3. Ibeth - Saga Beth

12

Cuando todos se fueron, quedándonos Samuel y yo en la estancia, me acerqué a la ventana en silencio.

-Por lo tanto es tuya – agachó la cabeza – como fue?

-Pensé que te fugaste con Juan cuando te encontré y te envié junto a tú clan. Las primeras semanas me la pasé más tiempo borracho que otra cosa, ella que siempre tuvo la esperanza de casarse conmigo, aprovechó la situación.

-Qué vas a hacer ahora? Aquí me niego que viva ella.

-La casaré con algún laird que me deba un favor o con algún noble. Estás bien?

-Si, iré a por Eros y daré un paseo.

Necesitaba pensar, así que subí a por Eros que estaba jugando junto a Mariana y les dije de dar un paseo.

-Qué te sucede Beth?

-Samuel tiene una niña con otra mujer. – estaba apenada

-Tú también tienes un hijo con otro hombre, no entiendo.

-Pues que a mi me dijeron que él estaba muerto y me casé, él en cambio la procreo mientras yo estaba cuidando a un bebé junto a nuestro clan.

-Quieres decir que – la interrumpí

-Quiero decir que yo pensaba que era viuda cuando me cansé y cuando me quedé embarazada, él tenía a su mujer y a su hijo a una hora de distancia.

-Qué harás?

-Nada, si él me ha perdonado, yo también lo haré.

-Pero tú no has hecho nada malo, a ti te dijeron que había muerto y te obligaron a casarte.

-Lo dejaré pasar, no creo que una discusión ahora nos venga bien.

Pasé parte de la mañana fuera con Mariana y Eros. Volvimos a la hora de la comida, cuando todos estaban sentados en la mesa.

-Te queda poco para la boda – le estaba diciendo Samuel a Madeleine –

-No habrá boda – me senté al lado de Samuel y a Eros en mis brazos

-Guardias, llevadla a los calabozos – ahora miró a su hermana – saldrás el día de la boda. Y a ti – miró a Kamila – te encontré marido. James McDonnal, te casarás el mismo día que mi hermana, así me aseguro de que ninguna haga gilipolleces.

-Samuel – intentó decirle algo ella pero la interrumpió

-Vive en una mansión aquí cerca, así veré a mi hija cuando pueda.

Me puse manos a la obra esa misma tarde, las mujeres del pueblo limpiaron la capilla y yo junto a las doncellas el salón. También aproveché lo bien que lo pasábamos juntas y limpié mi habitación y la de Eros.

-Dónde te has metido? – entré en la habitación – estás negra

-En la chimenea. Estoy cansada – fui a tirarme en la cama pero Samuel me cogió de la cintura y me lo prohibió.

-Antes te bañas. Pareces una mendiga no una Reina.

-Limpié junto a las mujeres. Lo siento pero no tengo fuerzas para bañarme, mañana lo haré, antes de la boda.

-No preciosa, así no te metes en la cama – antes de sentarme en el sillón puso una piel para no mancharlo.

Media hora después de echar un sueñecito ahí en el salón Samuel me despertó.

-Ya está el agua preparada, venga vamos.

-Me quedaré dormida en la bañera – me quejé y era porque no tenía más fuerzas para moverme.

-No te preocupes, yo estaré a tu lado.

Después de lavarme él, el pelo, salí de la bañera y una vez seca me metí en la cama. Cama que inmediatamente me atrapó y dormí igual que un bebé. Mañana también cumpliría 24 años, creo que en los últimos años nunca dije nada acerca de mi cumpleaños y tampoco me felicitaron.

-Buenos días mi reina – Samuel me despertó

-Mami, mami, mami – un niño feliz y perfecto estaba saltando encima de la cama

Lo cogí en brazos y comencé a hacerle cosquillas, Al rato cuando descubrí que estaba ya cansado lo dejé respirar y miré al otro lado de la cama donde Samuel estaba mirando aquella imagen tan perfecta que teníamos los dos delante, a nuestro hijo.

-Felicidades mami – del bolsillo de su pantalón sacó una cajita.

-Pero que anillo más precioso, gracias amor mio – lo achuché y coloqué el anillo que mi pequeño me había dado.

-Voy a prepararme para la boda mami – saltó de la cama y salió corriendo.

-Felicidades amor mío.

Cuando salimos de la cama, bien tarde ya, Samuel me dio una caja también. Una corona, colgante y pendientes que iban a juego con el anillo. Todo de oro y los diamantes de color rosa.Bajamos los dos las escaleras, yo vestida de blanco, con la capa real y todo el conjunto que me habían regalado de joyas. Mi pequeño bebé iba cogido de nuestras manos.

-Debo entregar a Madeleine, me da miedo de que haga alguna tontería – yo asentí.

Miré a Connor y no era una belleza pero tampoco era feo, era un hombre normal aunque seguramente tuviera ya desde los 35 años para arriba. Me acerqué a él y después de su respectiva reverencia que me hizo y el saludo, le acompañé andando hacia la capilla. Eros entraba delante de la novia y bueno, suponiendo que era una boda doble, el otro novio mucho más joven fue solo. Me senté en la silla de la izquierda, dejando la de Samuel libre que entró poco después junto a Madeleine y luego Kamila. Fue una boda aburrida y triste, la mia por lo menos fue mas amena. Cuando los novios se dieron el si quiero los demás empezaron a aplaudir y a felicitarlos. Madeleine parecía que se iba a echar a llorar en cualquier momento.




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