Zigor

DOS

Ayer mi madre y yo llegamos a Lonesboro, a decir verdad es un lugar un poco aburrido pero muy tranquilo así que decidí salir a correr.

Son las 8:23 am y el sol está en su máximo esplendor, me puse mis auriculares y comencé a trotar, las personas me veían raro y otras me daban los buenos días.

Corrí por unos cuantos minutos perdida en mis pensamientos y con la música a el tope, no me di cuenta cuando un auto deportivo clásico de color negro iba a toda velocidad, pasando a lado de mi casi atropellándome haciendo que caiga a un lado para evitar que me golpee con el auto.

–Idiota– digo entre dientes poniéndome de pie, sacudiendo la tierra de mis manos y de mis piernas.

El auto baja la velocidad y logro ver por el retrovisor del auto como el conductor veía a mi dirección analizando si estaba bien. Pude ver unos ojos gris claro como nunca los había visto, los ojos del conductor estaban analizándome pero el tipo no tuvo la decencia de bajar a preguntar si estaba bien, solo se quedó ahí para después irse.

Yo me quede parada ahí como una estúpida sin saber qué hacer, lo único que me pasaba por la mente eran esos ojos tan penetrantes que te daban la sensación de que ha visto hasta mis pecados más oscuros y vaya que eran muchos.

Salí de mis pensamientos y decidí regresar a casa, cuando iba a dar mi primer paso de regreso me percaté de que tenía un raspón a un costado de mi pierna izquierda Genial lo que me faltaba, decidí caminar a paso lento, estaba muy cansada y ese tipo casi me atropella así que eso fue suficiente motivo para no correr de regreso.

Al llegar a casa vi a mama terminando de sacar las cosas de la mudanza y limpiando los objetos que se llenaron de polvo.

– ¿Cómo te fue? –dice con una sonrisa–¿Qué te paso? –dice viendo mi raspón en la pierna.

–Un idiota que no conoce sobre los límites de velocidad casi me atropella, eso pasó–conteste con irritación.

–Deberían tener más cuidado y tú–dijo apuntándome – debes correr arriba de la banqueta. Yo solo rodee los ojos y niege con la cabeza mientras le sonreia.

–Voy a darme un baño, ya vuelvo– le digo a mi mama dándole la espalda para ir a mi habitación.

–Claro, baja cuando termines. Tengo que hablar contigo.

Al salir del baño bajo directo a la sala para ver a mi madre. Al llegar la veo sentada en un sillón leyendo una revista.

–Que pasa ma– dije sentándome en el sillón que está  al frente de ella. Ella levanta la vista para verme y suspira.

–Es sobre mi trabajo Dom.

–¿Qué pasa con tu trabajo? –pregunte.

–Veras Dom... tu sabes que acepte este trabajo para cambiar de aires y comenzar una nueva vida. –dijo ella a lo que yo solo asentí sin saber a qué venia todo esto. –Bueno... yo no contaba con que este trabajo me consumiría todo el tiempo, entrare temprano por la mañana y saldré en la madrugada, también me iré algunas veces de viaje. Vas a pasar mucho tiempo sola y no quiero que pienses en algún momento que esto lo hago para estar lejos de ti – tomo mi mano y siguió –Tu sabes que esto lo hago por un bien para nosotras, para ti.

Nos quedamos un momento en silencio, mi mama estaba expectante en mi respuesta. Yo solo sonreí y asentí.

–No tienes por qué preocuparte, se que lo haces por nosotras y que es para un buen cambio. Estaré bien, te lo prometo – le di una sonrisa de lo más sincera.

–No sabes cuánto me alegra eso.

Me dio un abrazo y un beso en la mejilla, estaba por subir las escaleras cuando mi madre me habla.

–Ah y recuerda que ya estas inscrita en la escuela, comienzas el lunes.

Oh... diablos.




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