12 lobos

Capítulo 1. Editado.

 

Corría ya el año 2000. En la ciudad de Londres, Inglaterra vivía una hermosa joven. Una chica que a simple vista no superaba los veinticinco años. Llevaba meses meditando sobre sus planes para el futuro, a donde le llevaría su destino, teniendo pensamientos que le hacían sentir confundida, después de tanto pensar y pensar decidió por fin ser libre y vivir por cuenta propia, ser alguien independiente. Había terminado hace poco su carrera de diseño de modas, saliendo de la universidad con grandes honores, una de las mejores estudiantes de su clase. Ahora buscaba una zona lo suficientemente alejada de la ciudad, necesitaba un lugar tranquilo en donde estar a solas y poder realizar sus sueños y claro para olvidar los malos momentos junto a su padre, un hombre adinerado, pero cruel con ella y los demás que le rodeaban. Aquel hombre se caracterizaba por ser una persona manipuladora, egocéntrica y demasiado arribista para su propio gusto. Las personas que le rodeaban vivían en un constante miedo de ser despedidos por cualquier absurda razón. Por otro lado estaba su adorada madre, una mujer que solo estaba interesada en los lujos y la buena vida, en las nuevas tendencias de moda en costosas e innecesarias cirugías plásticas. Ya había perdido la cuenta de cuantas se había realizado, pero desde que tenía memoria, esta se la pasaba en el quirófano. Tenía más que claro que para su madre ella solo era un error. Al menos eso era lo que ella lograba percibir, pero todas esas cosas eran demasiado obvias, no era necesario ser un genio para darse cuenta, las actitudes de desagrado resaltaban a la vista. Demasiados años a su lado le hicieron ver su verdadero rostro. Falsedad, arribismo e hipocresía. Las paredes de aquella casa eran lo suficientemente delgadas para poder escuchar todo lo que sus progenitores decían acerca de su persona. La falta de afecto de estos hacia ella terminaron por alejarle, tanto de él como el resto de su familia. Se lograba percibir aquella tensión, el rechazo de cada miembro de su familia se lograba sentir en cada rincón de esa casa ¿Cómo demonios se podía ser feliz así? No era posible, las sonrisas fingidas ya se habían vuelto una rutina insoportable de la que ya deseaba escapar ¿Quién en su sano juicio podía seguir viviendo de esa manera tan agotadora? Las cosas tarde o temprano le pasarían la cuenta. Pero de todas formas ir al psicólogo no era una opción, el sentarse en un sillón usado por cientos de personas y contarle las desgracias de su vida un desconocido no era algo que pasara por su mente, aunque en mas de una ocasión lo había considerado, pero pasado un tiempo todas esas ideas desaparecían de su mente como por arte de magia.

 

Durante bastantes meses se dedicó a buscar por varios lugares a lo largo de todo el país, con diferentes personas y en distintas paginas pero de cierta forma ninguna de las opciones tenia lo que ella estaba buscando, todas las opciones que las páginas ofrecían no lograban ser de su agrado. Hoteles de mala calidad con fachadas nada agradables, casas ubicadas en buenos vecindarios, pero la mayoría cercanas a la casa de sus padres y lo que menos deseaba era estar cerca de ellos. Todo era común y corriente, deseaba algo que le inspirara, estaba por dejar su búsqueda hasta que se topó con aquella gran mansión alejada de todo. Tal como ella quería. Ubicada al sur de Londres, llegando a la zona más rural del país. Donde apenas si vivían un par de familias a kilómetros de distancia. Un paraje desolado y aislado con todo contacto con el resto de la sociedad. Un lugar frío, pero eso era lo de menos. El lugar se acoplaba a las cosas que ella deseaba, paz y armonía.

 

Espero a que sus padres se fueran a su rutina diaria, para así quedar sola en casa. Preparo todas sus cosas, su ropa era lo más importante, sus libros de diseño y su portafolio con todos sus trabajos. Sus materiales de confección y claro sus documentos junto con sus ahorros. Una vez que cargo todo en su vehículo y un par de cosas extras, se dispuso a escribir una pequeña nota para sus padres, de esa forma se evitaba el estar siendo buscada por la policía por presunta desgracia, aunque en su interior sabia bien que sus progenitores no moverían ni un solo dedo por buscarla, seria una carga menos para ellos. “Me fui de casa. Ya no seré una carga para ustedes. Atentamente: Amelie”.

 

Las grandes paredes de piedra estaban recubiertas de un frondoso y verde musgo que llegaba hasta lo mas alto de las paredes, cubriendo parte de las ventanas. Algo que se podía solucionar con mucha limpieza, además según los datos que le había brindado el corredor de propiedades, aquella casa se había mantenido abandonada por bastantes años. Había tenido algunos dueños, pero nadie duraba más de unas semanas en ese lugar. Según los relatos que el vendedor le daba, los viejos residentes lograban sentir un extraña aura en la casa, una energía negativa que les drenaba lentamente la vida, razón por la cual se mantenía en un abandono total, con basura por todos lados, a simple vista el lugar lucia como una mala película de terror a la cual no quería ingresar,.

 

Grandes árboles frutales cubrían de sombra dándole un ambiente del todo agradable y campestre a sus ojos. El lugar emanaba paz desde todos sus rincones. Le costaba creer esas historias, pues a simple vista todo eso era mágico y tranquilizador. Un largo camino de flores, estas de todos los colores imaginables y rocas planas le llevaban hasta la gran entrada de madera imponente ante ella, de un fuerte color cobrizo, desgastado por el paso de los años y los diversos cambios climáticos. La corrosión era visible desde lejos. Una gran mansión, de tres niveles con torres de piedra sobre el techo, un color marfil gastado, algo opacado por el paso de los años le daban una apariencia antigua a ese lugar, como en un cuento de hadas, de esos que solía leer cuando era niña y bueno no era para menos aquella casa tenía al menos unos mil años desde su creación. Al menos eso era lo que el vendedor había mencionado.  




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