Zireh - Los Diez Sellos

LA ERA DE LOS ELEMENTALES

Por muchos años, los Daimon gobernaron Jawzaisa con mano dura, injusticias y muy pocas veces, algo de bondad; hasta la llegada de «los Elementales».

Por más de 250 años, los Elementales rigieron el territorio con extrema crueldad. Dijeron que sus dioses los habían enviado y se valieron de sus fantásticos pero temibles poderes de magia elemental para conquistarlos. Consideraron a los habitantes originarios de Jawzaisa, herejes, pues creían en otras divinidades. Por consiguiente, los Elementales hallaron en la religión, una de las formas de justificar sus atrocidades, torturando y castigando a todos aquellos que pensaran diferente.

«Jedden», así eran llamados los hijos de Elementales nacidos en Jawzaisa y aquellos que resultaran de la unión de un Astral con un originario. Después, ese término se estableció como un denominativo despectivo hacia aquellos que no fueran nobles.

Los Daimon, antiguos gobernantes de Jawzaisa, se arrodillaron ante sus conquistadores y les sirvieron en sus propósitos, entregando a conspiradores «Jedden» y castigándolos cuando fuera necesario, con el fin de mantener un simbólico dominio sobre esas tierras que antes les pertenecían. No faltaron los miembros de la familia que se enriquecieron a costa del sufrimiento de aquellos a quienes solían guiar.

Con sus poderes, los Elementales extraían todo el aire de un pueblo entero para desmayar por asfixia a la mayor cantidad de habitantes posible y a veces, los quemaban como castigo por rebelarse contra sus dioses. De entre las ruinas, una vez al año, tomaban prisioneros para sacrificios humanos, en rituales que practicaban en la capital.

No faltaron los grupos de Elementales que estuvieron en contra de tanta barbarie; sin embargo, presos de su propia hipocresía, en secreto, también cometían actos funestos e indecibles contra mujeres y niños. Con el tiempo, los habitantes de Jawzaisa, aprendieron a temer a ese horrible artificio llamado magia y a la naturaleza de donde provenían los elementos que los aplacaban.

El llamado año 0, marcaría el fin del dominio de los Elementales sobre el territorio.

La familia más bondadosa y humilde de entre los «Jedden», los Hugar; recibiría la visita de aquella a quien llamarían «la primera Guardiana de los Mundos», se presentó como Izara. Provenía de un lejano mundo en donde habitaban los poderosos Skarin, seres increíblemente fuertes, longevos y hermosos.

La leyenda que contaban los Hugar a sus hijos y a los hijos de sus hijos, decía que, su señora llegó en un tornado de fuego. Izara aterrizó con sus hermosas alas de plumaje puro, extendidas a los lados, su sedoso cabello blanco y los ojos verdes fosforescentes. Aparentaba unos veinte años, con la misma estatura que el hombre más alto del reino, su vestido de seda le llegaba a la rodilla; una faja metálica con matices tornasoles, rodeaba su cintura. De ese mismo material, ostentaba brazaletes en antebrazos y hombros.

Con profunda y serena voz, le dijo a Jorgen Hugar:

«Humano, mi nombre es Izara Storm, provengo de un mundo muy lejano y diferente al tuyo. He visto el sufrimiento de tu nación, he presenciado las torturas y las injusticias de las que fueron víctimas por tantos años. Por eso, he decidido ayudarlos. Humano, tú que eres noble de corazón, desinteresado y humilde; prométeme que, si te ayudo, liberarás todo el continente del yugo de sus invasores».

Se decía que, al ver su imponente apariencia, alas y hermosura; Jorgen Hugar reconoció a sus antiguos dioses. Los Elementales habían empleado mucho esfuerzo y recursos en borrar esas imágenes de la faz de su continente, sin embargo, aún había gente estudiada que los recordaba.

Ciego de devoción, Jorgen se inclinó ante Izara.

«Mi señora Izara, agradezco su ayuda. Mi familia y yo, haremos lo que sea que nos pida».

Así, Izara les regaló parte de sus poderes a la familia Hugar, reduciendo su tiempo de vida de quinientos años, a la mitad.

Con renovada valentía, Jorgen Hugar lideró la expulsión de los Elementales. Los Daimon fueron parte fundamental de la rebelión, la familia había obtenido algo de la magia elemental de los Elementales, mediante mestizaje. Buscando mantener su posición política, prestaron ayuda para dar una puñalada por la espalda a los invasores. Después de innumerables revueltas, traiciones y conflictos entre las audiencias más importantes del continente; la batalla final se dio a las faldas de una enorme montaña que recibiría el nombre de «Zireh».

«Zireh» sería la manera en que los jawzianos, nombrarían a la magia otorgada por su Guardiana Izara. «Zireh», que, en idioma Elemental, quería decir «regalo». Significado que se olvidaría con el paso del tiempo, junto al idioma de sus conquistadores.

Los Daimon les otorgarían a los Hugar, el título de nobles protectores de Jawzaisa. Les prometieron el espacio más importante en el Consejo Real de la capital, permitiéndoles acoger a cualquier familia que ostentara resabios de magia Elemental; fuera por accidente o mestizaje. Además, todo heredero al trono de los Daimon, debía casarse con un Hugar. Su objetivo era conservar el regalo de su señora Izara.

Lo que no sabían, era que, durante la batalla final en la Montaña Zireh, el choque entre la magia de los Elementales y la energía de la «Estrella Madre» de los Hugar; habría rasgado la delgada cortina de energía que recubría su realidad. A través de ella, se infiltrarían criaturas horribles provenientes de la otra dimensión.




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