Zion

Capítulo seis

«Al parecer cada palabra que salía de mi boca para ser un hecho, se cumplía. Tendría que aprender a no declarar cosas negativas, ¿eh?».

 

Capítulo seis

 

¿Dónde estás?

Pasé los dedos por la hoja y leí: «cambio de planes, los padres de Pam se recuperan y deciden mudarse cerca de Georgia». Revisé los cambios anotados y no faltaba ninguno; todo lo que había modificado estaba en el papel.

—¿Ya soy bienvenida en tu casa? —Pam alzó una ceja y yo cerré el cuaderno mientras me seguía en el camino hacia mis padres ficticios.

—Siempre lo serás, prima. Perdón por lo anterior, estoy nerviosa por el primer día de clases, eso es todo. Tú sabes que mi casa es tu casa.

—Bueno, ya está. Estarás con nosotros una semana. —Katherine tomó su taza de café.

—Gracias, tía. —Pam me miró—. ¿Lista, Peach?

—Sí. —Tomé la mochila y me despedí de los Todd.

—Chico lindo tres asientos más adelante. —Fue lo primero que dijo mientras yo me ponía los audífonos.

Iba a cambiar el rumbo de las cosas. Después de todo, si algo no me gustaba, podía reiniciarlo.

—No me importa, tengo cosas más importantes que hacer.

—¿Eh? —Pam me quitó uno de los auriculares y yo la miré—. ¿Tú? Georgia, ¿y nuestra lista de chicos lindos? ¿No es importante?

—En realidad... No. —Reí y volví a la música.

—Sinvergüenza —murmuró mientras yo buscaba qué canción escuchar.

Unos minutos después, decidí bajar en la estación anterior y caminar hacia la escuela para no cruzarme con Shawn. Mi prima dijo que estaba loca y que de ninguna manera me seguiría para hacer más esfuerzo físico del necesario. Así que era yo contra mi mundo.

Al llegar a la escuela, Pam me estaba esperando en la puerta de mi casillero con una cara de pocos amigos (y lo cierto es que tampoco tenía muchos amigos).

—Hola.

—Ya estoy aquí, no llores más. —Guardé mis cosas, de nuevo, y ella lo cerró.

—Pesada, me voy a clases.

—Te quiero. —Alargué y me despedí mientras entraba a la sala, pero me encontré con la espalda de alguien—. Perdón.

—No pasa nada. —Shawn me miró sonriendo de lado y un gran «¡Oh, por favor!» surgió en mi mente.

—Permiso. —El chico se movió y pasé por su lado para sentarme en la primera fila.

—¿Ya puedo empezar mi clase? —preguntó el profesor mirándonos, yo asentí contemplando la carpeta y Shawn decidió sentarse junto a mí—. Muchas gracias, qué amables son.

Si Shawn se empecinaba en aparecer, haría que fuera un buen personaje.

Saqué el cuaderno, tapando lo que escribía por si se le ocurría leer:

 

 

Nota:

Cosas para Shawn:

Nada de acoso.

Que no aparezca mágicamente cerca de mí (no más sustos).

No entrar a casa sin permiso.

No más «eres mía».

Espacio personal.

 

Shawn empezó a toser y sacó un cuaderno.

—Uhm, disculpa... ¿Tienes un lápiz que no vayas a usar?

—Sí, claro. —Abrí mi bolso y le entregué el lápiz antes de guardar el cuaderno especial y sacar el de clases.

—Gracias.

Pasaron varios minutos mientras el profesor hablaba. Shawn ni siquiera giraba a mirarme y empezaba a resultar extraño.

—Trabajen con su compañero de banca, necesito que resuelvan las preguntas de la segunda página, obviamente deben leer el texto antes. Tienen quince minutos. —El profesor sonrió y fue a sentarse. Ya faltaba poco para que terminara la clase.

—¿Te parece si leemos el texto por separado y luego resolvemos las preguntas uniendo ambas opiniones?

Estuve de acuerdo. Lo cierto era que Shawn estaba dándome el espacio que quería. Eso era bueno.

Unos pocos minutos después, me dirigí a él.

—¿Terminaste? —me preguntó.

—Sí.

—Soy Shawn, lo digo porque... Bueno, sería mejor conocernos antes de intercambiar opiniones y...

—Soy Georgia. Un gusto, Shawn.

—Igualmente. —Sonrió y me acerqué para ver el libro.

—Mira, la primera pregunta dice que cuál es nuestra opinión sobre la situación de la protagonista del reportaje.

—Yo creo que es algo relativo, principalmente porque la juzgan y claramente no hay razones de ello. Solo deciden que está mal porque no está dentro de los cánones de belleza impuestos por la misma sociedad. Me parece que está en todo el derecho de presentarse al concurso que quiera, sin importar cómo se vea.

—Yo... Creo que tienes razón.

—¿Nada que añadir? —quiso saber, a lo que negué. Ambos sonreíamos.

—Me parece que lo dejaste muy claro. No es justo que le hayan negado la entrada al concurso de canto porque «daba mal aspecto», como decían esos tipos.

Entonces empezamos a escribir respuestas, compartíamos opiniones y en poco tiempo habíamos resuelto todo.

—Ya está.

—Me alegra haberme sentado contigo, Georgia. Fuimos un buen equipo.

—Sí, opino igual. —Sonreí jugando con mis dedos y el profesor levantó la mano.

—Si ya terminaron, pueden salir del aula. Dejen los libros en mi escritorio y vayan al receso. Oí que hay pizza, si se la terminan cuando yo haya llegado, los castigaré a todos —bromeó al recibir mi libro.

—¿Con quién almorzarás? —preguntó Shawn mientras salíamos.

—Con mi prima... Me está esperando allá —mencioné señalando con la cabeza. Pam estaba del otro lado del pasillo y parecía que me iba a preguntar demasiadas cosas.

—Eh... ¿Su cara es así siempre?

—No, creo que... Seguro le duele algo.

—Claro, bueno... Te veo luego, Georgia.

—Sí, adiós. —Me despedí con una sonrisa y caminé hacia Pam, quien antes de decir algo, cambió la expresión por completo y se tocó el estómago.

—¿Pasa algo?

—Me duele mucho.

—¿Qué? ¿Comiste algo raro?

—No, siento una gran presión aquí. —Se quejó señalando donde le dolía.

Oh, rayos, mi culpa. ¡Había sido mi culpa!




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