Capítulo 0
Parte 1 “destrucción del mundo divino”
Al nacer el mundo los dioses estaban allí, al morir el mundo los dioses seguirían allí. O eso se creía, la paz reinaba en el mundo divino primordial hasta que un dios quiso tener más poder del que se podía, codicio las habilidades de sus hermanos y quiso todo para él. El controlar la vida y la muerte, la luz y oscuridad, el caos, el vacío, ese dios quiso todo y mato a los otros dioses para obtenerlo. Pero ¿Cómo puede un dios matar a otro? Eso es algo que aun nadie puede responder si fue posible, pues aunque los dioses desaparecieron, dejaron vestigios de su poder origen y partes de su alma en diferentes mundos, mundos débiles, mundos fuertes; mundos donde reinan bestias y mundo donde dejaron de existir cada lugar eran mundos que ellos moldearon y vieron florecer a su gusto, cada mundo guardaba tesoros en él y uno de estos fue encontrado por un mortal. Un tesoro que guardaba un poco del poder de origen de un dios primordial, el dios que los humanos consideran el más fuerte.
Ese dios era la muerte.
El universo está dividido por sus diferencias de poder. un mundo débil tiene habitantes débiles. Un mundo fuerte, tiene habitantes fuertes; sean humanos o bestias ambos siempre están conectados y dependen del otro para sobrevivir.
Los fuertes son los únicos capaces de sobrevivir en un mundo donde los débiles son devorados, solo hay dos opciones, ser alguien fuerte o morir en el intento.
Tras la desaparición de los dioses el caos se instaló en el mundo hasta que un hombre decidido a confrontar esto unifico todas las tribus humanas y formo de estas un vasto imperio, tras ello él fue nombrado el señor del primer mundo y sus descendientes tuvieron el mismo gozo al ser reverenciados por todo aquel que viviese en ese mundo.
Pasaron los años y los habitantes de estas tierras pronto fueron conquistando cada rincón de este mundo hasta secarlo. Pero para fortuna de los nuevos exploradores al final del mundo suyo, hallaron ‘portales’ hacia lugares nuevos, únicos y con el peligro impregnado en sus fauces. Cada viajero podía ir tan lejos como quisiera, esos portales eran puentes, oh hermosos puentes dejados por algún dios ya olvidado en esta era de nuevos mundos, quien no quisiera ser ya un grandioso explorador de mundos como muy pocos lo lograron, si no fuera por el peligro, ese con nombre y rostro terrible que se encontraba en ese pequeño espacio que se tenía que atravesar para llegar a otro mundo. Pequeño para algunos, pero para algún otro desafortunado eterno como la muerte. Y qué decir de aquellos mundos en los que si por desgracia del destino caías, eso mundos sin vida, esos mundos sin nada bueno para ofrecer, esos mundos débiles como ninguno que solo servirían para jugar y tan frágiles que los podías romper.
Año 1964 después de la guerra de los dioses en el primer mundo ese fue el año que la maldición que lanzo el dios demonio al emperador de este mundo causo caos en el tiempo, en los puentes que antes gloriosos se hallaban bloqueados por una mala apuesta del destino.
-¿crees que tu sucia vida bastara para pagar tu ofensa a este dios? ¡Ridículo! – el anciano se estremeció en el piso sin poder levantar la mirada mientras que en la cara del sujeto se vio una expresión escalofriante y volvía su mirada a la joven que se encontraba de rodillas con la cabeza pegada al suelo junto a su padre.
-el castigo que te daré será más que adecuado. Nadie puede ofender a este dios y huir sin pagar esa ofensa, tendrás el peor castigo que se me pudo ocurrir. No morirás, tú vivirás sufriendo y deseando morir pues tu penitencia caerá en tu querida hija y tú las veras sufrir cada día. ¿Dices que bendices esa unión? Cuando pruebes mi maldición la odiaras más que nada y rogaras porque me lleve a tu hija.
El anciano se estremeció, ese dios era cruel y despiadado ¿cómo es que pudo ofenderlo? Al levantar la mirada noto que el hombre había desaparecido, pero mientras todos revelaban un suspiro de alivio el anciano logro oír un vestigio de su voz.
Hoy mi maldición empieza. Disfruta el show emperador.
Y con la desaparición de aquella voz un joven que se había levantado estaba nuevamente de rodillas gimiendo de dolor y cuando los labios del anciano estaban por moverse la joven al costado suyo también emitió un grito lastimero, para ser silenciada a los pocos minutos mientras el alboroto rondaba la sala. ¿La maldición era acaso ver morir a su querida hija? Cuanto dolor estaba sintiendo ese pobre hombre.
Pero quien podría imaginar que en estos tiempos de expansión y desarrollo se podría encontrar un trozo de poder de un difunto dios, eso era ya tan lejano como un mito. Cuan desgracia es la suerte de este viejo señor el ser tocado por un hombre dolido nombrándose dios de la muerte. Pero ese para su desgracia era solo un pequeño piquete comparado con el resto. Esta es la maldición de un dios y es peor que la muerte. Y que esperar ahora sino más que la muerte, ya no se puede esperar nada, pues la muerte vieja amiga hoy te da la espalda como una ex novia resentida. O mejor dicho un ex novio resentido.