No tenía problemas con desvelarme porque ya no tenía que madrugar para ir a trabajar, los últimos años fui un gerente comercial en una empresa tan grande que nunca conocí siquiera al jefe regional. Casi al final mi temor principal era ver a empleados cada vez más jóvenes escalar puestos y ver el mío en riesgo, a pesar de que siempre estuve actualizado en los programas y sistemas que la empresa utilizaba. Nunca fui problemático y quizá eso me ayudó a evitar recorte tras recorte. En realidad no renuncié, el virus había terminado con la mitad del personal y las llamadas de emergencia que sugerían a las empresas buscar una solución para lidiar con ello abogando por enviar a los empleados a casa fueron ignoradas por muchos. Ciertamente tanto empresarios como contratados no podían darse el lujo de perder dinero, y las ideas para equilibrar la logística de sus operaciones con el bienestar de los empleados jamás le llegó al paso a la epidemia. Un estricto protocolo sanitario se llevó a cabo días antes de finalmente hacer un cierre temporal dejando solo a contados empleados de confianza en ejercicio laboral, el resto tuvimos vacaciones forzadas. Esos serían cinco días, después enviarían un comunicado para anunciar el regreso al trabajo. Ese nunca llegó.
He pasado por ahí tras la epidemia, el edificio está solo, desierto, ingresé a la planta baja hace un par de semanas y no hubo un alma. Mi pensión quedó dilapidada, saque a tiempo mis ahorros, pero al final ni siquiera eso es valioso ahora, el dinero no sirve de nada. No he tenido gastos desde entonces, quizá el futuro tenga sorpresas y por ello tengo mi caja de ahorros en casa, pero por el momento, son solo papeles sin valor.
Entonces, pasé parte de la noche intentando buscar una señal en la radio, alguien que transmitiera en las frecuencias de emergencia. El gato que adoptamos se veía en mejor estado, pero seguía temeroso de acercarse a nosotros.
No me dí cuenta que el sol había salido cuando escuché a los hermanos acercarse en su paso a la cocina. Su llegada a mi vida combinado con la experiencia de ayer agudizó mi paranoia, me hizo recordar que de nuevo estaba en mi zona de confort y que debía al menos estar al tanto en lo posible de lo que pasa en el mundo. ¿Cómo funciona ahora la sociedad, la epidemia fue suficiente para colapsarlo? ¿Habrá lugares lejanos a las capitales que sobrevivieron íntegramente? ¿Cómo es posible saberlo sin los medios básicos de comunicación? Lo más aterrador sería saber que este sueño terminó.
Pasamos este día buscando señal, y tratando de abrir la reja del departamento de arriba. Unas limas y unas pinzas que trajimos del almacén nos ayudaron a avanzar un poco. De pronto me di cuenta que tampoco quería pasar el resto de mi vida sedentario. Si bien los peligros en el exterior eran inesperados, ¿de qué servía un mundo vacío dispuesto a ser explorado si me quedaba ahí?
-¿Qué fue lo último que vieron en las noticias antes que las señales fallaran?- pregunté.
-Ciudades sin vida en casi su totalidad, caos y violencia. Vi como mataron a un reportero en medio de una transmisión, vi las imágenes que mostraban de la playa donde la arena estaba cubierta de cadáveres. Gente saltando de edificios.- dijo Claudia.
Su voz se empezó a entrecortar en la siguiente frase volviéndola casi inaudible, y su mirada estaba clavada en el piso.
-Lo siento, no quería desempolvar esa memoria.
-¿En qué estás pensando?- me preguntó Oscar
-En que quizá tengas razón, no suena tan mala idea seguir un camino a ninguna parte, es nuestra oportunidad de conocer lo que nunca pudimos.
-Yo estaba pensando lo contrario, me has convencido un poco en ser precavido, no sabemos realmente si el virus fue erradicado por completo, no hubo cura así debe existir gente infectada, incluso en esta ciudad. Quizá está encerrada y por eso no la vemos, no lo sé.
-O sea que no hay manera de tener certeza, podemos salir y disfrutar el mundo o caer de nuevo en sus redes y morir.
-Y tu huerto apenas está creciendo.
-Ustedes dos me van a volver loco. Hagamos esto, no hay prisa, así que terminemos por limpiar esta ciudad, por visitar cada rincón cercano posible mientras planeamos una salida.
Una sonrisa a medias es lo único que me ofrecieron. Yo he vivido bastante, ellos quizá no lo suficiente, mis planes de un futuro prometedor murieron hace tiempo, el de ellos apenas comenzaba.