E L F O L L E T O
Creí que era una clase de pistola camuflada o alguna estupidez, nunca creí que verdaderamente sería un folleto hacia un maldito circo. ¿Lo peor? Lo peor de todo es que esto era mi último recurso como escape.
—¡Adler, detente! —Owen refunfuña a través del micrófono como a cual niño haber robado su paleta—. ¡Tendrás que colaborar con los oficiales si deseas salir de este problema ileso!
Bla bla bla.
Inconscientemente empuño el folleto que llevaba entre mis sudadas manos. Odiaba a las personas ilusas.
—¡Eso es imposible! ¡Soy yo a quien buscan, ¿cómo crees que saldré ileso si soy el asesino más buscado del país?! —suspiro con pesar. Desearía tener más resistencia en mis piernas, esto de escapar debería ser un hábito.
El hombre fornido debería estar cantando su canción de victoria ya que por sentido común su carruaje es mucho más rápido que mi esfuerzo a aire libre y las posibilidades de atraparme aumentaban.
A tan solo unos metros de distancia logro divisar un taxista apoyado en la puerta de su auto, sus dedos sostenían con impaciencia un cigarrillo mientras exhalaba el humo descendiente del objeto. Ruedo los ojos. Odiaba tener que enfrentarme a los choferes, eran tan dramáticos cada vez que les apuntaba con algún arma en su preciada cabeza.
—¡Entra al auto! ¡Ahora mierda! —guardo en mi bolsillo trasero del pantalón al anuncio. Apunto al hombre con el arma que llevaba en mi mano derecha. El viejo hace caso omiso con las manos en alto dejando caer al cigarrillo y que este se apagara.
—¡No! ¡Adler, regresa! —la voz del oficial vuelve a resonar dentro de mis oídos. ¿Acaso no piensa rendirse nunca?
El taxista se apresura y enciende el auto.
—Tú ríndete Owen, he escapado de los oficiales durante años, nunca me atraparás —el carro arranca. Al pasar cerca de Owen elevo mi dedo de en medio—. ¡Jódete! ¡Por primera vez deja que triunfe el mal! —seguido de estos se escuchan algunos disparos atravesar el vidrio del carro.
Joder.
Empino mi cuerpo hacia adelante con mis manos cubriéndome la cabeza, cierro los ojos por evitar el impacto de los pequeños trozos del objeto filoso en mi rostro.
—¿A dónde lo llevo? —el taxista se pronuncia algo molesto. La adrenalina que llevaba dentro era todo lo que podía sentir o escuchar, responder a su pregunta estaba entre mis últimos planes.
El automóvil hacía algunas maniobras en la carretera soslayando las balas que cada vez más eran abundantes.
—¡Mierda hombre, vaya a donde le dije! —grito todavía manteniéndome en la posición inicial que ingresé al auto. Los estrepitosos sonidos aumentaban la tensión a mi alrededor y el temor reinaba en la cara del taxista.
—¡No me lo dijiste, boludo! —mientras más avanzábamos podía apreciar su particular acento Argentino y la arrogancia que emanaba.
—¿Boludo? ¡¿Qué te pasa?! ¡Yo no soy ningún boludo! —frunzo el entrecejo. Me comenzaba a cansar y la paciencia era lo último que adornaba mi personalidad, es mas, ni si quiera se si se come o bebe.
Elevé al arma, apunte directo su cabeza y un "click" bastó para que el hombre diera su último suspiro y el taxi perdiera el control. La sangre corría por todo el asiento del conductor y co-piloto como cascada de río. No era una escena de la que tuviera que darme remordimiento o mucho menos asco, he visto cosas peores y he estado en momentos donde nunca debí estar, por esa y muchas más razones es que solo moví al cuerpo al asiento de alado y maneje con él como compañía.
—Sé que no te lo dije. Tampoco tenía un destino preciso. Solo extrañaba ver la sangre correr...