Zombis entre mundos.

Capítulo 14

Al no saber qué día del año es, el General del lado sucio dice que es 12 de febrero de su lado, por ende, en el lado sucio también es 12 de febrero.

—Con eso, ya tenemos una fecha: 12 de febrero del 2019. Bien —dice el General del lado sucio.

—Si. Ahora, le diré la hora del día —le comenta el General del lado limpio.

—Espera, tengo la radio para sincronizar un reloj que pusieron en el centro de la ciudad.

—¿Pusieron un reloj?

—Sí, incluso con día y mes. Incluso, pusieron un contador cuando sea el último día del año, pero se pone a mano, en un lugar donde se ponen números.

—Así que les dirás la fecha y hora para que lo pongas.

—Sí.

 

Con la fecha y hora dadas, el General del lado sucio, indica por radio la fecha y hora.

 

Con eso, ya tienen tiempo, ya saben fecha y hora. Ya pueden poner una parte de orden en sus vidas.

—Uno pensaría que no les importaría saber la fecha y hora, en un fin del mundo.

—Pues, no lo sé. Supongo que, al saber, les da un poco de orden en sus vidas y control. Algo así, pero para mí, así es. 

—¿Te afecta no saber?

—Bueno, algo así. No sabía si era sábado o miércoles, si era las tres de la tarde o horas de la mañana. Apenas podría calcular por el sol, pero aun así me perdía. Veía el tiempo pasar y, yo, sentía que no tenía control en mi vida.

—Simplemente, no te entiendo.

—Yo tampoco.

—Para poner el reloj de la ciudad en marcha, pues, la verdad, quieren poner un panel solar, por si la luz se corta. Apenas se ha recuperado en algunas partes.

—Bueno, te mandare los paneles solares y baterías de recarga.

—Gracias.

 

*********

 

Padre e hijo miraban el reloj andando en la ciudad.

—Ya pusieron la hora exacta, pero es la del otro lado —dice Mario.

—Al menos es algo. Yo no sé leer los números del reloj —comenta Carlos.

—¿No lo sabes? —pregunta Mario estando sorprendido.

—No tuve tiempo de aprender, hubo fin del mundo —le contesta.

 

Dicho eso, le procede a explicar para que sirven los palos que se mueven en el reloj.

 

Al pasar el rato decidieron pasar por el parque, a las tres de la tarde. Miraron un vendedor de helados y de cocteles de elote.

—¿Qué aceptaran como dinero? —se pregunta Mario.

 

Van hacia el vendedor de cocteles de elote.

—¿Un elotito? —pregunta el vendedor.

—¿Qué aceptas a cambio? —pregunta Mario.

—Nada. Y no, no es comunismo. Simplemente, no puedo pedir dinero a cambio, ya que es inútil —le contesta.

—¿Entonces? 

 

El vendedor se queda pensando y mirando a Mario y Carlos. después de un rato, saca un papel y lo muestra.

—Trabajos variados.  Son sencillos, como limpieza de casa, buscar dueños —dice el vendedor.

—¿Limpieza de casa?  —Mario pregunta con preocupación.

—No limpieza de criaturas, sino, trapear, barrer, juntar ropa que sirva. Claro, hay que buscar al dueño o un familiar cercano de éste, para no parecer ladrones o aprovechados.

Cosas sencillas, para un niño de aquí —explico.

—Me parece bien.

—Tengo dos preguntas. Uno, ¿por qué importa buscar al dueño de la casa? —pregunta Carlos.

—Bueno, no lo sé. Supongo que muchos esperan que los dueños originales sigan por ahí, y debe tener casa al cual regresar. Digo, se ha dado casos. Por eso siempre puedes ver casa limpia y sin habitar —contesta.

—¿Cómo mi casa?

 —¿Tienes una casa? —pregunto sorprendido el vendedor.

—Si, vi a mi madre versión criatura y ahora, está en un paraíso —le contesta.

—Ya registraron la casa a su nombre —le comenta Mario.

—Lamento lo de tu madre, niño —dice el vendedor.

—Descuida, espero mudarme con mi papá —dice Carlos mientras dirige su mirada hacia Mario.

—¿Quieres que me mude contigo? —pregunta Mario.

—Claro, ¿viste el jardín? Podemos sembrar algo.

—Bien, diré que me mudare del apartamento.  

 

Dicho eso, Mario dirige la mirada el vendedor e indica que acepta la limpieza de la casa. La casa de Carlos.

 

Coincidencia o no, Mario pensó que la casa ya había sido limpiada hace mucho, pero solo se registró al nombre de Carlos y se quedó en lista de pendientes a limpiar.

—Carlos, aceptare la misión de limpiar tu casa —dice con una sonrisa.

 

Tanto Carlos y el vendedor se sorprenden, y se ríen de la coincidencia.

— ¿Al caso estamos en una novela y el escritor se puso creativo? —pregunta con sarcasmo el vendedor.

—Pues creo que si —responde Carlos entre risas.

—En fin, denos dos cocteles de elote con todo —Mario pide la comida entre risas. 

—Claro —dice el vendedor.

 

Cuando reciben su comida, Carlos piensa un momento y pregunta:

—¿Hubo otra coincidencia como esta?

Mario se queda pensativo, y recuerda a su niño, el que saco de la cueva.

 

¿Coincidencia? ¿Casualidad?  Realmente encontró a su niño del orfanato. Aquel que se perdió hace años. Se arriesgo a perder sus dos únicos recuerdos de ese niño, pero lo logro.

—Si, realmente hay más casualidades.

 

*********


Angelica se quedó pensando en la nada, pero lo que creo en su mente no se a borrado.

—Si pienso en nada, no se borra lo que creado en mi mente.

 

Una playa, una casa sencilla, arena, pero música clásica de fondo. Como le habían dicho. Paso de pop a clásica.

 

Se acerca al agua, se mete en ella, pero no se siente como agua. Parece un estanque, ya que no pudo crear holas. La arena, se sentía como bolas de plástico miniatura que no se podía mojar. Las nubes son estáticas y difumadas.

 

Las nubes son la mejor creación hasta ahora.




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