Dios
Al oír los lamentos y suplicas de Tamara puedo comprenderla. Creo que entiendo el dolor que le causa saber que no puede hacer nada para acabar con el dolor de la persona que realmente ama, eso suele destrozar la mente de los mejores seres del mundo.
Tamara es mi hermana y tengo que ayudarla, debo hacer lo posible para que nada malo le ocurra a los seres que ella ama. No puedo verla triste, no una vez más. Ya es suficiente saber que ella es la creadora de la oscuridad, del pecado, del dolor. Sin embargo, ella no sabe todo lo que puede hacer y todo es por mi culpa… por querer ser el único que pudiera hacer todas esas cosas, pero nunca pude hacer.
Tengo que dejar el pasado atrás para que ella pueda ser feliz, me duele renunciar a todo lo que me corresponde, pero siento que es momento de hacer lo correcto. No sé la razón por la que después de tantos años pienso que esto es lo mejor que puedo hacer, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Es algo que me obliga a ser quién soy, y un ser no puede cambiar del todo, eso solo lo pueden hacer los seres humanos y yo no soy uno de ellos.
Soy Dios y como tal debo ser más fuerte que los mundanos, pero es mentira, ni siquiera yo me puedo creer que soy más fuerte y capaz. Ellos son los únicos que pueden tener verdaderos poderes, tiene más fe que cualquier otra criatura y son fieles corderos.
Mientras que yo, a mí todos me conocen por ser bondadoso y carismático con ellos, ya que les brindo una salida, pero muchas veces, son ellos mismos que se ayudan. Yo solo no puedo ayudarlos, tienen que ayudarse para que yo pueda intervenir dándole una pizca de mi ayuda.
Decido ir hacia la tierra para observar más de cerca de Jenna.
Al llegar, voy a uno de mis lugares ocultos donde pasaba el rato algunas veces, tomo asiento en una cama que se encuentra allí.
Pasan un par de días y de pronto, se oye el timbre, voy y abro la puerta en ese preciso momento veo a Tamara con su rostro furioso.
—Lo siento… —Dice ella.
—¿Qué? —Pregunto al ver como Tamara extiende su mano donde hay un extraño polvo violeta anaranjado llamado Neón, al soplar aquella sustancia directo a mi rostro y caigo al suelo, sin fuerza alguna.
—¿Por qué? ¿Por qué, hermano? Somos familia y nunca me ayudaste
Despierto con el ceño fruncido y dolor de cabeza. No tardo demasiado en curar mi cabeza y me levanto del suelo sin comprender lo que está ocurriendo.
Miro la cama y Tamara está sentada arreglando su falda roja, me quedo parado apoyado en la pared mirando a mi hermana sin saber si ella rompería el silencio o yo debía hacerlo.
Ni corazón comienza a latir con rapidez al encontrarme en un gran aprieto, quiero ayudarla, pero no sé qué es lo que debería hacer para que ella se sienta mejor. Sé que tendría que matar al Anticristo, acabar con toda la porquería y deja que ella fuera feliz, pero es ahí cuando me llegan un montón de dudas al respecto. No puedo ser egoísta y pensar solo en el bien de mi familia, eso no es lo correcto, pero es en lo único que pienso.
Ya no me puedo concentrar del todo con los pedidos que me hacen los mundanos, quiero ayudarlos también a ellos, pero ahora solo pienso en mi familia. No tengo oportunidad para dejar de pensar en que puedo perder a dos o más de mis familiares.
No puedo ser egoísta, tengo que ayudar a los mundanos antes que a mi familia. Es un sacrificio muy grande, pero es lo que tengo que hacer para poder salvar a más que tan solo dos seres importantes en mi vida.
Hay veces en las que renunciar hace la diferencia, y sin duda, hoy es un día de esos donde debo renunciar a ser hermano, a ser tío y volverme Dios. Es momento de hacer las cosas bien, los mundanos no merecen estar en la guerra de seres poderosos, ellos no son parte de ese mundo.
—No puedo ayudarte, Tamara.
Siento que ella ya se veía venir aquella respuesta.
—Nunca puedes ayudarme —murmura ella con seriedad en sus palabras.
Me doy cuenta de que haber rechazado a mi hermana más de una vez, le ha causado un fuerte rechazo a mi ayuda en algún momento determinado. Es nunca fue mi intensión.
—Trato, créeme siempre trato de ayudarte… pero me es muy difícil.
—Sí, tú. Siempre ayudando a todos, menos a tu familia.
—Trato de ayudar, de hacer un bien.
Soy lo más sincero que puedo con ella, pero nunca me cree. Tamara piensa que todo lo que hago, lo hago para darle lo que no necesita.
—Claro. Haciendo un bien, no sabes a quién terminas destruyendo.
—No destruyo a nadie ¡Ya basta! —Exclamo para luego comenzar a caminar a la salida.
Me destroza que ella piense de ese modo, mientras que lo único que hago es hacer el bien para los que no pueden solos.
Doy unos cuantos pasos hacia el vehículo y no dudo en entrar. Tengo suerte de haber encontrado aquel auto con el que siempre me movilizo en la tierra.
—¡Hermano! —Exclama Tamara al verme a punto de salir del terreno de donde estábamos platicando.
No deseo dejarla destrozada de este modo, pero algo me dice que no puedo hacer nada para cambiar su dolor. Quizás lo único que mi hermana necesita es fe y se la estoy quitando con cada paso que doy.
Me quedo pensando en esa posibilidad y mi corazón cae al suelo, no quiero que Tamara pierda lo que la hace ser parte de mi vida.
Comienzo a manejar sin dudar, miro por el retrovisor para darme cuenta de que nuevamente estoy cometiendo uno de mis peores fiascos en todo este mundo, mi hermana tiene razón: todas las veces en las que me equivoqué.
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Editado: 11.04.2021