Mila Volkov no era el tipo de persona que se dejaba leer con facilidad. Con sus ojos marrones siempre atentos y ese cabello rojo encendido —un acto de desafío contra su verdadero yo— parecía tener siempre una respuesta afilada a flor de labios. Medía apenas un metro cincuenta y dos, pero con su carácter bastaba para llenar cualquier habitación. Era reservada, de pocas palabras, y no porque no tuviera cosas que decir, sino porque simplemente no confiaba en que valiera la pena compartirlas.
Tenía una pequeña cicatriz en el labio inferior y un lunar en la barbilla, señales discretas de que todo en ella era un misterio.
A veces tímida, otras veces un huracán. Así era Mila: un enigma, difícil de interpretar, fácil de juzgar. Y aunque parecía que nada la conmovía, no era insensible, solo se había acostumbrado a levantar muros donde otros ponían puentes a modo de defensa contra cualquier cosa.
Jack Romanov, en cambio, era todo lo contrario. Altura imponente, cabello azabache, ojos negros que miraban como si siempre estuvieran buscando lo bueno en las personas. Era social, seguro de sí mismo, y tenía esa sonrisa que parecía diseñada para desarmar incluso los corazones más endurecidos. Jack era el tipo de chico que se hacía querer sin esfuerzo. Tenía una energía tranquila que contrastaba con el caos que a veces se escondía detrás de su seguridad. Porque sí, también tenía días en los que las dudas lo visitaban, aunque casi nadie lo notaba.
Y luego estaban sus tres lunares. Esos que para él funcionaban como un triángulo secreto, casi místico. Tres puntos en el mapa de su vida donde siempre pasaba algo que lo marcaba. Como un triángulo de las Bermudas personal. Irónico, sí, pero también demasiado real para él.
Mila y Jack aún no se conocían. Caminaban por el mundo como dos líneas paralelas condenadas a nunca cruzarse… hasta que el destino, con su sentido del humor peculiar, decidiera lo contrario. Esta historia tiene un principio, claro, y también tendrá un final. Pero lo que importa es ese hilo invisible que, sin que ellos lo supieran, ya comenzaba a tejerse entre los dos.
Y cuando se encuentren, nada volverá a ser igual.
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