21 de Diciembre
Día 21
Se necesitan 21 días para crear un hábito. O al menos eso dicen las personas: 21 días de una conducta diaria que se vuelve natural e involuntaria. Nos faltó un día para serlo y solo, tal vez, si todo esto hubiera resistido un día más, no me hubieras dicho lo que tanto odio recordar.
Algo me detiene, y creo que fue amor o el fantasma de lo que un día fuimos, ese que se presentará cada vez que te necesite.
Puede que me vaya o puede que me quede. Lo único seguro es que mi odio te lo mereces.
Atte. Guadalupe.
Lupita.
En el fondo, ni siquiera yo misma entendía que hacía en este lugar. Por una parte, le exigía al cielo, a la luna o al universo que todo lo que había pasado ayer fuera solo un sueño, más bien, una pesadilla.
Por otro lado, estaba realmente preocupada por él. Y aunque merecía que lo odiara, no puedo hacerlo. Solo deseaba asegurarme que estuviera estable; después de todo el balazo lo recibió él.
No iba a entrar a verlo. Estaba muy molesta con él como para afrontarlo. Así que aquí estoy yo, sentada en la sala de espera del hospital; esperando que todo estuviera bien con él.
Noemy se sentó a mi lado y tomó mi mano. No quería otra pelea y mucho menos estaba de humor para un regaño.
—Perdón, Alex me contó todo.
Agaché mi cabeza, ya que con solo recordarlo las ganas de llorar volvían, y, a los segundos, sentí el brazo de Noemy rodeándome.
—Creo que no fue justo tratarte como lo hice —explicaba, intentando disculparse a la par que me abrazaba más fuerte—. Debí escucharte antes de gritarte. Lo siento mucho.
—No hay problema —acoté. Al tener los sentimientos a flor de piel, solo pude acomodar mi cabeza en su hombro, y mi llanto fue inevitable. Con todo lo que había pasado, solo necesitaba un abrazo, sin que alguien me juzgara, me gritara o me insultara.
Lo peor era que la incertidumbre de no saber lo que se avecinaba después me consumía y comenzaba a drenarme.
—Se ve que lo amas, porque sigues aquí a pesar de todo.
Tontamente, si, permanecí aquí a su lado. Mi corazón ya lo tenía él y mi alma ya estaba conectada a la suya. No me quedaba más que la resignación ante su acto de cobardía.
Noemy se separó de nuestro abrazo y se incorporó en su asiento. Yo limpié mis lágrimas y me perdí en el blanco de las paredes.
—Creo que sí —hablé, saliendo de mi niebla mental.
—¿Te vas a Europa?.
—No lo sé. Solo quiero que él esté bien y ya luego decidiré —comencé a jugar con mis manos y uñas para distraer a mi mente—. Lo amo, sí, pero no volveré —de repente salió de mis labios
—Acabas de aceptar que amas a mi hermano.
Tomé un suspiro y abrí mi boca de la impresión.
Ya había aceptado que lo amaba, solo que nunca lo había hecho enfrente de alguien más.
—Eso parece —moví mis ojos en busca de algo más que decir o inventar para salir de ese momento, pero era inevitable; era mejor solo expresar lo que sentía—. Lo amo, Noemy, amo a Alejandro. Pero él no a mí. Lo odio por dejarme por segunda vez. Lo odio por no intentarlo. ¿Qué le costaba luchar por mí, por nosotros?. Amo su olor, su cuerpo, su cara y sus caricias. Lo extraño. Quiero que me abrace, que me diga que todo estará bien, que me ame tanto como yo lo hago. Quiero estar en la casa acostada con él, sin que importe nada más, sin que nadie ni nada se entrometa. Quiero escuchar sus tonterías, sus regaños y sus halagos —admití, quedándome sin respiración.
¿Todo eso es verdad?. Me preguntó mi corazón, y mi mente, en respuesta, me recordó todas y cada una de sus palabras.
—Realmente estas enamorada del tonto ese —bufó Noemy, a la par que estiró sus brazos para abrazarme nuevamente y ambas rompimos en llanto. Habíamos comprendido que ya no habría Alejandro y Lu para siempre.
Por unos minutos permanecimos abrazadas. Era confortable y sanador. Era lo que necesitaba.
—Voy a entrar, ¿quieres que le diga que estás aquí? O tal vez lo puedo convencer —mencionó Noemy con las mejores intenciones.
—No, no le digas nada. Solo asegúrate de que esté bien y, si lo está, pégale un golpe de mi parte.
Noemy sonrió y afirmó con su cabeza. Yo me quedé allí, esperando que las horas pasarán, asegurándome de que él estuviera bien, sano y salvo.
La noche llegó y mamá también al hospital.
Vaya susto que me dio, al parecer me había quedado dormida en las sillas más incómodas del planeta.
—Entonces, ¿tú y Alex eran novios?¿Otra vez? —me preguntó mamá, tomando asiento a mi lado.
—Si —limpié mis ojos y me senté correctamente.
—¿Y por qué no me lo dijiste? Digo, ¿por qué no me lo confirmaste?. Era más que obvio que ustedes dos tenían algo.
—No sé.
—¿Y él rompió contigo ayer? ¿Por eso actuaste así conmigo?
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Editado: 04.12.2024