Termino de bajar la escalera de la mansión y Aine aparece rápidamente, en su mirada se puede apreciar una profunda tristeza, claramente ella ya se encuentra enterada de lo que le ha pasado a nuestro fiel compañero. Me la quedo viendo unos segundos, ella termina bajando la mirada apenada. Sigo mi camino hasta el calabozo, ese en el que sé que Shayla se encuentra esperándome. Estoy nervioso ¿Por qué negarlo? Me siento aterrado al volver a ver a la linda loba.
—¡Dante! — nuestras miradas se encuentran y todo el dolor que había estado experimentando este último tiempo, desaparece rápidamente. Ella intenta ponerse de pies, pero debido a la inyección, esa que la ayuda a calmarse, le hace la tarea un poco mas complicada de lo que se hubiera imaginado.
—Hola lobita… — me agacho hasta quedar a su altura del otro lado de la reja, ella se arrastra hasta quedar a pocos centímetros de mí, es lo que las cadenas le permiten acercarse.
—Supongo… — traga saliva lentamente a la misma vez que cierra sus ojos, un deseo se apodera de mí, quiero acariciarla — que todo esto es sumamente necesario. Siento el olor de aquellos humanos en el otro calabozo, también el aroma que desprende la sangre de Miguel en la habitación de arriba — su dulce mirada se encuentra con la mía, junto mis manos reprimiendo el impulso de rosar mis dedos en su rostro — también puedo sentir el olor a la sangre que desprenden tus manos.
Su olfato ha mejorado bastante y eso me deja sorprendido unos segundos. Es increíble que pueda sentir el olor a sangre, una que ya ha desaparecido por completo. Antes no hubiera podido sentir tantos aromas. Los híbridos resultaran un peligro para todos, sobre todo los que no se saben controlar, como le pasa a Shayla. Son demasiado fuertes, lo descubrí en plena pelea con aquella pequeña joven.
—Vaya… pero que buen olfato lobita — la felicito con una sonrisa en mis labios y con un tono de voz suave.
—Dime… ¿la asesinaste? ¿verdad? — borro la sonrisa y bajo la mirada avergonzado — esta bien, no me molesta que lo hayas hecho. Fue en defensa personal, ya que lo mas probable es que lo hayan enviado para acabar con tu vida… o por lo menos que lo intentara. Supongo que la fuerza con la que lucho no fue la adecuada ¿verdad?
—Al principio lucho increíble. Me lanzaba de un lado a otro como si no pesara absolutamente nada, admito que eso me ha dejado bastante sorprendido, al igual que la velocidad con la que corren, sus colmillos y cuerpo han incrementado de tamaño asombrosamente.
—Entiendo, pero a pesar de todas esas grandezas, la has acabado… dime Dante ¿te agradeció? — sin mirarla aun, asiento con la cabeza ¿en qué momento me comencé a sentir avergonzado por asesinar a una persona? — ¿y sospechas la razón de porque lo hizo?
—No.
—Estas en plena trasformación es lo más horrible que alguien puede pasar. El dolor que experimentamos es increíble, es por esta misma razón que muchos mueren — me la quedo viendo, aún tengo el deseo de acariciarla, sobre todo ahora que puedo —. Perdemos toda comunicación con nuestros lobos internos, ellos dejan de ser manejables. Lara toma control de mi cuerpo sin mi autorización e incluso sin tener la necesidad de transformarme por completo… se ha convertido en un animal salvaje. Cuando llegaron a rescatarme, yo te vi, los logre reconocer a todos, pero no pude detenerme cuando les lance aquel ataque. Ella es demasiado fuerte — unas cuantas lagrimas comienzan a bajar por sus mejillas.
—Tranquila… — al fin estiro mi mano por entremedio de los barrotes y le acaricio el cabello, lo tiene sucio y enredado, pero sigue estando igual de suave que siempre — encontraremos la manera de hacer que vuelvas a hacer como antes… lograremos calmar a tu loba. Recuperaremos a la antigua Lara.
Sus ojos cambian de color a uno amarrillo y luego se vuelven rojos, retiro mi mano justo en el momento en que ella ha lanzado una mordida en esa dirección. Cierro mis ojos, Shayla me gruñe, me pongo de pies y me la quedo viendo unos segundos.
—Es una promesa.
Me doy la vuelta y camino en dirección a la salida. La loba gruñe detrás de mí. Ya fuera de los calabozos, busco mi teléfono en la parte trasera de mi teléfono y marco rápidamente un número en particular. A los pocos segundos, él contesta mi llamada.
—¿Cómo están ellos? — es una muy mala costumbre que tengo, pero es la forma en la que suelo hablarle a mis seguidores.
—Todo bien… — responde el hombre, cerrando lentamente una puerta detrás de él — un poco asustados, como es normal, pero bien ¿dime Dante, estas seguro de lo que estás haciendo?
—Lo estoy. Necesito que mañana los traslades nuevamente a la mansión, pero tú también tendrás que quedarte. Te los tendrás que llevar igual de rápido como los traigas.