Han pasado tres días desde la muerte de mi mejor amiga. Hace dos, fue su entierro. A el asistió su padre, Paul, pero no hubo señales de Nathan. Barina y Darel también fueron, la mujer se desplomo en el suelo cuando se acercó al ataúd de la loba. Que equivocada estábamos con mi mejor amiga al pensar que aquella mujer no la quería, pues estaba más que claro que lo hacía. De la manada, solo fueron Peter, Sand y mis hermanos. De la mansión fuimos todos.
—Debes comer… — Aine me muestra la sopa que tiene en sus manos.
Niego con la cabeza y me tiendo en mi cama una vez más. Estos días he entrado en una especie de depresión. No he comido nada, no he salido de mi habitación y no he derramado lagrima alguna. Parezco una muerta. Se que mi estado tiene preocupado a todos, sobre todo a Dante, que me viene a hacer compañía todas las noches sin la necesidad de esconderse de las miradas de los demás.
—Te puedes enfermar si no te alimentas — sigue la mujer.
—Quiero estar sola Aine… — susurro y me cubro el rostro con mis colchas.
Ella no se marcha enseguida, de hecho, pasan algunos segundos antes de que se ponga de pies y se vaya. Lara tampoco está muy animada. No me ha hablado en todos estos días.
Me destapo la cara y me quedo viendo las imágenes que hay en mi habitación. Ni mi padre ni mis hermanos han venido a verme, pero la verdad es que no me importa. No me apetece ver el rostro de nadie, mucho menos el de ellos tres. No deseo pensar en que fue de la vida de Logan, ni mucho menos, el motivo por el cual nos abandonó.
Me acomodo mejor en la cama y ahora me quedo viendo la ventana de mi habitación. El día esta hermoso. Me pongo de pies y camino hasta ella, abro las puertas para que el aire me llegue a mi rostro.
Sin pensarlo mucho, me convierto en loba y corro hasta adentrarme en el bosque. Sigo avanzando por entre medio de los árboles hasta que llego al cementerio de la familia Bell.
Me detengo a los pies de la tumba de mi mejor amiga y me convierto en humana. Las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas hasta llegar al césped. Me dejo caer en el suelo mientras sigo llorando.
—Vuelve… por favor… no me dejes… — me cubro el rostro.
Un ataque de ira me llena y comienzo a patalear, igual a lo que haría un bebe para llamar la atención de los adultos. Me tiro mi cabello y rasguño mi rostro. Esta es la primera vez que tengo uno de estos ataques. Segundos después, cuando ya me he calmado, me quedo quieta en mi puesto viendo la tierra fresca.
—Todos la vamos a extrañar… — me deja una manta en mis hombros y se pone a mi lado, viendo lo mismo que yo.
—¿Todos? — rio de mala manera — claro, sobre todo usted ¿no?
—Es mi hija Shayla, claro que la voy a extrañar.
—¡Vaya! — levanto la cabeza para poder verlo — la abandono todos estos años, dejándola con una familia que no la trato del todo bien… ¿y ahora tiene el descaro de decir que es su hija?
—Yo…
—¡Usted no tiene derecho alguno a llamarla de ese modo! La dejo cuando ella más lo necesito…
—Shayla… — se arrodilla para quedar a mi altura, me toma de mis hombros y me quedo viendo, las lágrimas vuelven a salir de mis ojos — sé que estas triste y que eso te lleva a estar molesta con todos, te entiendo… conozco a alguien que hace lo mismo cuando esta triste… pero debes calmarte. Yo jamás abandone a Amira. Tienes razón al decir que no estuve con ella cuando más me necesito, porque es verdad. Pero sin que ella se percatara de mi presencia, yo siempre la estuve cuidando.
Paul me abraza y yo a él. Sigo llorando con desesperación.
—Ella… — sorbo mis mocos y me alejo un poco de su cuerpo, él me borra las lágrimas — solía escribirle cartas… — le confieso — y son muchas.
El hombre se sorprende ante mis palabras. Me pongo de pies, le entrego la manta y le sonrió ligeramente.
—Vamos… iremos por esas cartas.
Él asiente con la cabeza. Me convierto en loba y corro en dirección a la casa de los Kessler. No me preocupo de mantenerme escondida, pues al ser mitad vampiro, corro más rápido que antes. Al llegar, me convierto en humana y golpeamos la puerta de la casa.
—¿Shayla? — al parecer no soy la única que ha estado sufriendo por la pérdida de Amira, ya que la señora Kessler tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Solo lleva un pijama por encima.
—Hola… — sonrió ligeramente, ella mira a mi compañero.
—¿Han venido por el baúl? — asiento con la cabeza — bien, pasen.
Nos abre la puerta y nosotros no perdemos tiempo. Ambos caminamos rápidamente hasta la habitación de la chica, pero nos detenemos de golpe en la puerta. Se que los dos queremos entrar, pero a la misma vez, tenemos miedo de hacerlo.
—Siento que esto no está bien…
—Ella habría querido dártelas… — ambos nos sobresaltamos al oír la voz de Barina.
Es ella la que abre la puerta y la primera en entrar. Todo está como la última vez que estuve aquí, pero por lo desordenada que esta la cama, sospecho que alguien ha estado durmiendo aquí. Por el olor, sé que ha sido Barina. Ella le señala donde está el baúl y mientras Paul lo saca de debajo de la cama, yo me acerco hasta los dibujos.