12 cartas a la muerte

11. Diamantes rotos

"La vida es una cueva donde hay que minar para avanzar, algunos empiezan por suelos blandos, que con mano limpia podrá hacer el túnel más perfecto donde avanzar hacia el éxito y otros empiezan por los terrenos más duros, donde el mismísimo diamante se muere de envidia de lo difícil que es atravesar aquella roca.

Pues a mí y mis diamantes rotos nos tocará esperar a un derrumbe, a que por sí sola la montaña se cayera, pues ni con el mayor esfuerzo podría hacer siquiera un rasguño.

¡Qué suerte la mía! Pues ya con mis manos moradas de golpear con desesperación esperando que algo sucediese, que mis huesos ya rotos susurrando con garganta rota, suplicando un acto sepulcral y mi sangre en el suelo de aquella cueva, esperando a que me acueste sobre ella para la siesta infinita.

Aquel techo de era infinito, que emulaba al cielo nocturno y sus estrellas con asco de verme se habían ido a otro lugar, que vergüenza podría emanar yo, pero, a que se debía, pues yo no seleccione mi comienzo, solo desperté en oscuridad con un pico roto y dolor.

¿Por qué debería ser juzgado por algo que no decidí? O acaso el karma me designo está vida por algo pasado ¿Me esperan cosas mejores? pues peores no creo que podría encontrar en vida. Pero, tan equivocado estaba yo de estas últimas palabras que, al transformar los días a años, avanzaba y avanzaba y este camino infame solo reestructura la definición de imposible.

La decepción del camino trajo solo violencia a mi juicio, que fue poco a poco calmada por actos impuros, los cuáles mi antigua alma aún llora al recordar, la triste realidad del mundo en vida, pues no pude avanzar más, resignado estaba al saber que muchos almas a esta altura perecían, ¿Solo seré otra en aquel río de lamentos? Adivinar no era lo mío, sino esperar a que salven mi ser.

Ahí yacía yo, casi absorbido por la tristeza infinita, observando mis avances inexistente en la cueva de la vida, para avanzar solo deberé empezar de nuevo en otro lugar, cosa imposible, hasta que tu luz llegó a mí y me enseñaste que no existe ningún pesar cuando unes tu ser con otra alma para ser uno solo y mi alma adorada me dio las fuerzas para poder pensar con claridad.

Seco mi sudor y la sangre que corría por mi rostro, beso y curo mis manos atormentadas de desesperación, lloro y lleno mis ojos de esperanza y de amor mi corazón, cultivo ánimos en mi cuerpo y con sus ojos de diamantes, mi voluntad reforzó de tal forma, que al simple roce de mi pico a la maldita roca, está sollozaba y pedía clemencia y mi alma tan bella que es le perdonaba yo aprendiendo de su moral me transforme en su confidente y más que nada en su pareja.

Aquella alma, mitad suya y mitad mía, la cual llamo mi alma mía, aunque viva era sabía y poderosa, pues para mí todo es y será.

Con su conocimiento de alquimia sagrada me enseñó el secreto de los diamantes y como utilizar mis heridas para superar cualquier adversidad al imprimir todo para fortalecerme.

De esa forma junto a ella pude, luego de muchos años, seguir cavando mi camino"

— ¿Piensas que tu camino en la cueva fue duro? Hay millones que, al iniciar, por derrumbes perecieron, sin siquiera haber dado su primer golpe — me dijo el caído con cierto asco, pero podía percibir su ganas de hacerme sentir mal.

— Pues, así de escribió, ¿Quién soy yo para juzgarlo? — le dije ya sabiendo que le importaría un bledo.

— Tus intentos son inútiles, tú que vas en la cuarta sexta ya deberías saber que el fuego nunca se paga con fuego, alma en pena.

— Pena nunca más, luego de conocerte y pensar en mí alma eso quedó atrás, es preciso seguir con mi obra sangrienta, el gélido suelo me lo pide.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.