Miguel
Escuché el timbre sonar de manera impaciente y no tuve que pensar mucho para
adivinar de quién se trataba.
Mateo.
Me levanté de mi cama con muy pocos ánimos encima, ayer me había quedado
hasta tarde hablando con Lina y luego de eso terminé de ordenar toda mi
habitación, un pequeño ambiente pintado de blanco con un escritorio, una cómoda
para guardar toda mi ropa y mi cama que había optado por una grande con
sábanas color gris.
Con el tamaño que había conseguido era un departamento bueno para mi, contaba con una pequeña cocina-comedor, paredes blancas y algunas grises y una sala de estar, con un baño y una habitación mediana.
Simple pero agradable.
El resto de mi departamento era como yo, un completo desastre por organizar.
Había cajas por todos lados y todavía faltaban varios muebles. Cuando llegue a
la puerta la abrí todavía algo dormido y efectivamente era Mateo, Llevaba su
clásico corte de pelo rizado con una remera gris y unos pantalones cortos estilo
cargo negros y sus zapatillas que siempre usa de color blanco.
Y yo que sigo en pijama.
Que raro.
―¿Ya terminaste de admirar mi hermosura?―rió el.
Le puse mala cara y jugué con cerrarle la puerta, él dándose cuenta de lo que
pensaba hacer puso el pie y de manera cargada de emoción gritó como para que mis vecinos luego se quejen:
―¡Feliz cumpleañooooossss amigooooo!—exclamó él con toda la energía que yo no tenía.
Solté un bostezo y me moví para dejarlo pasar, pasó por mi lado y vi que traía
una bolsa de panadería con dos cafés. El entró como si su casa se tratara y se
puso a curiosear toda la casa.
―¿Todavía no te pusiste a desempacar tus cosas?―dijo él con los brazos en las caderas, se encontraba donde se supone que debería estar en la sala de estar.
―No todo―dije acercándome donde estaba él―por ahora solo está lista
mi pieza, así que comeremos en el piso hasta que acomode los muebles.
Me acerqué y lo saludé con un clásico choque de manos, él como si le diera lo más igual que no hubiera sillas o un sofá se sentó en el piso en posición de indio.
Yo imité su acción y me senté enfrente de él.
―Tomá―me tendió uno de los dos cafés y abrió la bolsa que contenía
varias facturas surtidas―traje una vela también, creo que está...acá.
Mateo siempre fue de los dos el más entusiasta con los cumpleaños, te armaba
siempre algo para que te sintieras especial contigo mismo. Sonreí y tomé una
factura de crema pastelera y le clavé la vela.
―Muy linda―ironice―,No te hubieras molestado en venir tan temprano.
El le dio un buen mordisco a una factura con dulce de leche y se aclaró la
garganta.
―No hay de que―dijo hablando con la boca llena de la factura restándole importancia al detalle―¿Qué harás hoy por tu
cumpleaños?
―En la tarde iré a tomar un café con Lina―dije para luego de
masticar―Y en la noche avanzaremos con la novela comiendo pizza.
―¿Lina?―preguntó él―¿Quién es ella?
—La conocí en el viaje de las fiestas—respondí al darle un sorbo al café—desde ahí hablamos seguido.
Mateo se me quedó mirando como si hubiese visto un fantasma, mordí mi factura y me aclaré la garganta:
—¿Por qué me mirás así?—le pregunté extrañado.
―Digamos que luego de Lucía no volviste a interesarte en nadie―me
respondió él terminándose la factura―y encima que te interese una desconocida que conociste en un viaje es nuevo, es todo.
Me tensé visiblemente al escuchar el nombre de nuestra ex mejor amiga, traté
de que eso no me afectara en lo más mínimo, pero mi tono como siempre hablo
por mi.
―Luego de lo que pasó con ella tengo derecho a seguir con mi vida ¿no?―dije en un tono mucho menos amigable.
Nos quedamos en silencio un momento, fue bastante incómodo hablar de
Lucia, no era un tema que me guste recordar, él se terminó su café y fue a tirar la basura al vaso.
―Es raro que quieras festejar tu cumpleaños trabajando―dijo él después
de un rato para calmar el ambiente.
―Necesitamos avanzar Mateo―dije tratando de relajarme.
―Bien si es lo que quieres, ¿quién soy yo para juzgarte?―dijo
encogiéndose de hombros.
**
Luego de terminar nuestro desayuno y acomodar el lío que habíamos hecho, Mateo me ayudó a sacar algunas cosas de las cajas y acomodar un poco la cocina-comedor; armamos también la improvisada sala de estar―que me había llegado ayer y estaba en varias cajas―, que no fue tan complicado como pensaba pero sí que nos tomó bastante tiempo.
―Terminamos―dijo Mateo casi sin aliento―Decime vos ¿Porqué decidí que
era buena idea ayudarte?
―No lo sé―dije yo también sin aliento― Me amas lo suficiente para
poder hacerlo y yo cada vez que puedo te hago los favores que me pedís―dije con una media sonrisa―¿Querés agua?.
Él asintió con la cabeza, le tendí una de las pequeñas botellas que agarré de la heladera y se lo tiré.
―Piensa rápido―dije mientras la tiré en su dirección.
.
Mateo en duras penas consiguió agarrarla, yo me reí abiertamente de él porque
nunca se acostumbraba a este tipo de cargadas.
―Muy gracioso―dijo él indignado―Debería irme, ya es bastante tarde,
mamá quería que la ayude con algunas cosas.