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CAPÍTULO 06 | Richard Lunz

HEATHER

Me apresuré a alejarme de la pista de baile, del lío, de las luces y de la música estridente cuanto antes. Comenzaba a sofocarme la idea de alguien como ese tío tan extraño persiguiéndome, intentando bailar conmigo. Y tenía que concentrarme, tenía que estar pendiente de la hora por Maia. Ni siquiera sabía en dónde estaba, comenzaba a alterarme. Por eso barrí todo lo que me rodeaba con la mirada, la busqué intentando mantener la calma, hasta que la encontré, tanto a ella como a Esther, ambas sentadas en una de las mesas del bar. Y reían. Pensé que había hecho bien en decírselo a Esther.

No tardé en acercarme, en romper esa extraña barrera que me hizo sentir un poco alejada de ellas. Nuestra amistad siempre había sido fuerte, pero algo comenzaba a cambiar, una frase había estado molestándome. «No existen las amistades de tres. Siempre hay dos que son más unidas». No quería que nos ocurra, pero era cierto que Esther en parte comenzaba a hartarme, su actitud simplemente no encajaba con la mía, y mientras yo más me alejaba de una, la otra más se acercaba a esa. Maia parecía entenderse a la perfección con ella, y no podía culparla. Esther parecía tener menos problemas para entenderla, lo hacía como si fuese fácil.

—Oye, ¿qué sucede?—pregunté e intenté sonreír, apoyando mi antebrazo e inclinándome sobre la mesa.

Ambas intercambiaron una última mirada, aun riendo.

—Tendrías que haberla visto—exclamó Esther, palmeando el hombro de la rubia—. Amiga, comienzo a pensar que fuiste bastante diferente a lo que eres en tu otra vida.

Maia le devolvió una sonrisa. No pude evitar flaquear, pero intenté tragarme mis sentimientos. Observé a Maia. Las luces le daban un aspecto diferente, no parecía ella, no tenía esa mirada tierna que llevaba siempre consigo. Se veía diferente, más dispuesta a cualquier cosa, más atrevida. Esperaba que ella se sintiera igual.

—¿Qué hicieron?—insistí.

Ambas se volvieron hacia mí como si estuviesen reparando en mi presencia. Bajé la mirada mientras me sentaba en uno de los taburetes, justo al lado de Maia. Seguí evitándolas observando la pista, intentando entender por qué la gente no se concentraba en ese lugar.

—Digamos que Maia no necesita que alguien le diga cómo llamar la atención de algún tío—masculló Esther.

No pude evitarlo, me giré en su dirección.

—¿Qué dices?—solté.

Ambas volvieron a reír, pero el tiempo pasó y no me lo explicaron. Estaba a punto de hacer algo, moverme, intentar hablar, cuando ellas se alejaron de repente y una mano se aferró a mi hombro. Al instante salté, bajé del taburete y enfrenté al chico de la pista que comenzaba a tener imagen de acosador en mi mente. No pude evitar frustrarme de alguna forma, sentir que sería un estorbo entre mis planes. Esa no era mi noche, era la de Maia, y no quería perder ese pensamiento. Pero era guapo. Sea quien sea, tenía una mirada atractiva, cálida, y no quería admitir que me gustaba, pero lo hacía.

Comenzó a hablar. No le presté atención. Acabó y esperó una respuesta, no sabía qué decir y, por mi bien, creí que lo mejor era no responder nada. En algún momento se dio cuenta de ello y se giró para alejarse con rapidez. Iba a girarme, iba a volver a sentarme en el taburete, pero de repente no pude hacerlo.

Las luces se apagaron.

 

DANIEL

Esperaba tumbado en el sillón sin entender por qué Zayn insiste tanto en joderme la vida. No sabía que lo estaba haciendo, lo tenía claro, pero comenzaba a pensar que ya era hora de decírselo o hacérselo saber de alguna forma. Besar a alguien es fácil, claro que sí, pero sólo si ya lo conoces. Me desagradaba la idea de besar a una desconocida, de tener que hablar con ella, era más del tipo que primero conoce, no entraba en mis planes ni quería ser un imbécil que tiene la posibilidad de llevarse a la cama a alguien siempre a su alcance. Confiaba en mí, intentaba ser diferente. Mi tía siempre me lo había pedido, no quería ser falso, no teniendo en cuenta que ella estaba hospitalizada quizás al borde de la muerte y yo en una fiesta.

Simplemente, la idea de besar a alguien no me convencía.

En algún momento, las luces se apagaron. Todo el movimiento cesó al instante. No alcanzaba a oírse ni siquiera una respiración, mucho menos alguna voz. Todos esperaban inmóviles a que algo sucediera, a que las luces volvieran y el lío continuara. Pero el tiempo pasó y eso no sucedió. Sentí que el sillón se hundía a mi lado y al girarme me encontré con Zayn, pero él no traía a nadie consigo. El silencio era eterno y no quería interrumpirlo, él tampoco, así que mentalmente sonreí al percatarme de que, si tenía suerte, quizás terminé por escapar de sus planes.

Mis ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad, pero justo entonces, cuando ya nada parecía tener lugar para ocurrir, una luz azul, oscura y opaca, se encendió en la pista de baile. Quienes aún estaban allí no tardaron en alejarse cuando la plataforma circular comenzó a elevarse, de repente un par de escaleras se desprendieron y bajaron hasta el suelo. No estaba a una gran altura, pero caerse de ahí suponía un buen golpe. Supuse que se veía desde cualquier punto de la sala.



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En el texto hay: misterio, amor, terror

Editado: 07.02.2019

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