Caminamos alrededor del pueblo, buscando un lugar más cómodo para poder ingresar de nuevo al bosque.
Cuando al fin encontramos un mejor acceso escalamos sin problema alguno, las ramas de los árboles cercanos nos brindan la seguridad de no caer.
Resulta mucho más fácil escalar, a pesar de que en esta ocasión traemos con nosotras las bolsas de comida y el rifle.
Una vez dentro de los árboles nos movemos para no ser blancos fáciles. Ambas creemos que quedarnos fijas en algún área sería igual a entregar nuestras almas a esa mujer.
Caminamos por al menos dos días, el bosque en verdad es inmenso, ahora entiendo que las caminatas que efectuamos obligadas por papá solo fueron para cubrir una pequeña parte de este inmenso lugar.
Ni Dakota ni yo sabemos exactamente dónde estamos. Por mi parte solo recuerdo que al seguir hacia el norte podemos llegar a la orilla de un río, es el único lugar que por el momento se me hace seguro, para mi fortuna, Dakota no se opone en seguir esa dirección.
Acordamos racionar la comida para que nos pueda dar para varios días; dormimos teniendo como techo las estrellas, acompañadas de una capa de oscuridad y soledad, cubiertas por el calor de nuestros cuerpos, algo que a pesar de no ser mucho, en verdad preferimos antes de vernos en la necesidad de ser separadas.
Aún existe en nosotras ese temor de quedarnos fijas en una casa, creemos que ella puede sorprendernos cuando menos lo esperemos.
No sabemos a dónde dirigirnos ni mucho menos si aún queda vida en este planeta porque después de escapar del arraigo de Amber no hemos visto ningún ser vivo. Solo sabemos que debemos seguir moviéndonos para evitar que nos encuentre.
Todas las noches a como nuestra inteligencia nos lo permite, encendemos una fogata para mitigar el frío. Desafortunadamente en estas fechas ya comienzan a caer las primeras lluvias del año y con ellas nuestros esfuerzos por mantenernos calientes generalmente resultan inútiles.
En una de esas noches de frío, muy pegada a mi hermana, decido tocar un tema importante y un poco incómodo entre nosotras. Necesito saber que paso durante el tiempo que mi cerebro no recuerda nada, esos momentos donde tengo muchas lagunas mentales.
Como ella me da la espalda, no puedo saber si está dormida o despierta, por eso prefiero asegurarme antes de poder seguir con esta pregunta que últimamente tortura mi conciencia estando activa o en reposo.
—Dakota ¿estás despierta?
—Claro Mónic ¿qué pasa? —responde con su voz un poco adormilada. Es más que suficiente para darme el valor de preguntar.
Sin querer mi cuerpo se tensa un poco antes de exponer mi duda, mi hermana se percata de mi rigidez e intenta girarse para mirarme, pero yo no puedo apartarme ni un segundo de ella, necesito sentir su cercanía para tener valor.
Sin pensar del todo la pregunta la efectuó. Sé que seguir dando vueltas solo traerá más dudas a mi cabeza.
—¿Por qué permitió que te quedaras a su lado? ¿Por qué no te mato como a los demás? —no quiero ir con rodeos y tampoco quiero guardarme nada, quiero ser transparente con ella y aunque ella no haya tenido la culpa quizás si tenga respuestas para mis preguntas.
—Los primeros días me hacía la misma pregunta, pero sabes… —su voz comienza a temblar, cambia delicadamente de tono y sé que estoy entrando a un terreno difícil para mí hermana. Eso hace que me sienta una tonta por hacerla pasar esto, pero mi egoísmo no me permite ver mi error con anticipación—. Después de mirarte tirada en la cama y lo peor, sin saber si estabas bien o mal, viva o muerta. Ella me miró, a mi cuerpo le entró un miedo tan fuerte que hasta me quedé sin respirar. Su mirada era diabólica; su boca se volvió muy fina, delgada y por si fuera poco sonrió sin abrir los labios; sus ojos se achinaron un poco, con un brillo de terror. Ese mismo terror y un miedo se apoderaron de mí al instante, tan solo de observarla. Me percate del movimiento en su mano, supe que esa acción era para darme un golpe, pero más bien me propinó una bofetada, una que me removió cada neurona.
Al instante perdí el conocimiento, solo unas horas después, cuando desperté, me di cuenta que estaba atada de pies y manos a la silla favorita de papá, aquella de madera que se mecía ligeramente de arriba para abajo.
Estoy a punto de interrumpir su relato cuando ella decide continuar hablándome de aquel difícil momento en su vida, momento en el que tristemente no pude estar con ella.
Ahora ya no sé si quiero escuchar todo lo que tiene para decirme.
—Los primeros dos días me mantuvo atada. Dándome comida solo dos veces al día en grandes porciones, aunque en malas condiciones. A veces era pollo crudo; en otras ocasiones una carne que estaba negra y descompuesta, igual me daba arroz sin cocer; cuando me iba bien me daba fruta, eso sí muy parecida a la carne, en un estado de total putrefacción. Lo que sí te puedo asegurar es que esa fruta era lo mejor del menú. Era consciente que tenía que comer para sobrevivir, por ello me vi en la necesidad de ingerir un poco de aquello que Amber me ofrecía. Afortunadamente mi organismo resistió la comida en mal estado, nunca presenté problemas de estómago ni nada por el estilo, a lo mucho tenía arcadas por el olor que emanaba de la carne, pero nada que no pudiera manejar. Debo confesarte que siempre tuve miedo por lo que pudiera sucederme de no hacer lo que ella demandaba, pero principalmente tenía miedo por ti. Cuando caíste en la cama no supe si tenías vida o no. En esos momentos solo pensaba en ti, quería saber cómo estabas y principalmente como te encontrabas. Decidí ser amable con ella y aceptar todo de buena manera. En esos dos días vi la oportunidad de hacerla entrar en razón, le expliqué que si me permitía yo podría cocinar para las dos. Mis súplicas dieron fruto porque después me dio un poco de libertad, me permitió hacer la comida. Yo aún seguía con miedo, pero tenía que buscar la manera de ver si seguías…con vida. Por otro lado, debía mover los cuerpos de nuestros padres por... —su voz vuelve a traicionarla, por lo que tengo que interferir.
—Tranquila por favor sé que es muy difícil, si quieres podemos seguir después, no tienes que decir nada más —no quiero que recuerde esos días espantosos por mi culpa, no me imagino el sufrimiento que pasó, dolor que no se compara con lo que viví estando desmayada sin poder moverme de aquella cama. Ella me hace callar, quiere seguir contándome su pesadilla.