EPÍLOGO
Desde luego cuando nosotros llegamos al cielo, o a aquel sitio donde te quedabas pero siempre vigilabas a los tuyos nos dimos cuenta de que no era la primera vez. No fue la primera vez que nuestras almas estuvieron juntos y nos alegramos mucho. Nos alegramos de que por fin pudiéramos descansar como queríamos, de que por fin nos hubiéramos encontrado, al igual que nuestro final lo ha hecho con nosotros. Siempre juntos, morir juntos, es lo que nos hizo falta.
Por supuesto que no hablaré mucho de mis hijos, ahí arriba me esperaban los que fueron nuestros hijos durante las dos vidas anteriores pero tenía claro que los que nos tocaron en esta vida no estarían con nosotros. Si pudiera bajaba a ellos y los mataría a golpes por que tanto Samuel como yo nos sentimos muy decepcionados pero todo lo que ellos hicieron con sus vidas fueron su elección. Lo más triste fue ver la muerte de Enzo, que fue el único que mantuvo lo poco que su padre le había enseñado, mientras que Ibeth y Eros fueron muy desagradecidos. Hijos de reyes, con todas las facilidades que tenían, fallarnos de esta manera, fue lo peor que pudimos presenciar su padre y yo pero ya no podíamos hacer nada. Les dimos todo y eligieron el camino fácil.