Domingo 06:17

Estoy mojada. Hace frío y el petricor invade mis fosas nasales. Escucho algunos animales. Abro mis ojos despacio y la luz del sol se filtra a través de mis pestañas. Un desagradable sabor metálico invade mi boca. No sé en qué momento perdí el conocimiento, y no reconozco el lugar donde estoy. Mi cabeza duele mucho y se me dificulta moverme.

Me tomo unos segundos para reconocer el entorno, me veo rodeada de árboles. Intento levantarme de nuevo y esta vez lo consigo, arrastro la pierna derecha, ya que arde un poco y veo sangre en el pantalón.

Mientras camino sin un rumbo especifico, empiezo a recordar lo sucedido la noche anterior. Avanzo tan rápido como puedo al lugar en el que vi a Leo detenerse hace unas horas. Me encuentro con rastros de sangre, materia fecal y bridas cortadas. Me inclino un poco buscando algo más y lo consigo. Bajo un pequeño montón de ramas y tierra encuentro la licencia de conducir de Paul.

De repente ya no escucho ningún sonido, siento que mi corazón se detiene y mis ojos se llenan de lágrimas. Hasta ahora siento la realidad como un balde de agua hirviendo, ya no siento frio, esto está quemándome la piel y derritiendo mi confianza. Lo que me negaba aceptar, a pesar de tener enfrente todas las señales, me golpea de la forma más cruel. Leo Secuestro a Paul. Ya no tengo ninguna duda.

Avanzo como puedo a través del bosque. Pero a pesar que una brisa tenue cayo en la madrugada, no hay rastros que seguir. Nada que altere el entorno. No hay pistas que me permitan saber en qué dirección se han ido. Aun así, voy recorriendo el bosque con la esperanza de hallar algo que me permita ayudar a Paul a volver. No me interesa que suceda con Leo. Solo quiero que Paul este sano y que vuelva conmigo a casa.

Horas más tarde de andar sin saber a dónde, escucho algo similar a unas detonaciones, busco con la mirada intentado descubrir de donde vino el sonido, y frente a mí, a la distancia, veo aves levantar vuelo. El terror se apodera de mí, pero sin pensarlo decido continuar en esa dirección.