Rei le hacía reír cuando jugaba videojuegos con sus hijos y ella, desde luego, ganaba todas las partidas. Reta tras reta ella seguía invicta. Sin importar lo modernos que se habían vuelto varios de los juegos que ella disfrutó al ser joven.
—¿Cómo le haces para ganarnos siempre, mamá? —una vez le preguntó el pequeño Natsuo al ser vencido por octava vez.
Ella suspiró tranquila mientras le abrazaba y acunaba en su pecho antes de llevarlo a su cama. Esa noche seguramente su marido llegaría tarde.
Regresó a la sala, serena y desinteresada, y comenzó a recoger todo el desastre que ella y sus hijos habían hecho esa noche de juegos. Recordó y atesoró la pregunta de su pequeño Natsuo antes de caer dormido. Mejor aún, pensó con cariño en la respuesta. Pues ella no había nacido con un talento innato para los videojuegos, sino que se podría decir que era una especie de habilidad que había desarrollado en su juventud, apenas tendría unos catorce años cuando estaba en la secundaria en una muy bella relación con el joven Hizashi Yamada.
Con sólo pensar en esa época de luz sonrió, antes de acercarse a la cuna de su pequeño Shoto que apenas había nacido seis meses atrás.
Hizashi había sido básicamente su entrenador. Cualquier persona al escuchar que ambos iban a pasar tiempo a solas en la casa de uno, pensaría que iban a hacer algunas actividades indecorosas. Pero la realidad era, que se la pasaban jugando videojuegos hasta tarde. Partida tras partida ella perdía contra su novio, y él siempre celebraba sus victorias un poco alto de voz, alguna vez le aturdió por accidente. Terminaban estudiando para sus exámenes un par de horas y después encendían la consola y no se apagaban hasta que fuera verdaderamente tarde.
Se sentó un momento en el sillón con conmoción al recordar todas las noches que ese joven le acompañó de regreso a casa. Alguna ocasión le prestó su suéter durante el frío, o la llevó en su espalda para mimarla. Y así como pensó en Hizashi, sin poder evitarlo pensó en Enji. ¿Qué habrá sido de él en la juventud? Nunca habían hablado de eso, de sus pasados, le hubiera encantado que ese hombre se abriera un poco a ella. Quizás las cosas habrían sido diferentes.
—¡Nena, ya llegué! —se escuchó la voz de Yamada al llegar a casa.
Rei entendió que no debía aferrarse a quien había dejado atrás, no era momento de pensar en el quizás, y prefirió concentrarse en el ahora. Así que se puso de pie, y fue a recibir a su novio que acababa de volver del trabajo.