Zignum Meiga Entre las dos caras de la luna Parte 2

Capítulo 28 La Reina de espadas y el árbol de la vida

La mejor forma de ocultar algo es dejarlo a la vista de todos. Como aquellos tesoros guardados tras paneles ocultos en lugares cotidianos, amuletos en el interior de veneradas efigies, valiosas llaves en el interior de muñecos sacros, la malas intenciones en la sonrisa afable de un supuesto amigo, la entrada al infierno en un juego para niños. Camuflando doctrinas secretas en juegos y cuentos infantiles. Mensajes secretos reservados sólo para aquellos que pudieran ver más allá de lo evidente.
El edificio era semejante a una vieja y maltratada basílica, su puerta de entrada estaba hecha de madera de ébano, y dibujado en la madera yacía una imagen en color rojo sangre. Se trataba del Árbol de la Vida, un símbolo cabalístico compuesto y formado por diez círculos los cuales estaban conectados con los demás por líneas rectas. 
Para jugar se debía arrojar una piedra en representación del alma y avanzar de casilla en casilla, como quien abandona el purgatorio hasta alcanzar el paraíso, atravesando diferentes planos o pruebas infernales. Era una odisea desde la oscuridad a la luz, una reminiscencia pérdida en la noche de los tiempos. El laberinto por el cual debía deambular aquel que buscaba la salida. Un juego infantil con mensajes y símbolos ocultos cuya finalidad era penetrar y regresar con éxito de un laberinto. Porque saltando en el árbol de la vida, al arrojar la piedra del alma, se descendía simbólicamente a los infiernos y volvías a la tierra. 
Caminé a través del selvático sendero que parecía inundado de hojas secas alrededor del edificio como si el otoño hubiese tapizado el suelo de una añeja y moribunda belleza. Como si todos los árboles del mundo, cual serpientes que cambian de piel para renovarse, hubiesen preferido abandonar sus hojas en este recinto.
Mientras caminaba, me di cuenta que lo que parecían ser hojas secas en realidad se trataban de cientos de insectos mantis de la especie hoja muerta que se camuflan en el ambiente yermo. A cada paso que daba, la invasión de insectos parecían alterarse por más sutiles que hayan sido mis pisadas. De repente, la plaga se levantó en vuelo cual décima plaga de langostas del libro del éxodo bíblico. Y cubrieron todo el terreno hasta dejarlo completamente negro. Después del sobresalto que me produjo el aletear de estos seres, enseguida corrí con dificultad hacia el edificio y entré por la puerta marcada por dicho símbolo.
Sentí un escalofrío en la nuca, y una corriente de aire frío azotó la puerta al cerrarla muy bruscamente detrás de mí.
En el interior se trataba de una habitación oscura, muy pequeña, con escaso mobiliario, un pequeño foco iluminaba sutilmente el lugar donde sólo había una pequeña mesa con una biblia, bolígrafos y una regla colocados ordenadamente junto a una lámpara de aceite, y una cama pequeña con sábanas grises. Aquello se me hacía extrañamente familiar. De pronto, la imagen de una mujer desnuda, una niña y un niño pequeño atados a los troncos de los árboles junto a una monja apuñaló mi memoria y el siniestro y perturbador sonido de un silbido se hizo presente. Unas manos oscuras con uñas largas y negras comenzaban a emerger de debajo de la cama. Algo comenzaba a arrastrarse fuera de ahí, algo oscuro, algo diabólico. Enseguida, di la media vuelta y me dispuse a salir de aquel tétrico lugar, por aquella misma puerta por la que había entrado y la cual tenía el mismo símbolo por ambos lados.
La puerta se azotó al cerrarse detrás de mí nuevamente.
Creí que al salir, la plaga afuera del edificio me esperaría, no obstante, en su lugar un pasillo angosto iluminado sólo por unas barras de tenues luces rojas apareció frente a mí. Aquello me seguía dando muy mala espina. No sabía lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, sentía que valía la pena seguir y encontrar la salida aunque para ello tuviera que entrar en las entrañas del infierno. De pronto, las voces al unísono de niños entonando una canción se escucharon en un eco espectral por todo el pasillo: 
-Ni la ves, ni la verás, tris, tras.
Mirar para arriba, que caen judías.
Mirar para abajo, que caen garbanzos.
A callar, a callar, que el diablo va a pasar-.
Y una tercera imagen destelló en mis recuerdos enterrados. Era la imagen de una batalla en un ring contra una mujer con máscara de mariposa negra.
De repente, la madera de la puerta soltó un sonido estrepitoso; esa cosa estaba intentando entrar. 
Los embates eran poderosos. Entonces, corrí lo más rápido posible 
por aquel pasillo rojizo hasta encontrar una puerta con aquel mismo símbolo. Aquella criatura había entrado, se escuchaban sus pisadas cada vez más cerca de mí. No quería mirar atrás y sólo giré el pomo de la puerta para volver a escapar, sin darme cuenta que esa cosa me había alcanzado y había entrado conmigo. 
Después de cerrarse la puerta, me encontré de inmediato en un corredor vacío, largo y lleno de muchas puertas, donde no había símbolos, ni señalamientos, ni nombres que indicarán el uso de las habitaciones. Las abrí una por una pero ninguna de ellas me llevaba a otro lugar que no fuera las habitaciones de un nosocomio. 
Y al final de todo ese largo corredor había sólo un letrero, "Morgue".
El olor fue lo primero que se impregnó en mis sensaciones. Ya no era sólo esa fuerte sensación de opresión que se albergaba en el pecho. El miasma que inundaba esa sala era casi indescriptible. No era la primera vez que tenía esa sensación, sabía que ya la había tenido antes. Me acerqué poco a poco al centro de la sala. 
Pero la presión sobre mi pecho se volvió más intensa cuando observé en medio de la habitación, dos mesas donde yacían dos grandes bultos, cubiertos por un manto azul. Eran dos cuerpos inertes. Con paso apresurado, me dirigí a esas mesas. Sentía la sensación inexplicable de querer ver aquellos dos cuerpos.
Tomé ambas sábanas entre mis manos y las levanté de un rápido tirón y entonces encontré el cadáver de una mujer con uniforme de enfermera. Tenía una herida de corte en su pálido y rígido cuello. De pronto, una lágrima cayó de mi mejilla. Estaba llorando sin saber por qué. La tristeza y la confusión fueron las emociones que ocuparon una mente en blanco que comenzaba a resquebrajarse al divisar las imágenes en flashes de un trágico amor. Me acerqué más al cadáver bajo el impulso de darle un beso. Irónicamente quería sentir sus fríos labios esperando a que me brindasen calor. De repente, en ese preciso instante, el desconocido cadáver de a lado, de un sujeto con el cuello abierto y ensangrentado, se sentó de golpe. Y volteó a verme con ojos desorbitados. El cadáver viviente introdujo los dedos de sus rígidas manos al interior de su larga herida, y, como si su rostro fuera una máscara, tiró de su piel con la mano diestra hacia arriba y con la mano izquierda tiró hacia abajo con una impresionante fuerza hasta arrancarse toda la piel como si fuese sólo un traje, descubriendo el rostro de un ser siniestro con la forma de un arlequín, con traje rojo y con una tétrica y simiesca máscara con una expresión sonriente, la máscara era negra con algunos adornos de un color rojizo oscuro y sus ojos eran rasgados como los de los gatos los cuales mostraban una profunda oscuridad. El arlequín saltó súbitamente hacia mí. En ese preciso momento, el cadáver de la mujer se despertó de su sueño eterno y, como si el motivo de su despertar fuera el salvarme, le clavó la punta de un bisturí en la espalda del monstruo deteniéndolo en el instante. Mientras el arlequín apartaba a la mujer de sí, yo aprovechaba a escapar. Corrí hacia una puerta que se encontraba al fondo del lugar, la cual tenía el símbolo que había en las demás puertas, y la atravesé de inmediato. La puerta de un confesionario se cerró dejando la morgue atrás como si hubiera escapado por un pasadizo secreto a través de aquel confesionario y caminé enseguida dentro del siguiente lugar. Aquel lugar se trataba de una iglesia la cual estaba decorada con santos católicos que vestían trajes típicos de vestimentas mayas. Y entre todos ellos sobresalía el de un muñeco de un niño que era diferente a ellos por su aspecto realista y que representaba al niño Dios. La visión de un sacerdote transformándose en un enorme lobo me causó gran temor.
De pronto, el muñeco comenzó a derramar lágrimas de sangre de sus pétreos ojos, a continuación se vio salir de un agujero en la boca del muñeco un escorpión látigo, el arácnido trepó con rapidez por su rostro y enseguida se introdujo en el ojo izquierdo del muñeco. Sin embargo, en aquel punto donde se había metido no había ningún hueco por el que pudiera haber entrado así como por donde pudieran haber salido las lágrimas de sangre. Sabía que algo similar había visto en el cuadro de un niño llorando que mi mente alcanzaba a recordar. 
Todo era tan surreal. Caminé rápidamente intentando encontrar la salida, antes de que el arlequín me encontrara a mí. 
De repente, a lo lejos pude divisar unos diez círculos del símbolo del árbol cabalístico formándose como si unos dedos invisibles los dibujaran con sangre en la puerta de la sacristía. Corrí hacia aquel lugar rápidamente y entré enseguida. Había saltado a otro lugar, y ahí adentro se encontraba otra imagen, era la efigie de un personaje con sombrero negro cubriéndole la cabeza, con ropa estilo europeo y de su boca salía un puro sin consumir y a pocos centímetros de él bajo sus pies había docenas de velas encendidas.
De repente, el canto de las voces infantiles en un eco espectral volvió a manifestarse, pero ahora, acompañadas con la música melancólica de una ocarina.
Volvía a sentirse aquella presencia oscura. Los dedos con enormes garras de las manos negras de aquel demonio volvieron a hacerse presentes y sujetaban el rostro de la imagen desde atrás. El arlequín yacía oculto detrás de la efigie, envuelto en la oscuridad. La luz de las velas no lograba alumbrar su siniestro rostro. 
Me había percatado que no cualquier puerta me conducía a saltar a otro sitio. Se necesitaba el símbolo cabalístico marcado en la puerta para que está lograse abrir y activar el mecanismo que permitiera el salto. 
No me tomó mucho tiempo en percatarme del símbolo en la trampilla de acceso al suelo que yacía debajo de la efigie que era usada especialmente para resguardar las botellas de vino en una bodega circular las cuales estaban diseñadas para mantener el vino a la temperatura perfecta. El arlequín derribó la efigie apartándola de la trampilla y de su camino en el acto, y entonces saltó hacia mí. Rápidamente me arrojé al suelo mientras el demonio pasaba arrojándose por arriba de mi cabeza al intentar atraparme. A continuación, me deslicé en el suelo, abrí la puerta rápidamente y salté de cabeza. No obstante, el arlequín logró agarrarme del pie. 
Mi cuerpo cruzó verticalmente de cabeza a través de la puerta y aterrizó horizontalmente bocabajo al entrar al siguiente lugar, el espacio dio un giro al igual que la gravedad y lo que antes era arriba y abajo se volvieron izquierda y derecha. La puerta se cerró abruptamente rebanando la mano del demonio en el acto.
El siguiente sitio era una bóveda que resguardaba tres objetos de valor inconmensurable. El primero se trataba de una pequeña caja de madera para almacenar vinos, el segundo era una especie de ánfora plateada y el tercero se trataba de un huevo de oro amarillo que se asentaba sobre su propio pedestal dorado de piedras preciosas con patas de león. La mano cercenada del demonio había desaparecido, e inesperadamente, el arlequín apareció de pie cerca del invaluable huevo y tenía ambas manos sobre él. El huevo bañado con la sangre negra del arlequín se oscureció y adoptó la apariencia de una ocarina negra con misteriosas inscripciones y trazados de un color rojo como si se tratara de un antiguo mapa. Sin perderlo de vista, caminé de espaldas lleno de temor hasta topar con algo. Me di la media vuelta rápidamente y frente a mí hallé en la pared un enorme cuadro de una niña llorando. La imagen del cuadro de un payaso aterrizó en mi mente. El arlequín corrió hacia mí. Ipso facto, tomé el gran cuadro de una de sus esquinas y lo desprendí de la pared tirándola sobre el demonio. El cuadro cayó pesadamente encima del arlequín descolocándole la clavícula en el acto. Afortunadamente detrás de la pintura encontré una puerta marcada con el símbolo rojo. Sin miramientos me apresuré a entrar. E inesperadamente, una mano negra con garras me tomó del cuello y me jaló hacia adentro. La oscuridad al otro lado eclipsó mi mente y luego pude al fin abrir los ojos. 
Aquello terminó como una pesadilla que quedó encerrada tras la puerta a mi espalda. Al entrar al edificio me encontré en el recibidor a una niña con una muñeca de trapo en sus manos, su rostro me era familiar, tenía una piel blanquecina, al igual que su cabello, y ojos rojizos. 
El interior del edificio tenía el aspecto de un antiguo convento, era como una réplica exacta del orfanato Hamelín.
Aquella niña albina se detuvo, movió la boca y habló antes de que yo diera el primer paso:
-Quítate los 
zapatos-. Obedecí a su petición. Pues quería ganar su confianza para que con su ayuda pudiera encontrar la salida. Sin embargo, era yo el que no confiaba en ella. Visiones como experiencias de alguna vida pasada me gritaban aconsejándome que no era buena idea confiar en niñas pequeñas.
-¿Qué fue aquello?- Pregunté. Enseguida la niña contestó:
-Acabas de pasar a través del árbol de la vida. De tú vida. Debías saltar de círculo en círculo hasta el último con los ojos cerrados, teniendo cuidado de no caer en cualquiera de las dos trampas. Pisar las líneas rojas o el círculo en el cual yace enterrado una lanza hubiera significado la pérdida de tu pierna y el fin del juego-. 
No había entendido lo que ella decía hasta mirar atrás y percatarme del símbolo cabalístico marcado, no en la puerta, sino en el suelo al pie de la puerta. Había pasado a través de los círculos místicos estando dormido y sin darme cuenta había llegado hasta el final de un peligroso juego, cual si fuese un sonámbulo recorriendo un campo minado.
Sin embargo, aquellos lugares que visité aún seguían siendo ajenos a mi memoria pese al haber tenido esas terribles visiones, pues sentía que había sepultado mis recuerdos y con ellos mis emociones. 
-¿Podrías decirme cómo salir de aquí?-. Pregunté con cautela.
-Para salir deberás encontrar el huevo y destruir lo que yace en su interior, pero ten cuidado del conejo-. Dijo la niña. Inesperadamente Arlequín apareció detrás de mí y me lanzó con un potente golpe a la espalda. Caí boca abajo mientras Arlequín corría hacia mí para acabar conmigo. Enseguida, un objeto destelló en uno de los bolsillos de mi chaqueta. Era un rosario de oro blanco que irradiaba un aura de luz la cual comenzaba a adoptar la silueta delgada de una mujer. De pronto, una mujer con el uniforme de una enfermera color negro apareció y atacó con un bisturí en la mano al cuello del Arlequín como un ángel guardián. El Arlequín recibía los ataques de la enfermera quien blandía el escalpelo a gran velocidad hundiéndolo en varias partes vitales del cuerpo del demonio, pero ninguno de los mil cortes que le brindaba lograba inmutarlo. Sus heridas se cerraban tan pronto apenas el bisturí salía de él. 
Hasta que, de imprevisto, logró tomarla de la muñeca de la mano derecha con la cual tenía el escalpelo y la acorraló brutalmente contra la pared. 
No sabía lo que significaban las palabras de la niña. Era como si quisiera que jugara aquel juego de la celebración de la pascua cuyo significado era la persecución de Herodes y la matanza de los inocentes. Si los huevos significaban los niños entonces, según mis suposiciones y la experiencia de aquellas visiones, el huevo que había que destruir era la niña. Entonces, mientras esas ideas pasaban fugaces por mi mente, vi aquella ocarina que pendía atada al cinturón del Arlequín quien sostenía del cuello a la enfermera de negro, y tuve aquel recuerdo de un valioso huevo dentro de una bóveda siendo convertido por la mano de un demonio en un instrumento musical de viento.
-¡Hey tú imbécil!-. Espeté. 
El demonio giró la cabeza para verme al tiempo que las puntas de su sombrero se movían como orejas de conejo. Entonces, impulsado por la adrenalina, con un salto giratorio y con el cuerpo en horizontal en el aire, pateé a su rostro provocando que la máscara del Arlequín saliera volando. El Arlequín apartó sus negras manos de la enfermera y enseguida se cubrió el rostro con las manos como tratando de impedir que descubriesen su identidad. Aproveché el momento y le arranqué la ocarina de su cinturón. Y con fuerza la arrojé contra el suelo para destruirla. No obstante, parecía hecha de acero. Algo dentro del Arlequín comenzó a emerger rápidamente hasta abandonar su cuerpo cual si fuese una mera bolsa vacía de piel muerta y negrecida. Aquello era un escarabajo aserrador arlequín tres veces del tamaño del anterior demonio, el cual tenía un patrón de colores negro, rojo y amarillo verdoso en la cubierta de sus alas. En el lado del tórax contaba con puntiagudas espinas y al ser atrapado por las alas, el movimiento de su abdomen producía un tétrico y característico ruido, ambos usados para provocar miedo y terror en sus enemigos. 
Tenía unas huesudas, enormes y largas patas delanteras, unas largas antenas semejantes a látigos negros, así como las órbitas oculares vacías e iluminadas con llamas de diversos colores y emanaba un aura maligna de su cuerpo.
El escarabajo arlequín alargó rápidamente su brazo para intentar atraparme. De inmediato tomé la ocarina y corrí descalzo alejándome de la gigantesca criatura. El brazo del monstruo alcanzó mi pie derecho. Enseguida, arrojé la ocarina hacia la enfermera y ella lo atrapó en el acto entendiendo lo importante que era destruirlo. El monstruoso insecto me arrojó de improviso contra la pared y emprendió su persecución contra la enfermera. Mi espalda había golpeado contra la pared con gran fuerza y caí en el suelo boca abajo escupiendo sangre por la boca. Vi la ocarina caer cerca de mí. Mientras tanto, el escarabajo arlequín había atrapado el cuello de la enfermera con su larga extremidad. Tomé la ocarina nuevamente y emprendí la huida. Sin embargo, no logré avanzar mucho ya que el escarabajo había logrado sujetarme también del cuello, me sentí paralizado apenas me había tocado. No podía moverme aunque quisiera. Todo estaba perdido.
La ocarina cayó al suelo y rodó hasta detenerse en uno de los círculos cabalísticos marcados en el suelo mientras la enfermera y yo comenzábamos a ser estrangulados para posteriormente ser devorados por la demoníaca criatura que ya abría sus fauces frente a nosotros. 
De pronto, el círculo del suelo se abrió y una lanza plateada emergió abruptamente destruyendo la ocarina en el acto. Los trozos negros de la ocarina se convirtieron en brillantes pedazos de cáscara de un huevo dorado, y atravesado en la punta de la lanza yacía una pequeña y repugnante larva de escarabajo Arlequín. Aquello se retorcía de dolor y chillaba hasta convertirse en polvo negro. 
El monstruo también comenzaba a desintegrarse hasta convertirse en cenizas y descubrir en el acto el cuerpo inconsciente de un hombre anciano. La enfermera también había desaparecido, de pronto escuché una voz susurrar a mi oído:
-Como me gustaría seguir viviendo, seguir mis sueños y amar a alguien. Lamentablemente ya estoy muerta-. 
Sentía una profunda tristeza sin saber por qué. Tal vez porque no tuve la oportunidad de agradecerle a ese misterioso ángel el haberme salvado.
A continuación, subí por las escaleras y recorrí el lugar en busca de la niña albina hasta que la encontré corriendo por un pasillo sombrío y la ví meterse tras una puerta la cual decía en letras de colores "cunero B". 
Entré enseguida detrás de ella. Lo que presencié al entrar ahí fue algo terrible e inenarrable y peor que todo lo antes visto hasta ese momento. Dentro del lugar habían seres altos disfrazados con perturbadores botargas de muñecos infantiles de animales de circo que observaban inmóviles, cual centinelas, a pequeños bebés con variadas deformaciones en sus pequeños cuerpos, bebés con cola vestigial, bebés con microcefalia, bebés con Fetus in fetu, bebés con síndrome de proteus, bebés con síndrome Arlequín y demás malformaciones genéticas graves, pero los peores eran los que parecían ser una especie de Ooteca para huevos de insectos con forma de cuerpo de bebé que al eclosionar expulsaban miles de pequeñas termitas que rebosaban de las cunas donde yacían acostados. La plaga de termitas caminaba por las paredes y el suelo formando las palabras con sus diminutos cuerpos: "Sanguinis hostia expiabit".
De pronto, vi algo que parecía ser el cuerpo de un adulto cubierto con una sábana gris en el suelo en medio de la sala.
Los fuertes y amenazantes ladridos de unos perros a cada esquina de la infernal sala desviaron mi atención y despertaron en mí un miedo desconocido, se trataban de un par de enormes perros Terranova conocidos como la raza San Bernardo de las aguas. Ambos perros resguardaban la salida.
Alguien se hallaba de pie al otro lado de la gran sala y comenzaba a caminar hacia mí. Los perros negros me impedían salir corriendo.
Aquella estaba cubierta con un hábito negro de religiosa el cual se quitó mientras caminaba lentamente, descubriendo poco a poco un cabello desgreñado y largo de una anciana cubierta de musgos. Sabía que había visto su rostro antes aunque no con toda certeza. 
-Felicidades joven Ulysses, ha pasado usted la prueba, ha vencido a mi Arlequín, el comodín de la reina. Y ha llegado a tiempo para la función del lago de los cisnes donde usted será el protagonista en esta nueva versión de esta gran obra. Sin embargo, veo que ha olvidado su papel. Las emociones generadas de sus recuerdos es lo primordial para que la función pueda continuar pero, aún después de haber recorrido el árbol de tu vida, tu mente aún rehúsa a recordar. Sin el odio de tus memorias que yace en tu corazón no podrás completar tu propósito.
¿Quieres ser libre y alcanzar la catarsis?; el precio a la libertad esta en recuperar tu memoria y con ella tu dolor.
Pero no te preocupes, te devolveré tu sufrimiento incluso si lo olvidas, el recuerdo aún permanece grabado en tu interior.
La religiosa se detuvo a pocos pasos de mí. 
-Oh cariño, veo en tu rostro que estás hundido en un mar de preguntas sin respuestas. Empezaré por revelarte quién soy yo. Mi nombre es Beatriz Bauer, bueno, al menos ese es la identidad que tomé después de que cerrara el orfanato Hamelín por culpa tuya, donde yo era conocida como la madre superiora Minerva. Sin embargo, ninguno de esos nombres es mi verdadero nombre. Algunos me llaman Belle Infernal, Señora Barbazul, Reine des termites, o la Reina de Espadas, pero mi verdadero nombre es Belle Sorenson Gunness y soy una Meiga Alfa del clan Magoi y también soy la titiritera del Arlequín quien era el personaje de mi obra. 
El Maese Hellequín según una leyenda pagana, era el encargado de conducir la cabalgata de los aparecidos. Era el demonio encargado de guiar a los muertos. De este demonio se deriva la palabra Arlequín así como de Hell King, Rey del infierno.
En un texto que fue escrito aproximadamente durante la Segunda Cruzada se relata su leyenda; y Hellequín se describe como un gigante. Así pues Arlequín es un personaje nacido de creencias populares relativas al infierno, es un ser astuto y saltimbanqui dado que pretende remontarse a su origen a un diablo o un duende. Pero el Arlequín que mataste en su fase Imago es en realidad Erlengönig y es un duende de las mitologías nórdicas que en su forma primigenia es una larva lemuriana que necesita de un huésped para poder encarnar en el mundo. 
En los carnavales la nobleza se disfrazaba y enmascaraba para mezclarse de incógnito con el pueblo como lo hacen los Arcontes con los humanos, es así como Arlequín usaba disfraces para pasar desapercibido.
El Arlequín es una poderosa entidad. Una especie de muerto viviente quien adquirió la inmortalidad al separarse el alma de su cuerpo a través de la necromancia.
Las Meiga Omega son incapaces de escapar al paso del tiempo y de la muerte. Sus cuerpos mortales y sus necesidades biológicas son un obstáculo que les impide alcanzar el auge de su poder.
Algunas de ellas resolvieron este inconveniente, transformándose en Ossa Magi. 
De esta forma, ni el hambre, ni el sueño, ni las enfermedades las distraerían del estudio de la taumaturgia y de la muerte, convirtiéndose en fuertes y mortíferas Meiga Alfa.
El procedimiento para convertirse en un Ossa Magi es el siguiente: primero debes preparar tu propia muerte a través de una poción venenosa, pero antes deberás crear un objeto fetiche, donde depositarías tu alma durante el ritual. Esto terminaría separando el cuerpo de tu alma.
Tu cuerpo será reanimado por el poder del ritual, que también permitirá al Ossa Magi recién creada mantener la inteligencia y las habilidades previas a su muerte. 
El cuerpo del Ossa Magi puede recibir ataques mortales, pero continuará levantándose mientras su alma esté a salvo en el objeto de fetiche. 
Dado que es la fuente de su energía y poder, debe mantenerse en un sitio seguro, pues solamente la destrucción del objeto puede aniquilar al Ossa Magi.
El fetiche es un contenedor realmente maravilloso y especial debido a la función que ejerce, y puede ser cualquier objeto que consideres seguro para depositar tu alma. 
Lo más sensato es elegir un objeto que pase desapercibido, como un monedero o una bolsa de cuero, pero también puede ser algo más lujoso y deslumbrante, como un medallón, una piedra preciosa o un baúl. 
Hice que el Arlequín sufriera la transformación Ossa Magi contra su voluntad.
Pero primero, requerí que consumiera un brebaje letal. 
Esta poción causó la muerte instantánea del huésped; a continuación, su espíritu fue transferido a una filacteria.
Después de eso, el cadáver resucitó con la fuerza espiritual del Ossa Magi.
Te preguntarás para qué usé a un ser tan hostil, perverso y peligroso.
Porque para poner un alto a tanta maldad es necesario que un demonio más malvado les muestre lo que es el verdadero infierno. Es momento de que te enteres y recuerdes de una vez por todas lo que hacen aquellos seres inescrupulosos en la tierra y por qué la venganza debe cumplirse.
Los incendios en las áreas protegidas en la Reserva de la Biosfera Maya son a causa de los humanos que operan en el área que así como los ganaderos y los agricultores abren claros en la vegetación, queman los árboles, para que las cenizas aporten fertilidad al suelo y así poder plantar su preciada droga. En los últimos 20 años han desaparecido gran cantidad de ríos y lagos por todo el mundo a causa de la deforestación y si esto sigue así el lago Atitlán también desaparecerá. 
El lago Atitlán es el lago donde se han producido el mayor número de ahogamientos cada año, según muchos testigos sobre todo los lugareños creen que la causa es que el lago está maldito desde hace aproximadamente 200 años. La historia contada por los pobladores originarios es que una gran cantidad de infantes se perdieron allí, uno tras otro hasta que no quedó ningún niño en la aldea, la desesperación fue tan terrible que pidieron ayuda a Maximón para que liberase las aguas del lago, Maximón les pidió que todos los recién nacidos fueran arrojados de noche para liberar el mal concentrado de sus aguas y así lo hicieron. Muchos siglos atrás se dice que veían a Maximón transformado en una especie de chacal enorme que se colocaba en el pecho de la gente que dormía, dificultando la respiración y provocando angustia y pesadillas a la gente que no le rendía culto, por si fuera poco, dicho ser también tenía relaciones zoo-sexuales consensuales con mujeres a quienes las hundía en la melancolía después de haberlas dejado. Su aspecto era como de un bello animal, de firme musculatura, extraordinaria fuerza, y un gran y negro pelaje con una apariencia muy similar a la de un enorme perro con patas de acero. Se dice que él fue el verdadero creador del lago.
Y se cree que a pesar de hacer los sacrificios que se les pedía, sólo empeoró más las cosas.
El lago Atitlán sigue reclamando sacrificios hasta el día de hoy. Según cuenta la gente, es la bruja que está en la isla de la orquídea negra reclamando niños como sacrificio para no seguir ahogando a los hombres que se acerquen al lago y dejarlos pasar. 
Pero detrás de todo esto están las élites manejadas por los Arcontes, la desaparición y el tráfico de personas, las redes de pederastia, el tráfico de órganos que está detrás de las muertes y desapariciones de los niños y adultos de sangre no pura que a través del Bohemian Lake cruzan disfrazados como judíos.
Y sobre todo, el culto de Pandora quienes fueron los Autores intelectuales en el secuestro y matanza de niños indígenas y judíos.
Los ladinos culpaban a los judíos de la desaparición de sus hombres y niños quienes se ahogaban según por una maldición judía sin saber que los verdaderos culpables eran la doble S y el culto de Pandora. Ellos son los que estaban detrás de la máscara del verdugo.
Todo comenzó cuando Pandora mientras buscaba fertilizante natural para los cultivos del viñedo de su hermano, encontró una ánfora que contenía unos manuscritos así como también halló enterrada en el jardín de su casa una urna con las cenizas de su padre, las cuales guardó en una caja para vinos, los manuscritos eran instrucciones de tortura para los niños que tenía confinados en su residencia. Este era el primer nivel del proyecto Monarch "El ritual". 
Te contaré una pequeña historia. Los japoneses siempre han gustado del pescado fresco. La escasez de peces les obligó ir mar a dentro. Pero mientras más lejos iban, más eran los días que les tomaba regresar. 
Ellos podían percibir la diferencia entre el pescado fresco y el congelado, siendo este último de su poco agrado. Por lo tanto, este se tenía que vender más barato.
Las compañías instalaron entonces en los barcos tanques para los peces para mantenerlos vivos. 
Pero después de un tiempo los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban aburridos y cansados, aunque vivos. Los consumidores japoneses también notaron la diferencia del sabor, porque cuando los peces dejan de moverse por días pierden el sabor fresco.
Las compañías pesqueras pusieron entonces dentro de los tanques con los peces un tiburón pequeño.
Los peces fueron desafiados. Tenían que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque, para mantenerse vivos. El tiburón se comía algunos pero el resto llegaban muy frescos. De esta misma forma los Arcontes cosechan a los humanos. Los Arcontes son las sociedades secretas y cripto-grupos que dominan el mundo utilizando una realidad creada para aprisionar a los humanos. Los Arcontes se alimentan y obtienen placer de la energía mental que emana el ser humano cuando se encuentra en estados alterados de conciencia causados por emociones negativas como dolor, angustia o terror. Y un humano sin estás emociones se asemeja a un pez congelado y sin sabor. Para ellos es necesario un tiburón que motive a los humanos estar siempre frescos. 
Los Arcontes Omega utilizaron a Pandora como el tiburón de un grupo selecto de niños como un sitio del proyecto Monarch el cual se hizo pasar como una secta. Se rendía en su casa el culto a Maximón como antes se hacía en la isla de la orquídea negra. Y de esta forma la mantenían vigilada hasta que ella engendrara al nuevo mesías. Lamentablemente para ellos engendró a una niña. Y así fue como el segundo hijo de Héctor Kedward, pasó a ser el vehículo por el cual el jinete del caballo negro regresaría. Pero para su mala suerte, Pandora y el niño desaparecieron. 
Nadie sabe dónde están, nadie excepto yo.




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