164 Girasoles

24.Quiero quedarme a tu lado

GIRASOL NÚMERO 62

 

Zayn Sanderson

—¡Dios, no!— grita la italiana y se tapa los ojos aterrada— Por esto no quería ver películas de terror. Me dan mucho miedo.

—Pero es una película animada y tu la pediste.

—Es que vi Coraline hace un par de años y pensé que ahora no me aterraría. 

—Es animada.

—¿Y?

Sonrío un poco— Quitaré la película.

—¡No! Yo puedo— dice y quita las manos de su rostro, pero sigue asustada.

—Voy a quitar la película.

—¡No lo hagas!— grita mirando con miedo.

—¿Por qué quieres verla si te da miedo?

—¡Porque...! ¡No lo sé!

Decido ponerle fin a esto y apago la televisión, ella suelta un suspiro.

—Gracias— dice y niego con la cabeza divertido.

Se queda en silencio durante unos segundos, lo que no es muy común en ella. Frunzo el ceño al verla pálida mirando a un punto fijo en la sala, su respiración está acelerada.

—¿Estás bien?— pregunto preocupado.

—Yo...—traga grueso—Me siento un poco cansada... y me duelen los huesos— dice pasando sus manos por sus muslos.

Frunzo el ceño y afirma su cabeza en el respaldo del sofá.

—Me siento... me siento mareada— dice y se pone en pie, supongo que para ir al baño, inmediatamente la sigo— No... no, puedo sola— dice y me quedo quieto.

Pero entonces, a medio pasillo se tiene que detener y afirmar con la pared, desde aquí noto que su respiración está muy agitada, me acerco un paso y corro cuando cae al suelo.

—¡Sarah!

Me arrodillo y le doy la vuelta, comienza a abrir los ojos lentamente. Suelto un suspiro.

—Mierda—susurro aliviado, me sonríe de lado.

—Me gusta cuando me dices Sarah.

—Es tu nombre.

—Suena mejor cuando lo dices tu.

—Tienes que dejar de hacer eso, me pone nervioso— digo refiriéndome a que se desmaye, paso un brazo por su espalda y otro por debajo de sus rodillas, la levanto y la llevo a mi habitación para que descanse.

—Me gusta tu habitación— dice cuando la dejo sobre mi cama, la arropo con las mantas.

—A ti te gusta todo.

—En mi mochila, en el bolsillo de afuera hay un estuche con unas pastillas... una de ellas es azul, ¿Podrías traérmelas?

Asiento— Vuelvo enseguida. 

Cuando llego a la sala abro su mochila y encuentro el estuche, lo abro y veo decenas de medicamentos.

No puedo evitarlo, me preocupa. ¿Por qué siento que su salud es más grave de lo que me dice? 

Miro a la habitación y me pregunto en qué momento esa chica rubia italiana y torpe comenzó a ser tan importante en mi vida que siento mi corazón acelerarse en pánico con la mera idea de que pueda pasarle algo. La veo mareada y sin fuerzas, la veo caer y algo dentro mío se agita completamente en desesperación por no saber como ayudarla.

No soy el tipo más demostrativo respecto a mis sentimientos, eso lo tengo muy claro, pero me gusta. En serio me gusta y me preocupa lo que pase con su vida.

Si, de algún modo se siente muy extraño como de un momento a otro ya no solo se trata de lo que me pase a mi, Sarah llegó a mi vida, no la quise en ella e insistió hasta más no poder... y se quedó, se quedó en mi vida y ahora no soy solo yo. Está ella. 

Camino con un vaso de agua y el único medicamente azul que había en el estuche a la habitación, la italiana se sienta, le paso las dos cosas y se traga la pastilla con la ayuda del agua.

—Pronto me sentiré mejor— dice volviendo a dejar su espalda contra la cama.

Dirige sus ojos hacia arriba y me mira con los ojos brillantes y suplicantes. Sé lo que quiere y niego con la cabeza ante su petición.

—Estoy bien aquí— digo cruzado de brazos.

—Hay espacio en la cama para los dos.

—Te ves cómoda así.

—Estaría más cómoda contigo a mi lado.

—Estoy bien de pie.

—Por favor— dice y veo como sus ojos brillan aún más... ah, mierda.

—Bien, tu ganas— digo, se hace a un lado y me acuesto a su lado.

En un par de segundos ella se acerca, levanta mi brazo pasándolo al rededor de sus hombros y acomoda su cabeza en mi pecho, deja su mano sobre mi abdomen.

Me quedo estático con el brazo en el aire.

—Abrázame, no es tan difícil— pide en voz baja y tierna, trago grueso.

—No soy bueno con estas cosas.

—Yo soy buena por los dos— dice, pasa su brazo al rededor de mi torso y me abraza.

Trago grueso y finalmente bajo mi brazo, abrazándola por los hombros... en realidad se siente bien.

—Gracias— susurro entonces.

—¿Por qué?

—Por no rendirte conmigo.

—Gracias por no rendirte contigo mismo.

Sonrío de lado y aparto el cabello que cae sobre su rostro.

Esto se siente muy bien.
 

• ────── ✾ ────── •
 

—¿Cuándo aprendiste a tocar la guitarra?— pregunta la italiana.

No sé cuanto tiempo ha pasado, pero seguimos abrazados en la cama y ya hemos visto dos películas en mi ordenador.

—A los doce... creo—digo frunciendo el ceño.

—¿Quieres tocar algo?— pregunta mirándome hacia arriba con una sonrisa.

—Si digo que no vas a insistir, ¿No?—pregunto alzando una ceja, ella asiente. Suelto un suspiro y me levanto de la cama, tomo la guitarra eléctrica que está colgada en una pared. 

Vuelvo a sentarme en la cama con mi espalda contra la pared.

Sarah se afirma en su hombro con una mano debajo de la almohada para mirarme, bajo la vista a ella y la encuentro sonriéndome.

—¿Qué?— le pregunto

—Te ves muy guapo.— dice sonrojada.

Asiento— Lo sé.

—Así no se responde un cumplido.—dice divertida

—¿Ah, no?

—Nop.

—¿Y como se responde?— pregunto volviendo a mirar a la guitarra y revisar algunos acordes.

—Dime uno y te muestro— dice y sonrío divertido.



#24648 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, sadstory

Editado: 05.09.2021

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