30 Días

Capítulo 6: ¡Será idiota!

Charlotte no paró de fastidiar toda la santa tarde, recordándome lo que había hecho, aun cuando era algo normal, un instinto animal ―el cual todos llevamos en lo más profundo de nuestro ser, intentando retenerlo― que tenemos todos los seres humanos.

―¡Oh, venga ya! ¡Quiero detalles!

―¡Ni de coña! ―Exclamé algo alterada. Sentí que la sangre se me acumulaba en las mejillas, estas me ardía― Ya me es difícil admitirlo en voz alta porque me da vergüenza, como para decirte como lo hicimos.

La riza de la castaña se escuchaba retumbar por toda mi habitación. 

―Cielo, es coña. No me hace falta saber los detalles, siempre y cuando se halla portado bien y te dejara satisfecha.

Cogí el cojín, en forma de corazón, que reposaba a mi lado y se lo lance con todas mis fuerzas, en un vago intento de detener esta tortura. Aquel acto hizo detener su risa e imitó mi acción, una guerra de almohadas comenzó entre nostras.

―Si Darren pregunta dormimos en casa de tu amigo  ―mi cara de confusión debió de ser épica, porque prosiguió a explicarme el motivo de su petición―. Mi hermano te llamó, y para mi buena suerte, tu chico misterioso respondió la llamada y le expresó, o mejor dicho, insinuó que pasó algo entre vosotros. Pero también le explico que me había ido a comprar el desayuno.

―¡Me cago en la puta! Este hombre es imbécil o qué ―mi pregunta no necesitaba respuesta alguna, era obvio que sí lo era―. Como se le ocurre soltar semejante estupidez con alguien que ni siquiera conoce, ¿quién cogones contesta el móvil de una persona con la que solo ha follado?

―Está claro que él

Al final del día me quede sola, pensando en todo lo que había pasado desde anoche. Lo primordial para mí, en aquel momento, era recuperar mi celular, aunque tuviera que volver a ver a aquel odioso individuo.

Aprovechando el momento a solas me llamé des del fijo, solamente esperaba que respondiera. Cruce los dedos y esperé su respuesta, fueron exactamente tres pitidos los que pasaron para que Kyle contestara.

“¿Buenas?” ―Su voz sonaba serena― “¿Quién es?”

Inhale y exhale en repetidas ocasiones antes de contestarle. Mi objetivo era sonar tranquila y no enviarlo a la mierda antes de pedirle que me devolviera mi móvil. 

“Kyle, soy yo, nos podemos reunir para que me entregues el celular. Plis.”

—“Y los modales, ¿dónde se han quedado Emi? Un "Hola Kyle, ¿cómo estás?"―Dijo imitando una voz femenina de lo más graciosa― estaría bien.”

Nos podemos ver, ¿sí o no?

“Que agresividad por dios, pero sí —mi alma volvió—. Veo que tu amiga te comento mi petición.”

“No. Al parecer se le olvidó, ¿quedamos mañana?”

—“Si te apetece venir a las carreras, por mí no hay problema.”

No perdía nada con ir, ya había asistido antes y me lo había pasado muy bien. Independientemente de que aquel fuera su territorio, tenía que ir. Solo sería vernos unos pocos segundos, me devuelve mi teléfono y nunca más nos volveremos a topar.

—“Me parece bien, no tengo ningún problema en ir.”

—“Okey, Cedric ira por ti”

Sin que me diera tiempo a responderle me colgó. El muy capullo no me dejó contestarle. ¿Cómo sabría quien era el tal Cedric?

 

Sin nada que me distrajera y viendo la hora que era empecé a preparar la cena.  Aquella noche tenía ganas de preparar canelones, no era la primera vez que los hacía, pero si la primera  donde me tocaba organizarlo todo  a mí —Asher era quien siempre revoloteaba a mi alrededor cuando estaba en la cocina—.

Empecé a buscar los ingredientes necesarios de la nevera: carne picada, pimiento verde, el bote de tomate frito, queso rallado, la salsa bechamel, leche y la mantequilla. Una vez termine de escoger todos los ingredientes de la refri** y los coloque encima de la encimera, fui por los de la alacena, lo primero que encontré fue el paquete de las placas de pasta y la pasta, ahora solo me quedan las especies la sal y el aceite. Soy fanática de usar las especies, siento que cada una le da un toque diferente a los alimentos.

En el instante en que ya tenía todo a mano, empecé. El primer paso fue lavar la cebolla y el pimiento para luego cortarlos, y empezar a pocharlos. En el instante donde ya no me acordaba lo que seguía me decidí buscar algún video de YouTube des del portátil —obviamente lo dejé en la isla, lo más lejos posible de cualquier sitio donde se pudiera mojar—, con el volumen a tope iba siguiendo paso a paso las instrucciones que iba dictando.

Cuando metí los canelones en el horno cambie YouTube por Spotify, la primera canción que sonó fue Umbrella de Rihanna —amo a esa mujer—. Un concierto se formó de la nada en mi casa, la música retumbaba por todas las paredes, y yo formaba parte de aquel espectáculo.

 

Una hora después saqué los canelones del horno, aquel grandioso olor hizo que mis papilas gustativas se empezaran a derretir. Las ganas de empezar a degustar mi platillo eran muchas, pero debía esperar a que llegaran todos. Solo esperaba a que llegarán pronto.



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En el texto hay: mafia, carrerasilegales, amor

Editado: 01.03.2023

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