tomar café y comer algo en el restaurante del otro lado de la calle. 
-¡No debiste mencionar lo del accidente, eso no era asunto tuyo! Como sea, gracias por el celular, ahora sigue tu camino que yo seguiré el mío-. Parecía estar sumamente enojada conmigo.
--Quería invitarte a...
-¿Qué no escuchaste lo que dije?-. Me interrumpió a mitad de lo que decía.
-¡Aléjate! las personas no terminan bien estando conmigo-. Contestó seriamente. Aquello me recordó a Miyuki. Me sentí culpable de haberle dejado aquel mensaje pero era necesario alejarme de ella. Asentí con la cabeza, me di la vuelta y me dispuse a dejarla seguir con su vida. Después de todo, ella también correría peligro estando cerca de la mía. De pronto, Tanuki se rehusó en seguirme, jaló de la correa en dirección contraria, y en un pequeño descuido lo solté. Tanuki corrió ladrando hacia Gema quien ya había comenzado a alejarse de mí. Gema se detuvo, volteó a verlo y miró hacia abajo al sentir una húmeda y muy incómoda sensación. Tanuki le había orinado su pie y después, como si hubiese percibido la furia de Gema, regresó corriendo hacia mí.
-¡Por ésta razón prefiero a los gatos!-. Gritó Gema enfurecida.
-Lo siento, creo que le gustas-. Le dije intentando disculparme con ella dejando salir una pequeña risa de picardía.
-Oh. Le gusto, ¡fantástico! ¿Y qué culpa tienen mis zapatos? Espero no gustarte a ti también-. Su sarcasmo y enojo eran de algún modo graciosos.
-Descuida. Yo no pienso hacer lo mismo que Tanuki, no es mi estilo. Prefiero mejor invitarte a tomar un café o a comer algo-. Le dije soltando una pequeña carcajada. - ¿Por qué estamos conversando desde lejos cuando podríamos hacerlo comiendo en un restaurante?-. Le insinué nuevamente y tal vez sin esperanza alguna mi invitación a comer.
-¿Crees que con una linda y cautivadora sonrisa serán suficientes para convencerme? A lo que a mí respecta podrías ser un loco psicópata-. Alegó.
-¿Eso es un sí?-. Repuse una última vez. 
Nos sentamos en una de las mesas exteriores. Aún me hacía gracia el pie empapado de Gema con un sutil olor a orina de perro. La supuesta simpatía de Tanu hacia ella era mentira, en realidad Tanu sentía desagrado y le mostraba su sentir con pequeños gruñidos de vez en cuando. Gema me comentó que no podía comer mucho por la obra de mañana y que debía cuidar su alimentación, pero que le gustaba la comida de mar y que extrañaba la crema de cacahuate. Tanu comía galletas especiales de un pequeño plato en el suelo. Gema, al terminar su ensalada y al tener el postre frente a ella, adoptó una expresión de alegría seguido de culpa. Ella temía tocarlo, Beatriz se lo había impedido. Comenzamos a platicar mientras ella le daba pequeños y culposos mordiscos al postre y yo le daba a Tanu de lo que quedaba de mi hamburguesa debajo de la mesa, mientras degustaba una taza de café y los Waffles con miel que tanto me gustaban. 
-¿Cuál es tu papel en la obra?-. Le pregunté.
-Tengo el desafío de interpretar a Odette y a Odile que es el cisne blanco y el cisne negro respectivamente. Es un juego donde ser buena y mala en una misma noche cambiando los roles de los cisnes es bastante complejo, no sólo por la forma de interpretar sino por la forma de bailar, la forma de ejecución es totalmente opuesto. ¿Conoces el cuento?.
- Si no mal recuerdo, Odette es una princesa que es transformada en cisne por el brujo búho Von Rotbart y se encuentra con el príncipe, él se enamora de ella y ella de él y Rotbart aparece en el baile donde el príncipe debe escoger a una esposa. Quién le jure amor eterno a Odette rompería el hechizo que la obliga a convertirse en cisne bajo la luna llena. Rotbart lleva a su hija Odile quien esta disfrazada de Odette, el príncipe cree que ella es su amada y la elige por esposa. Odette llora a través de una de las ventanas del palacio por la traición del príncipe. Entonces el brujo revela su malvado plan. El príncipe corre al lago para reparar su error. Odette decide morir antes que seguir siendo un cisne para siempre. El príncipe se reúne con ella para pedir su perdón y junto con Odette luchan en vano contra el malvado hechicero que amenaza en arrebatar la vida del príncipe. Los dos deciden morir ahogados en el lago y con este sacrificio librar a sus compañeras que también habían sido víctimas de su hechizo y en la apoteosis ambos son conducidos en un carro tirado por cisnes a la eternidad.
- Así es. El cisne negro entra de una forma muy fuerte pero con cuidado porque no la pueden descubrir, entonces es muy ambiguo, muy misterioso desde el principio. El cisne negro tiene esta maldad oculta pero al mismo tiempo en muchos momentos se hace pasar por la blanca. Al final cuando el príncipe jura amor entonces ella se muestra realmente quién es, con toda su personalidad y con toda su maldad, y siente mucho orgullo de lo que logró y luego se va y ocurre otro cambio muy drástico y muy importante. No hay intermedio para el cuarto acto y tiene que ser un cambio rápido y volver como el cisne blanco, emocionalmente es fuerte y tiene que ser un cisne blanco desesperado, triste, destrozado porque perdió al amor de su vida. Trato de concentrarme, hacer un cambio rápido interior, es un cambio de emoción y sentimiento interior, la ropa ayuda mucho, el maquillaje, el vestuario. Es así como empiezo a entrar en el personaje. El escenario es muy mágico. Al pisar el escenario con las luces prendidas me hace transportar a ese mundo de una manera más armónica y en mi caso me envuelve la música de piano, me trae paz. Estar presente en esta historia de amor maravillosa me abre de corazón y alma para poder entregarlo todo en el escenario. Sería muy bueno que estuvieses presente, no como pianista pero sí como espectador, claro, si no tienes algo más importante que hacer-. La pasión y vehemencia con la que me había descrito todo aquello que le llenaba de fascinación, hizo que sin darse cuenta terminara por acabarse todo el postre. De algún modo me recordaba a Miyuki y su amor por el chocolate que en este caso era el amor por la crema de cacahuate y la danza, aunque a la persona que más me recordaba era a mí mismo y el amor que yo sentía por la música.
-Realmente me impresionas, es extraño conocer a un chico que se sepa tan bien de qué va la historia. A menos de que te gusten los hombres, mira que yo no juzgo-. Dijo Gema quien de pronto, cerró sus ojos en forma meditabunda.
-Estoy seguro que no. He estudiado arte, eso es todo. Verás, la danza, es un lenguaje difícil de comprender así como la música, por eso me llama mucho la atención. Aunque mi inclinación es más por el lado de la música. Y desde luego que asistiré. Ten por seguro que estaré ahí en primera fila, Gema... ¿Gema?... ¡Gema!-.
De pronto, me percaté que no abría sus ojos, pensé que estaba rezando o recordando algo, hasta que un movimiento abrupto de su cabeza al dejarse caer hacia el frente como si se hubiera desmayado me confirmó que se había quedado dormida. Enseguida se despertó de golpe y un poco desorientada, dijo estar muy cansada. Le aseguré en que asistiría a su presentación y que después de la obra la invitaría a cenar. Ella aceptó regalándome una sonrisa. Su sonrisa era encantadora. Sus ojos color miel impregnados de una eterna melancolía se encontraban con los míos. Me recordaba a alguien aunque no sabría decir a quién con exactitud. Por alguna razón sentía que mi destino estaba marcado con el de esta bella mujer. Nos despedimos pero acordamos en vernos al día siguiente después de su presentación. Con una gran sonrisa de oreja a oreja me dirigí a la dirección que por un momento había olvidado totalmente. Y tomé otro taxi, asegurándome esta vez de no quedarme dormido de nuevo.
El celular sonó repentinamente. Al contestar la llamada hubo en el silencio un sobrecogimiento de espera y de respiración contenida; oí su voz que pareció sollozar. Sabía quién era. Sabía que estaba llorando. 
-Miyuki ¡¿Estás bien?! ¡¿Dónde has estado todo este tiempo?!
-Onii-chan. ¿Puedes venir? 
-¡¿En dónde estás?!
-En el hospital.
-¡¿Qué ha pasado?!
-Cuando llegues te explico. Por favor, ven pronto.
-De acuerdo, dame la dirección-.
Mi destino hacia la casa de Héctor fue desviado esta vez por la inesperada llamada de Miyuki. Al llegar al hospital, mi corazón agitado sintió un gran alivio cuando la hallé sentada en una de las sillas de la sala de espera. Tanuki corrió hacia sus pies muy feliz de verla de nuevo después del incómodo momento que había pasado cerca de Gema. Me acerqué a ella quien tenía la mirada baja y parecía haber dejado derramar algunas lágrimas por sus rosadas mejillas. 
-Cuéntame ¿Qué pasó Miyuki?-. Su rostro de eterna sonrisa angelical se nubló y adoptó una expresión de angustia y asombro detrás de esos lentes rosados.
-Tanuki se puso nervioso cuando aquella mujer que salió de la iglesia pasó junto a nosotros, a lo lejos pude ver como ella se subió a un coche gris, recordé en ese momento lo que dijo el testigo sobre el coche que intentó atropellar a aquel hombre-. Afirmó Miyuki con sumo nerviosismo. 
-Miyuki hay muchos carros en Guatemala de ese color, estás viendo fantasmas donde no los hay-. Le contesté mientras estrujaba el puente de mi nariz, pues comenzaba a perder la paciencia. 
-Eso mismo pensé hasta que vi nuevamente a la misma mujer de pie en el umbral de aquella casa donde olía mucho a alcohol y a humo de tabaco. Por alguna razón no entró y se fue. Esta vez decidí seguirla en taxi hasta este lugar. Investigué la matrícula del coche donde conducía y resulta que esta reportado como robado. De inmediato di aviso a la policía y al hospital pero la mujer se dio a la fuga. Al parecer su nombre era Zulia. Pregunté a una enfermera el nombre de la persona que vino a visitar y me dijo que el paciente era el hermano de Zulia, un tal Zazil. Son de una comunidad indígena según me informó la enfermera. La razón por la que te llame fue porque Zazil mencionó algo, tu nombre. Y antes que me digas que hay muchas personas con ese mismo nombre, y que estoy viendo fantasmas donde no los hay te suplico que pases a verlo primero y me digas si lo conoces o no. Tal vez tú conozcas a este fantasma-. 
Entré a la habitación del paciente antes que terminara el horario de visitas sólo porque Miyuki, quien esperaba afuera con Tanu, me lo había pedido con mucha insistencia. Y lo que vi me dejó perplejo. Una enfermera me informó que Zazil había sido ingresado al hospital en estado crítico desde hace seis meses. ¿Cómo era posible que alguien privado de sus sentidos, aprisionado en su cama bajo un estado de coma, y el cual jamás había visto en mi vida, era capaz de decir mi nombre? Y si así fuera, era imposible que estuviera refiriéndose a mí. Pero había algo en él que me incitaba con fuerza a querer acercármele. Quizás era el hecho de que se parecía tan sólo un poco a Ángel Santos, el supuesto asesino de Valentina, o quizás era que aquel hombre no tuviese las dos piernas. Parecía dormir como un muerto en vida, dependiendo de tubos y una máquina para poder respirar. 
A veces cuando me quedaba dormido era frecuentado por voces que me llamaban. Voces que ni sabía de quienes eran. Pero estaban allí, esperando a ser escuchadas, algo querían decir dentro del filtro entre la consciencia y la inconsciencia. Era su grito desesperado de ayuda. 
De pronto, "Skoll", le oí decir aquel nombre. Miré detrás para ver a la enfermera pero ella ya no estaba, se había ido y me había quedado solo frente aquel sujeto. Me acerqué un poco más sólo para estar seguro de que aquel nombre había salido de su rígida boca. Nadie conocía ese nombre, ni siquiera Miyuki. Ulysses era el nombre que ocultaba mi verdadera identidad, la cual era imposible que este hombre conociera. Enseguida sentí un fuerte tirón. Increíblemente el sujeto me había agarrado de la muñeca, Comencé a perder el equilibrio. Intenté zafarme pero una especie de descarga eléctrica que recorría todo mi cuerpo me mantenía inmóvil. Comencé a sentir una sensación de adormecimiento. Comencé a olvidar quién era yo. Más de dos décadas de mi vida estaban siendo engullidas por la oscuridad. En mi desvarío sentía perder el conocimiento que iba desapareciendo en la penumbra. 




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