GIRASOL NÚMERO 71
Zayn Sanderson
Hoy he recibido un ramo de ocho girasoles de parte de la italiana por los siete días que no nos vimos y el de hoy. No sé por qué me los sigue regalando, la verdad.
Qué semana de mierda pasé.
Tengo que ser sincero, no sabía que la italiana alegraba tanto mis días hasta que ya no estuvo en ellos. Y solo fueron siete jodidos días, ¿Qué está pasando conmigo?
Pensé en buscarla, mandarle un mensaje o llamarla, es solo que nunca antes había tenido que hacerlo... desde que la conozco ella simplemente ha estado en todo momento.
¿Y si esa italiana irritante realmente está entrando a mi mundo? ¿Y si... en serio mis sentimientos por ella comienzan a ser realmente reales? ¿Y si ni siquiera yo mismo sé realmente cuánto me importa? La verdad antes no habría creído que siete simples días habrían sido suficientes como para extrañarla, pero si lo fueron. Mierda que lo fueron.
Y además estoy molesto porque ya no la veo en la universidad, ¿En qué me estoy convirtiendo? Esto comienza a asustarme en serio.
¿La italiana me gusta?
Si, me gusta. ¡Bien lo dije!
Bueno, en realidad lo pensé, pero vale, ¿No?
Ugh, mierda.
—Y entonces le dije que en realidad mi espalda ya no es lo de antes. Los años no pasan en vano, oh, no. Un día estaba dando pases en el equipo de baloncesto de mi universidad y al siguiente necesito ayuda para cargar la merienda al bingo—dijo Delfín, el viejo al que ayudé hace un tiempo y hoy, mientras iba de camino al callejón he vuelto a pillármelo en la calle y ahora lo acompaño al bingo mientras cargo las bolsas de comida.— ¿Si entiendes lo que digo?
—Oh, si, claro—digo, pero en realidad escuché la mitad de todo lo que dijo.
—¿Tu juegas baloncesto?
—No.
—Es un muy buen deporte. Oh, qué tiempos.
Comenzó a contarme de algunos campeonatos que ganó cuando pasamos frente a la tienda donde la italiana trabaja, como obra de la casualidad ella iba saliendo lista para ir a casa.
—Hola— sonríe efusivamente al verme, sonreí de lado sin mucha emoción.
¿Qué? Simplemente sonreír para mi ya es bastante.
—Ehm... la italiana, el viejo. Viejo, ella es la italiana— los presento y ellos se miran divertidos.
—Soy Sarah— lo saluda ella educadamente levantando su mano para que el viejo se la estreche.
—Delfín, un gusto, señorita— el viejo se la estrecha.
—¿Se llama Delfín?— le pregunta Sarah emocionada.
—Si, ya he dicho yo que mi madre me maldijo con ese nombre—dijo el viejo negando con la cabeza.
—¡Me encanta su nombre! Es muy original y amo los delfines—dice la italiana y levanta su mirada a mi, haciéndome recordar al delfín que está grafiteado en la habitación de mi departamento.
—¿De verdad?—pregunta el viejo esperanzado.
—Claro que si.
—Qué chica tan agradable. Tienes mucha suerte con tu novia. Tienes que respetarla mucho, eh— dice el viejo apuntándome con el dedo índice, frunzo el ceño.
¿Por qué todo el mundo se piensa que Sarah es mi novia?
—Oh, no soy su novia— aclara la italiana relajada, me mira unos segundos y luego vuelve a mirar al viejo—Bueno, todavía no.
Espera, ¿Qué?
—¡Oh, una chica atrevida! Ven, acompáñanos al bingo— dice el viejo quedando en medio de los dos, Sarah lo toma del brazo y comenzamos a caminar.— ¿Cuánto tiempo sería ese todavía? Cuéntame.
—Bueno, es que Zayn es un poco reservado.
—Qué chico, ¿No? Ya se le pasará.
—¿Usted cree?
—Oh, si, solo tenle paciencia.
—Sigo aquí y estoy escuchando todo, por si no se habían dado cuenta— menciono, pero me ignoran y siguen conversando.
Un par de minutos después llegamos al bingo y nos despedimos del viejo, Sarah le menciona lo mucho que le ha gustado conocerle, en fin, como siempre siendo muy educada.
—Delfín es muy agradable— dice sonriente en cuanto estamos solos.
—Ajá.
—¿Qué pasa?
Meto mis manos en los bolsillos de mi sudadera y suelto un suspiro.
—¿Tienes planes?—le pregunto y niega con la cabeza.
—Iba a ir a casa a cocinar algo.
—¿Te acompaño?
Sonríe— ¿A mi casa? ¿A cocinar?
—Si, es lo que digo.
—¿Te gustan los cupcakes?
—Soy el mejor cocinando cupcakes.
Suelta un pequeña risa— Me lo imaginé.
Nos devolvemos por mi motocicleta que dejé estacionada y luego vamos a su casa. Tenía planeado ir a grafitear un poco al callejón, pero al verla de pronto se me apetece más pasar el día con ella, si soy sincero nada se me apetece más que eso.
Me estaciono afuera de su casa y guardo las llaves en mi bolsillo.
—Es la primera vez que vienes a mi casa— dice mientras abre la puerta.
—Espero el mismo la misma calidad de recepción que te he dado en mi departamento, eh.
—Pues tendría que echarte unas diez veces antes de que te de la bienvenida— dice divertida mirándome hacia arriba y le sonrío un poco.
Entramos y ella cierra la puerta, la casa es pequeña, pero acogedora y bien decorada.
—La cocina está por aquí— dice y la sigo.
Me cuenta un par de cosas que le sucedieron en su día de trabajo, como que su jefa es muy agradable y que entraron un grupo de niños de doce años a desordenar todo el lugar, habla mientras saca de las estanterías todo lo que utilizaremos para hacer los cupcakes.
—¿Y tu? ¿Cómo ha estado la universidad?— pregunta y me alzo de hombros.
—Bien.
—¿Bien?
—Si, bien.
—¡Pero cuéntame algo! Yo te he contado todo mi día y con lujos y detalles.
—Yo no soy así.
—Lo sé, pero... no lo sé, ¿Algún trabajo, proyecto...?
Suelto un suspiro— Si, uhm... hay un proyecto sobre crear un emprendimiento pequeño.