Queridos amigos Alberto y Luis:
Cuando estéis leyendo estas líneas, ya no estaré con vosotros. Siento en el alma causarle dolor y bien sabe Dios, que esta situación por la que ahora estaréis pasando, ha sido la causa por la que no lo había llevado a cabo anteriormente, pero ahora, ya se ha hecho insoportable y mi vida no tiene sentido.
Cuando ella se marchó, sentí un total vacío. Mi cuerpo ya no me importaba y mi casa estaba llena de soledad.
Era incapaz de permanecer solo en mi habitación, donde las pesadillas castigaban mi mente noche tras noche, recordando que no fui capaz de hacer nada por evitarlo.
La cama era como un inmenso desierto, donde mi sed nunca podía ser saciada por oasis alguno.
Nadie podría llenar ese enorme vacío que, a modo de un agujero negro, iría tragándose las pocas esperanzas que aún pudiesen quedar.
Hubiese dado mi corazón, mi vida entera, sólo porque hubiera permanecido junto a mí unas horas más, el tiempo suficiente para poder decirle una vez más cuanto la amo. Para convencerla de que no se marchara sola. Pero ella no quiso escucharme.
Se marchó… me dejó solo, con el corazón partido, roto por el dolor. ¡Maldije al que se la llevó!
Antes de marcharse, ella, me miraba con sus dulces ojos. Me hablaba sólo con la mirada. Sus manos se aferraron con todas sus fuerzas a las mías, mientras aún pude oír de sus labios un "te amo".
Me había hecho prometer que después de su marcha, yo seguiría disfrutando de la vida, que viviría feliz hasta el último de mis días. Se lo prometí, sí. Porque no quería verla sufrir más. No soportaba escuchar las carcajadas irónicas del Cáncer. Ese ser monstruoso que siempre se hace acompañar de la muerte. Lucía no me dejó acompañarla y yo no pude hacer nada por evitar que la muerte se la llevara. ¡maldito seas Cáncer... por robarme lo que más amaba!.
Intenté cumplir mi promesa, mostrarme feliz ante los amigos, vivir la vida… ¿pero… qué clase de vida voy a vivir? si la única razón de mi vida era Lucía.
Sé que posiblemente habrá otras mujeres llenas de méritos, que podrían hacer feliz a cualquier hombre. Pero yo no necesito que ninguna otra mujer me haga feliz. Yo sólo necesito volver a estar junto a Lucía.
Perdóname Lucia, por incumplir mi palabra, por no poder ser feliz. Pero ya no hay nada en este mundo por lo que valga la pena seguir.
Perdonadme vosotros, mis queridos amigos, por marcharme así, pero sé que vosotros queréis lo mejor para mí, y ahora, lo mejor para mí es estar junto a mi amada. Sé que lo entenderéis, por eso os quiero pedir un último favor:
Haced que me entierren junto a Lucía, y vigilad que las petunias de su tumba estén siempre bien cuidadas. Os he transferido a vuestras cuentas todo lo que tenía en el banco, ya que vosotros dos sois mi única familia, además de que así, se cubren los gastos y molestias que os ocasionó.
Si existe la vida después de la vida, voy a volver a ser el hombre más feliz del Universo junto a mi amada, pero... si todo se acaba en esta vida, habré terminado con una agonía que no me dejaba vivir.
Espero poder abrazar en el más allá.
Vuestro amigo José.
Cuando acabé de leer, tenía los ojos llenos de lágrimas, pero también sabía que ahora mi querido amigo José era feliz. Alberto y yo nos cruzamos las miradas, no hizo falta decirnos nada más. Cumpliríamos la última voluntad de nuestro amigo, deseando con todo nuestro ser que ahora se encontrase junto a su amada Lucía, esperando el momento en que nos llegará nuestra hora, para volver a abrazarnos