Rei nunca antes había salido a divertirse, mucho menos a una de esas alocadas fiestas de las que veía en la televisión. Sus padres siempre habían sido sumamente estrictos en su disciplina. Durante toda su vida, siempre había sido muy vigilada para que siempre que saliera de casa, fuera únicamente para ir de la casa a la escuela y de la escuela a la casa. Nada más.
Rei no podía ir a ninguna reunión con sus amigas, ni siquiera para hacer tarea. No se le permitía asistir a fiestas de cumpleaños ni a kermesses escolares bajo ningún motivo. Al cumplir la mayoría de edad, tampoco podía beber en público, podría arruinar la imagen de su familia. Rei siempre vivió siendo sometida a estrictas reglas de modales, disciplina, imagen, etiqueta y una retorcida clase de moral para que su padre, colaborador de una prestigiosa empresa, no se viera afectado socialmente.
Lo único a lo que pudo tener control, fue a su decisión de entrar a una academia especializada en artes. Ella siempre había amado el dibujo y la pintura, y era un pasatiempo que no llamaría demasiado la atención de los demás.
Al entrar a la universidad, Rei era una chica con una agenda sumamente apretada. Dividía su tiempo en estudiar e ir a trabajar con su padre para algún día hacerse cargo de su empresa, ir a estudiar a su academia de pintura, asistir a sus clases de danza, y después sus necesidades primarias; comer, dormir, respirar. De no haber sido porque se había mudado al campus de la escuela, no se habría hecho amiga de sus adorables compañeras: Nemuri Kayama y Emi Fukukado, pues casi no tenía tiempo para socializar.
Hasta que un día en el que, como había pensado en ese entonces, los planetas se alinearon, tuvo por primera vez en mucho tiempo una noche libre. Sin tareas, citas de trabajo, reuniones profesionales ni proyectos pendientes. Tenía una noche completamente a su disposición.
—¿Y qué planeas hacer hoy con esta noche, Rei? —preguntó Emi a su amiga mientras conversaban en el pasillo de la universidad.
—Nada realmente —respondió la albina subiendo y bajando los hombros con desinterés—. Tal vez me quede en mi habitación a relajarme un poco... —y fue interrumpida por el fuerte ruido de Nemuri al cerrar con despecho su casillero.
—¡De eso nada! —le dijo—. Rei, nunca tienes tiempo libre, ¿por que no vamos un rato a una fiesta?
—Oh, hablas de la fiesta que hará Yamada —corroboró Emi.
—No, no, no, fiestas no. No puedo —se negó alejándose un par de pasos al hablar—. No puedo salir a fiestas.
—¿Por qué no? —espetó la de cabellera turquesa—. La prensa no se va a enterar de que estás aquí, eres básicamente invisible.
—No puedo ir, chicas. Tengo que... —se interrumpió para corregirse—. No puedo, ni siquiera conozco a ese tal Yamada.
—No sé por que no me conozcas, pero aquí estoy nena —se escuchó entonces la voz de un chico irrumpir en esa conversación. Las tres chicas se giraron al propietario de aquella voz.
Rei nunca antes había creido en el amor a primera vista, y entonces se encontró con aquellos ojos verdosos que le robaron el aliento en un momento fugaz. Juraría que nunca antes había sentido su corazón latir a semejante velocidad, y nunca antes se había sentido tan indefensa ante un muchacho.
—Oh my good! —exclamó con asombro el rubio, haciendo que la contraria saliera de su estado de embobamiento—. ¡Eres belleza albina en su maximo esplendor, nena! —y entonces, sin pedir permiso y como si fueran una especie de amigos de toda la vida, le tomó las mejillas a la de menor altura y le besó la cúspide de su pequeña nariz. Rei enrojeció como nunca antes en su vida.
—Qué galante, Hizashi —molestó un poco Nemuri al ver la reacción del rubio—. Rei, él guapo de ahí es Hizashi Yamada. Yamada, la "belleza albina" que está frente a tí se llama Rei.
—Pero vaya que tienes amigas hermosas —halagó el rubio viendo con una mirada coqueta a la albina—. Hey, Nem, ¿ya invitaste a la señorita a mi fiesta de esta noche?
—Dice que no puede asistir —respondió la azabache con fingida tristeza.
—Why no?! —exclamó preocupado—. Pero si me vendría genial que una carita de ángel asistiera.
—¿Carita de ángel? —cuestionó Rei alzando una ceja.
—Disculpa, quise decir preciosa dama —se corrigió el rubio al ver esa reacción—. Mira, hermosa, se ve que eres una chica bastante atareada a leguas de distancia. Pero, ¿no crees que por esta noche podrías salir?
—Esa es una buena pregunta —dijo ella tomando coquetamente un mechón de su cabello—. Pero... Ya sabes, no creo que alguien como yo le pueda seguir el paso a alguien como tú.
—No te preocupes por eso, preciosa —respondió el varón apoyando un brazo en los casilleros, sin dejar de lado esa actitud pícara al hablar con ella—. Puedo ir más lento si lo deseas, o quizás más rápido.
—¿Estás seguro? —cuestionó traviesa—. Puede que en cualquier momento te tome la delantera.
—Eres una chica algo misteriosa, ¿eh? Yo también puedo serlo.
—Eh..., Hizashi —interrumpió un momento Emi algo confundia—, ya no entendí: ¿La estás invitando o le estás coqueteando?
—¡Emi! —se quejó Nemuri—. Deja que el nene haga lo suyo.
—Es que ya no entendí...
Mientras ellas dos hablaban, Rei simplemente decidió irse sin dejarle ninguna clase de mensaje a ese rubio tan encantador mientras se alejaba por el pasillo. Tal vez después de todo, podría salir con sus amigas esa noche.