Con la respiración entrecortada, aún por ese extraño sueño Calibius se dirigía hasta el patio del castillo, observó la luna que estaba de un tono amarillento, algo muy peculiar, en la oscuridad de la noche escucho voces no muy lejos, era una discusión no le tomo importancia hasta que reconoció la voz de uno de ellos
—La profecía se a cumplido —dijo el hombre con voz áspera —. Les di la orden de matarlo, y no pudieron hacer esa sencilla tarea
—Lo siento su ma.. —no pudo continuar por qué el hombre lo tomo por el cuello alzando lo del suelo
—Son unos incompetentes no solo no pudieron matar a Baltazar, sino que además dejaron que se escapara
El hombre cayó al suelo tosiendo fuertemente mientras llevaba sus manos hasta su cuello
—Ven eso —señala la luna —. Eso significa que pronto se cumplirá la profecía, todos estos años de planes para que unos ineptos los echaran a perder
—Nos confiamos —dice otro hombre —, pensamos que podríamos matarlo fácilmente
—Debí matarlo yo mismo —afirma sin ningún remordimiento —. Ahora tenemos que ir a buscarlos y acabar con ellos, no importa el precio
Sintió un gran dolor en el pecho a escuchar esas palabras de la persona que se suponía tenía que dar la vida por sus hijos, su padre, era su propio padre quien había atentado con la vida de su hermano, y escuchar de sus misma voz decir que lo mataría sin tentarse el corazón, como si hablara de un animal, ¿Que tan cierto era lo que le dijo? Ahora dudaba de sus palabras, el le dijo que fue su hermano quien acabo con la vida de su amada, aunque se negaba a creer lo pero en ese momento sintió tanta rabia que no le importaba nada, hasta el había levantado su espada contra su sangre, en ese momento se había dado cuenta su hermano estaba en peligro, pero el no podía avísale ya que desconocía su paradero, a pesar de ser el primogénito del rey demonio no heredero ningún poder, pero de alguna u otra forma tenía que ayudarlo
—¿A si que eras tu? —dice la voz de su padre a sus espaldas —. ¿Que haces aquí?
—Jamas imaginé que fueras capas de matar a tu propia sangre —nego
—Calibius —su padre nego —. Lo hago por nosotros, tu hermano acabara con todo ahora podemos impedirlo y así estarás a salvó
—¡Pero es tu hijo! —grito —. Es tu propia sangre
—No entiendes nada —le dió la espalda —. El destruirá esta tierra, y tomara posición de lo que te pertenece por derecho. Recuerda que todo lo que tú has querido el te lo arrebatado, ahora no se lo puedes permitir
—Pero es mi hermano —nego —. No, yo no le puedo hacer eso
Entonces cuando se dió la vuelta se vió amarrado con cadenas
—¡No! —forcejeó —, ¡no me puedes hacer esto! ¡Padre!
Seguia gritando mientras lo llevaban arrastrando
—Encierren lo —ordeno al momento que se daba la media vuelta
[...]
Los rayos del sol se reflejaban en la piel de aquellas personas. Baltazar abrió sus ojos encontrándose con la imagen más majestuosa, aquel rosto parcia moldeado por los mismos dioses. Era prefecta con esa piel de porcelana mientas sus largas pestañas reposaban en la pómulos de sus mejillas como si fueran pequeñas plumas que la acariciaban. Alzo su mano para acariciar aquella piel tan tersa, se maravillo al sentir su piel rozando sus nudillos
—Perfecta —susuro
La sensación que ella le producía era algo que traspasa la razón o la lógica que siempre había tenido, y eso lo que más le gustaba se sentía completo como si fuera prefecta para el. Sintiendo que el mundo podía acabar en ese preciso momento y nada importaría, por qué le entregaria hasta el último aliento de vida de ser necesario. Y era sin duda un sentimiento tan fuerte que lo traspasa a grandes magnitudes que jamás pensó que podrían ser posibles
Sintió como ella se removía acurrucándose aun más junto a el. Apoyándose en su fuerte pecho, para segundos después sentir el contacto de su piel sobre la suya
—Buenos días —dijo con la voz ronca
A lo que ella dió un pequeño sobresalto
—Lo siento, no pretendía asustarte —le hizo saber
Ella solo nego mientras trataba de tapar su desnudes con la sabana, sentia la suaves y delicadas caricias en su mejilla
—¿T-tienes hambre? —pregunto sonrojada
El alzo sus mirada para poder perderse una vez más en el color de sus bellos ojos, y no evito sonreír mientras depositaba un pequeño beso en su nariz
—No tengo mucha —la estrechó fuertemente —, pero vamos por que tu si has de tener y mucha
Ella un sentía sus mejillas rojas, trataba de que la cobija no se resbalara dejando ver completamente su desnudes. Cuando el se movió para incorporarse, ella rápidamente aparto la vista evitando ver más de la cuenta; aún no se sentía la confianza para recorrer su cuerpo aun con la mirada. Aún así no se arrepentía de lo ocurrido, era algo que atesoraria toda su vida sin importar lo que sus visiones le mostrarán, haría todo lo posible para que no se cumplan
—¿Te espero aquí o en la cosina? —pregunto con una sonrisa haciendo que ella se sonrojara
—E-en seguida baja —nego con una sonrisa
El bajo su rostro juntando sus labios en un tierno y casto beso, haciendo que su corazón se detuviera por unos segundos
—Te veo abajo —le susurró con una sonrisa
Salió de aquella habitación con la sabana enrollada, hasta la calidez de su habitación encontrando el agua que había dispuesto para su aseó, y aunque ya debía estar fría eso no importa, se introdujo en aquella bañera sin importar nada. Veinte minutos después bajo arreglada con un sencillo vestido de color turquesa
—Siento la demora
—Dejame decirte que cada segundo que espere valió la pena —acuno su rostro —, estás hermosa
—Gracias, sientate enseguida te preparo el desayuno
El así lo hizo, sin perderse ningún movimiento o gesto de aquella hermosa mujer. Le encantan contemplar su piel, sus ojos, cómo arruga sus naríz al sentir el sabor amargo del café que al contrario de hacerle disminuir su belleza la realizaba aún más. Pero lo que más le gustaba era su sonrisa, eso era lo que hacia a su corazón latir sin detenerse; y jamás se cansaría de verla así con la alegría en su bello rostro
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Editado: 17.02.2021