Zion

Capítulo once

«No es tuya, ella es suya y de nadie más. No es un objeto, no te pertenece».

 

Capítulo once

 

Bueno, hablo yo

—¿Y oíste lo que dicen de ella?

—Dicen que no pasó a mayores, pero ¿en serio lo crees?

Alcé un poco la cabeza y presté atención a lo que decían desde el baño.

—Claro que no, es Shawn. Nadie se podría resistir a él —habló riendo, como si fuera algo increíble.

—Le haré mucho daño si ellas están hablando de mí —susurré y Pam me miró.

—¿Qué?

—Están diciendo cosas sobre Shawn y una chica. —Pam alzó una ceja y la vi prestar atención también.

—Aunque podría ser verdad, ¿no? Anda siempre con ese raro el cual nadie sabe de dónde salió.

—Está hablando de Alec. ¡Solo yo puedo decirle «el raro»!

Reí con suavidad al oír a Pam y suspiré.

—Es suficiente, ven. —Entré al baño seguida por mi prima y sonreí abiertamente—. Hola —saludé mientras me lavaba las manos.

—Oh, hola, Georgi —sonrió una de ellas mientras Pam ya las había golpeado con la mente.

—Soy Georgia.

—¡Lo sé! Pero eres Georgi, de cariño.

—No me gusta, mi nombre es Georgia. Y en todo caso, no le tienes cariño a alguien de quien hablas mal mientras no está presente. Aunque, claro, yo estaba presente, solo que no lo sabías.

—No sé a qué te refieres. —Se miró las uñas e intentó salir. Pero mi pitbull personal, es decir, mi prima, la detuvo, y la otra que iba a seguirla se quedó quieta.

—Oye, no quiero problemas.

—Yo tampoco, así que no estés hablando de la vida de la gente y vive la tuya.

—Permiso —pidió intentando pasar, entonces asentí en dirección a Pam y ambas pudieron irse.

—Prima, eres increíble. Jamás te había oído hablar así.

—Lo sé, esta vez siento... el poder. —Reí internamente por ese chiste y rodeé su hombro.

—Tenemos clases.

—Yo no, el profesor no vino, así que me voy a casa.

—¿Y yo? ¿Con quién me voy?

—Con tu amigo, el raro. —Guiñó el ojo y salió del lugar.

Me miré al espejo y giré un poco la cabeza a la izquierda. Esa no era yo. Y lo sabía, por supuesto. Pero Georgia era tan bonita. Cuando regresase a mi «vida real», extrañaría verme como ella.

Entonces la idea vino a mí: si esas tipas estaban hablando de nosotros, Shawn había dicho algo.

Definitivamente hablaría con él. Las clases de Biología se daban siempre, ya regresaría la siguiente semana.

—¿Qué pasa, nena? ¿Tienes miedo? —Oí su voz cerca y empecé a caminar.

—Déjame en paz, Shawn —habló Alec y sentí mi corazón palpitar. ¿Y si le hacía algo?

—Te dije que te alejaras, ¿no me escuchaste?

—Te escuché perfecto, pero no tengo por qué hacerte caso.

—Mira, niñito. Ella es mía.

—Antes que nada, deja de usar palabras como «nena» o «niñita» hacia mí de forma despectiva. Conozco niñas mucho más fuertes e inteligentes que tú, alcornoque. Y segundo, Gia no es tuya, ella es suya y de nadie más. No es un objeto, no te pertenece. Así que, si vas a golpearme, hazlo de una vez, per...

Y oí un golpe que me alarmó. Entré corriendo y solo pude ver a Alec tirado en el suelo con una mano en el rostro.

—¿¡Se puede saber qué tienes!? —le grité empujándolo y me arrodillé al lado de Alec—. Ay, no.

—Oye, Georgia...

—Vete de aquí, Shawn. No vuelvas hasta que seas una mejor persona. Y lo digo en serio, si no vas a mejorar, no vuelvas.

—Nena, yo...

—¡Lárgate! —grité, de inmediato desapareció y Alec me miró.

—Sigo pensando que es extraño, ¿Shawn también es un androide?

—Eres un tonto. —Reí, ayudándolo a levantarse.

—Sí, estoy bien. No te preocupes, eh.

—Vamos a enfermería, ellas te pondrán hielo o algo.

—Estoy bien, no es necesario. Shawn no pega tan fuerte —habló en tono interesante y apoyé mis manos en la cintura.

—Debí entrar cuando los oí por primera vez, tal vez no te hubiera golpeado. Lo siento...

—Claro que no. No es tu culpa que él tenga una personalidad tan... así.

De hecho, sí. Lo era.

—Me siento culpable y no sé cómo explicarlo. Perdóname...

—Hey. —Buscó que lo mirara persiguiendo mis ojos—. No es tu culpa.

—Es que, en serio, sí lo es. —Lo miré fijo, intentando no ver sus labios. Estaba demasiado cerca.

«Concentración. Seriedad. Concentración».

—Que no lo es, Gia. —Tocó mi mentón e hizo que lo vea.

—¿De qué estábamos hablando? —pregunté mirándolo a los ojos.

—De historia del arte.

—¿Sí?

—No, pero es asombrosa —susurró acercándose más a mí.

Entonces no pude más y lo besé. Enrollé mis manos alrededor de su cuello mientras él tocaba mi espalda... Pero recapacité y puse distancia entre ambos.

—Lo siento. —Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos.

Estaba besando a alguien irreal... No sabía si estaba bien o mal, en verdad no sabía nada.

—¿Bromeas? ¿Por qué te disculpas? —Tomó mi rostro entre sus manos—. ¿Estás bien?

—En realidad, no. No sé qué me pasa. —Reí tomando aire y me alejé un poco—. ¿Podríamos ir al tópico para que te revisen la cara y olvidar lo que pasó por al menos unos días hasta que sea inevitable hablarlo?

—Eh, ¿sí?

—Genial. —Tomé su mano y lo hice caminar hacia donde estaba la encargada del tópico.

El golpe sí fue leve, así que Alec no tuvo mucho problema con la enfermera. Lo raro fue que no vi más a Shawn.

Pero mi problema inició cuando en lo único que pensaba era en cómo reaccionaría Alec si le contaba. ¿Me creería? ¡Nadie me creería algo así! Y lo peor es que cada día nos volvíamos más cercanos. Demasiado.

—Okey, tienes que saber que está un poco loca, ¿sí? —habló en la puerta de su casa.

—Alec, es una gallina. Abre la puerta.

—¡Pero está loca! —intentó explicarme mientras abría.

—Tú también y nunca digo nada —comenté entrando junto a él.




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