Calla la noche cuando caen tus vestidos. El silencio oprime tu pecho cuando mis
besos se alzan al baile de tu cintura. Mi cuerpo se rinde. No hay voces, sí suspiros,
anhelos de ganar la lucha, deseosos estamos de amar de nuevo.
Tu almohada quieta no está.
Tus sabanas lejos están.
Tus manos como el sol marcan mi despertar, mientras al frío le agobia verte girar
a media vuelta que estás. No dices nada, nada que quieras en palabras expresar.
Nada es risa, no hay líneas en tus mejillas, todos es deseo desde tu lomo color
caramelo no menos visible al ojo de este caballero, que a media noche cabalga en
tus senos redondos. Son bellos. Los susurros de aire caliente al yugular te llega,
aún no hay versos escritos en el viento.
Vestida de seda, vestida de lino te encuentras mientras acariciando tu cuerpo
sediento de vino me acerco. Luciérnagas que brillan como estrellas encima de tu
cabello faltante de peine. Fugases luces que del infinito mar de tu cielo danzan
como fuego, danzantes por un beso.
No digas adiós, no lo digas de nuevo que las bombillas del firmamento te iluminan
de nuevo, mientras a los encantos de tus sueños llaman al rebote de nuestra
melodía. Esa misma que al otro lado del panteón te das cuenta que quedarte allá.
Allá al otro lado de hermosas liricas no es una opción.
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