ZAYN
Cuando divisé a la pelirroja, supe que tenía que hacerlo. Envié al cuerno todo, daban igual los rumores. Ni siquiera lo pensé, sólo me giré hacia Daniel para decirle:
—Vamos a hacerlo.
Él reaccionó al instante.
—¿Qué?—exclamó. Tomé su brazo—. No, Zayn. No.
Pero ya era muy tarde. Mi mano estaba elevada, una luz blanca nos iluminaba. Y grité.
—¡Nosotros!
Jalé de mi amijo para que se levantara, tuve que poner todo mi empeño en arrastrarlo hasta las escaleras que brillaron a nuestros pies. Me sentía bien, algo me decía que no debía alterarme y sólo tenía que esperar a que se acabe. 00:00 no podía ser real, era sólo un cuento estúpido que se había creado.
Pensaba que no tenía por qué tenerle miedo.
Entonces alcé la mirada. La vi, la chica rubia también estaba ahí. Y recuerdo que casi tropiezo cuando noté que ella desviaba la mirada como si estuviese incómoda y no tardaba en girarse hacia su amiga. Sonreí de manera inevitable.
Me di cuenta de que quizás levantar la mano había valido la pena.
No tenía idea.
Llegamos a la plataforma, me coloqué justo al lado de una chica castaña que parecía estar a punto de llorar. Pero se controlaba bastante bien. Me giré en dirección a los demás y tomé aire, dejé de escucharlos a todos cuando una mano se aferró a mi brazo y me echó hacia atrás con disimulo.
—¿Por qué hiciste eso?—soltó Daniel con cierto enojo.
Me observaba sin parpadear. Noté que fruncía el ceño. No me daba ningún tipo de alegría su cara. Quizás no debía haberle contado lo de 00:00.
—Daniel, son sólo rumores—intenté tranquilizarlo—. Confía en mí. Vamos a estar bien.
—¿Qué vamos a estar bien?—se echó hacia atrás, ladeando la cabeza—. Zayn, estamos metiéndonos en un puto juego sangriento del que seguramente no vamos a salir. ¡Vamos a convertirnos en putas pilas de hueso! ¿Qué crees que va a hacer ese imbécil con nosotros? Está... demente.
Ante su desesperación, sólo pude reír. Me observó con rabia. Bajé los hombros.
—Escúchame—dije ahora, intentando estabilizarlo y salvar la situación a la vez—. Vamos a estar bien porque 00:00 no existe, ¿entiendes? Olvida eso, porque lo que en verdad va a ocurrir ahora—me giré, señalé a la castaña sólo con la cabeza—, es que vas a besar a esa tía.
—¿Sigues insistiendo con esa mierda?—Daniel comenzó a masajearse la sien—. ¿Por qué te empeñas en joderme de esta forma?
Mi rostro se contrajo, comencé a enfadarme con él porque de verdad su actitud me estaba hartando. Nunca lo había hecho, pero ahora sólo estaba tratándome como el culo. Y no pensaba tolerar eso.
—¡Sólo estoy intentando ayudarte!—protesté—. Mira, lamento ser un aguafiestas, pero estás actuando como un imbécil.
Se encogió de hombros antes de voltearse.
—Vete a la mierda—soltó entonces.
VICTORIA
Tuve problemas para expresar mis sentimientos cuando era pequeña. Pero eso no significa que no los tuviese también cuando crecí.
Pensaba mucho. Siempre creía que eran tonterías o ese tipo de imaginaciones de una persona sin experiencia, de alguien que sólo aparenta saber algo inteligente pero que es sólo silencio, son sólo ideas sin relación que hasta terminaban por ser contradictorias. No quería ser ridícula, tenía miedo de no ser alguien. Antes de hablar ya sabía lo que iba a decir. No hería a nadie, estaba constantemente buscando la forma de aparentar ser interesante, no aburrida y vacía como me sentía.
Supongo que eso es lo que nos lleva a todos a meter la pata.
Aquella noche llevaba un vestido azul oscuro, casi negro, que yo no había elegido para mí. Mi cabello negro comenzaba a molestarme, lo sentía como una peluca. Sólo podía esperar que todo acabe, que las camionetas lleguen de una vez y el sufrimiento se esfume. Sabía que me importaría sólo unos minutos, luego encontraría la manera de pasar de eso e intentar aceptar el destino. Suponía que, a veces, es lo único que nos queda. Nada de contradecir. Nada de negarse. Nada de pensar. Aceptar.
Ese era mi plan.
Me sentía pequeña y frágil, pero sabía que estaba dando otra imagen.
Cuando la plataforma descendió me obligué a mí misma a actuar con confianza. Formamos un círculo alrededor de Richard y él comenzó a hablar. No le presté atención, me concentré en analizar los rostros de quienes iban a acompañarme durante un tiempo. En mi cabeza todos ellos se veían como alguien que ya conocía, eso me irritó un poco, pero intenté convencerme de que ellos no sabían nada. No tenían la culpa.
Editado: 07.02.2019