El dolor en mi cabeza es tan fuerte que no puedo evitar soltar un gruñido ante la molestia. Me muevo un poco en cama en donde me encuentro e intento abrir mis ojos, pero se me hace una tarea bastante complicada, pues mis parpados se encuentran bien pesados.
—Al fin vuelves en si — una desconocida voz masculina se escucha a pocos pasos de donde yo me encuentro. No sé quién puede ser, no logro reconocerlo, aparte tampoco puedo olfatear bien, es como si tuviera la nariz con un tapón.
Abro mis ojos lentamente y miro todo a mí alrededor. Me encuentro en una habitación con sucias paredes, las cuales en un pasado fueron negras, hay una ventana sin vidrio y con grandes barrotes, los cuales sospecho de que son de plata. Me giro un poco para ver a la persona que me ha hablado anteriormente. Sus ojos son de un color negro oscuro, como una noche sin estrellas. El hombre se encuentra recostado en la pared al lado de una gastada puerta, tiene sus brazos cruzados en su pecho y en su mano derecha puedo ver como sostiene una jeringa con un líquido verdoso dentro de ella.
—¿Y usted quien se supone que es? — me pongo de pies y me lo quedo mirando, atenta a cualquier movimiento en falso que se disponga a hacer.
Una espeluznante sonrisa aparece en sus labios, deja sus brazos a cada lado de su cuerpo y comienza a caminar en dirección a la “ventana”. La luz que viene de afuera le ilumina un poco el rostro, uno que te hace temblar del miedo. Tiene una cicatriz que comienza en su ceja izquierda y baja hasta el mismo lado de su mentón, le atraviesa toda una mejilla. En su frente, al lado derecho tiene una quemadura del tamaño de una monera mediana y aunque sus expresiones son duras, hay una parte de él que me transmite tanta tranquilidad.
—Eso no es algo que importe mucho en estos momentos Shayla… — se pasa una de sus manos por su rubio cabello.
—¿Cómo es que te sabes mi nombre?
Mi nariz aun no siente absolutamente nada y eso me está desesperando bastante. Sentirme así de indefensa no me agrada, aparte de que Lara no me responde.
—Tu loba está dormida — me avisa a la misma vez que esquiva mi pregunta anterior — no quiero problemas.
—Si no los quieres ¿a qué me has traído aquí entonces? — un gruñido se escapa de mis labios y hago dos puños con mis manos.
Él sonríe satisfecho de lo que sus palabras han provocado en mí, pero supongo que lo está aún más al saber que no tendré forma de acudir a mi loba para darle su merecido. Este se acaricia un poco el mentón mientras sigue viendo hacia afuera, pero unos segundos después se da la vuelta para encararme.
—No te desesperes, que más adelante sabrás el motivo por el cual estas aquí.
Tras decir aquello, con una sonrisa da pasos firmes hasta mi dirección, me dispongo a luchar por cualquier cosa, pero en un ágil movimiento, uno que no alcance a ver, me inyecta aquel contenido verde en mi pierna derecha. Mi cuerpo se aliviana y me dejo caer, pero aterrizo en los brazos del anciano.
—Lo siento Shayla, pero es hora de que te vayas a dormir — susurra mientras me deja en la cama y me tapa con las colchas.
No sé cuánto tiempo estuve dormida, pero lo que si se es que cuando me he despertado ya ha salido el sol. Me costó mucho abrir los ojos, pues el sol entra con demasiado poder por la ventana. Luego de unos segundos, en los cuales me mantuve tendida en la cama, me senté para ver todo mejor.
—Mierda… — susurro cabreada conmigo misma por ser tan estúpida, por no haber sentido que alguien se encontraba asechando en las sombras, por haberme dejado llevar por la tierna mirada de Dante.
La habitación está vacía, las paredes con la luz del día se ven más gastadas que anoche y se puede apreciar claramente grandes rasguños, parecen como los que dejaría un lobo desesperado por escapar ¿Qué es este lugar? Me pongo de pies y me acerco hasta la ventana, estiro levemente mi mano en dirección a los barrotes, pero a pocos centímetros de rozarlos con mis dedos, estos mismos comienzan a arder. Retiro la mano ágilmente.
—¿En dónde estoy? — susurro mientras dejo que mi mirada viaje por todas esas casas en ruina.
Tres hombres con grandes rifles se encuentran caminando de un lado a otro, haciendo guardia para que nadie salga ni entre, nadie que no está autorizado a hacerlo, claramente. En uno de los callejones se puede ver claramente como unos pequeños niños se encuentran jugando a la pelota con un balón gastado, los pequeños no llevan mucha ropa encima. La mayoría de las casas que se mantienen en pies están horribles, se nota que aquí no vive gente con muy buen dinero. No sé en qué barrio de Londres me encuentro, después de todo, no soy de las chicas que salen de compras o solo a divertirse por ahí. La verdad es que me mantengo casi siempre en la mansión encerrada.
En frente de mí, en una casa que tiene un techo deplorable, se encuentra un hermoso joven de alrededor quince años, dudo mucho que pase esa edad. Su mirada miel, una que no demuestra maldad, esta fija en mí, lo cual causa que una de mis cejas se levante, en sus manos tiene un arma de gran tamaño, lo cual me deja en claro que el chico es capaz de disparar si es que en algún momento hago un movimiento en falso.