GIRASOL NÚMERO 50
Zayn Sanderson
No sé como he terminado en este lugar.
Frunzo el ceño al ver a todas las chicas revisando los percheros buscando algo lindo.
—Me iré— digo cuando el novio de una chica me mira con un rostro de sufrimiento mientras le carga el bolso y su chaqueta. El pobre debe llevar horas así.
—¡No puedes irte!— grita la italiana tras un probador.
¿En qué momento he permitido que una italiana odiosa me convenciera de venir al centro comercial porque necesita ropa nueva?
Oh, cierto, a prometido comprarme una hamburguesa.
—¿Que no tienes amigas para hacer estas cosas?—pregunto cruzándome de brazos.
—Tu eres mi amigo.
—No soy tu amigo.
—Pues mi casi amigo.
—No. Casi nada.
La puerta del probador se abre y aparece la italiana con unos vaqueros no tan ajustados que están rotos a las rodillas y se doblan justo por encima de las botas negras que tienen cordones, también lleva puesta una corta y ajustada remera de líneas negras y blancas con manga larga.
Sonríe— ¿Y?
La miro un par de segundos.
Joder, es que no está fea. ¿Cuál es su maldito problema? ¿Por qué ese atuendo se le ve tan bien?
—¿Qué opinas?—pregunta entusiasmada, frunzo el ceño, ella se desanima— ¿Me veo tan mal?
—Pensé que el negro no te gustaba.
—He visto el atuendo y me pareció lindo. ¿Te gusta?
Si, me gusta.
—¿Y yo qué mierda sé? Estás lo suficientemente grande como para elegir tu ropa sola. Te esperaré afuera si es que no me aburro y me voy solo— digo, me doy media vuelta y salgo de la tienda.
Cuando ella sale trae puesto el conjunto que compró.
—¿Iremos ya por las hamburguesas?—pregunto cabreado, ella sonríe.
—Si, vamos.
Nos dirigimos a una tienda de McDonald's dentro del centro comercial y de inmediato hacemos la fila para hacer la orden ubicándonos al final, lo bueno es que no tardamos en estar delante.
Ya tengo mucha hambre.
El hombre nos pregunta qué queremos y soy el primero en hablar.
—Yo quiero una coca cola y la hamburguesa de la oferta de ahí— digo y señalo la televisión con la hamburguesa que promocionan— Pero con doble queso.
El tipo asiente— ¿Desea agrandar su orden por un dólar y veintinueve centavos?
—Por supuesto que si— digo y frunzo el ceño casi ofendido, el tipo asiente y se gira a ver a la italiana.
—Uhm, yo quiero la misma hamburguesa, pero sin carne y sin queso. ¿Agua tiene?— pregunta y el tipo asiente— Pues con agua.
—¿Desea agrandar su orden por un dólar y veintinueve centavos?
—¿Por qué no?— dice y sonríe.
—Son siete dólares con cincuenta y ocho centavos— dice el tipo con esa estúpida voz de robot.
Abro mi billetera y le paso diez dólares.
—Hey, es un billete de diez dólares, debo pagar mi parte— dice la italiana, me alzo de hombros mientras guardo la billetera en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
—Yo invito, siempre llevas comida a mi departamento.— digo sin darle mucha importancia y ella sonríe.
—Te agrado, ¿Cierto?— pregunta y pongo los ojos en blanco.
—Cada vez que lo preguntas, me agradas menos.
Ella sonríe. El tipo me da el vuelto, le digo mi nombre y en un par de minutos nos llaman. La italiana y yo nos vamos a sentar a la primera mesa que vemos.
Mientras devoro la hamburguesa, veo la de la italiana (aguantar a la chica eligiendo qué ropa comprar me abrió el apetito increíblemente). Su hamburguesa apenas tiene relleno y pidió agua para tomar, ¿Quién pide agua en el McDonald's?
¿Por qué siempre se cuida tanto de todas esas cosas? ¿Querrá bajar de peso o algo así? La verdad es que así como está es bastante delgada, aunque a mí ese asunto no me compete.
—¿Cuál es tu comida favorita?— pregunta de pronto, señalo la hamburguesa en mi mano— La mía son los espaguetis a la boloñesa. Mi abuela los hacía y le quedaban deliciosos, siempre que lo servía en la mesa decía— se aclara la garganta para imitar la voz— Chi non mangia sempre tutto il cibo, diventerá debole e senza grazia.
Asiento— Oh, claro. Debía ser graciosísimo— digo porque no entendí ni mierda, ella sonríe.
—Significa que quien no se comía siempre toda la comida, crecería débil y sin gracia.
—Pues tu no tienes mucha gracia.
Sonríe—¡Oye!
—Tu abuela debe estar muy decepcionada.
—Mi abuela está orgullosísima de mi. Me gustaría viajar pronto a Italia para poder verla... si ganara la lotería, tal vez podría permitírmelo.
—Si dejaras de darme girasoles todos los días y ahorraras ese dinero, tal vez.
Sonríe— Es descortés dar los trucos de un regalo, pero soy amiga de la señora Greyson de la florería. Me cobraba la mitad del precio hace un tiempo y ahora me los da como un pequeño pago por trabajar para ella.
Alzo una ceja— ¿Trabajas para ella y te paga con un par de asquerosos girasoles? ¿Recuerdas lo que dije sobre que la gente se aprovecha de ti?
—Comencé a trabajar para ella sin pago, la verdad es que no se puede permitir una trabajadora y es mayor de edad, está muy cansada y no podía verla así. Comenzó a sentirse mal porque trabajaba sin pagarme, así que le acepté los girasoles.
Frunzo el ceño mirándola.
Joder, esa italiana es muy extraña. Recuerdo a las chicas de la universidad que vi por la calle y se recrea la escena en mi cabeza de como pisotearon las cosas del viejo, sin siquiera titubear en tal vez ayudarlo ¿Y ella prácticamente trabaja gratis para ayudar a una señora? Tanta amabilidad no puede ser normal.
—¿Qué pasa?— pregunta y niego con la cabeza.
—Nada.
Ella sonríe y sigue comiendo su asquerosa hamburguesa sin carne, ni queso. Mis ojos se quedan pegados en ella sin poder evitarlo... trago grueso mientras veo como vuelve a hablarme de algo a lo que no le presto atención, sonríe y de repente niega con la cabeza provocando que un mechón de su cabello rubio caiga estorbando sobre su rostro, ella lo aparta de inmediato dejándolo detrás de su oreja. Sus ojos verdes están puestos sobre mi mientras me habla.