—¿Puedes hablar un poco más alto? No te logro escuchar bien.
—¡No puedo! Hay una maldita masacre en el país y todos disparan a diestra y siniestra porque sus vidas dependen de ello.
—¿Es como la purga? —Me echo a reír.
—No es gracioso, Valentina. Si salgo podrían matarme.
—Es mejor eso a vivir con nuestros padres. Sacrificate, de seguro yo también hago lo mismo.
—No digas esas cosas. Ya vine al sótano. Cuéntame, ¿Cómo estás por allá? ¿Todo va bien?
—Todo bien.
—¿Segura? No te escucho muy convencida de eso.
Suspiro —Tal vez te lo cuente algún día, si logro visitarte a principios del mes que viene.
Faltan 3 semanas para que esta locura acabe y así yo pueda salir de aquí con vida. Espero no matarme en el intento.
—Está bien. No salgas de tu casa, de seguro está matanza llega hasta allá y no se que haré si te pasa algo.
—Deja de ser tan mentiroso. No hay ninguna matanza.
—¡Mira las malditas noticias! —Me grita.
—De acuerdo, de acuerdo.
Enciendo la televisión y pongo las noticias. Se me descuelga la mandíbula, tiene razón. Muestran a las personas disparando a otras, edificios incendiandose con cuerpos adentro, centros comerciales destruidos de los cuales tratan de huir. Un grupo de jóvenes atropella a otro, los militares hacen de las suyas.
Todos acaban con todos.
Si, parece la purga.
—¿Viste? ¡No soy un mentiroso!
—Por... ¿Por qué?
—El gobierno impuso una nueva ley. Subió los precios de las viviendas y echó a la calle todas las personas que no podían pagar. Ellos empezaron una huelga y terminó en caos, los militares intercedieron pero uno de ellos disparó y eso dió inició a básicamente matar a todo el que se atraviese en frente.
Voy a morir mientras duermo y será culpa de ellos.
—Entiendo, cuidate, debo hacer algo —Termino la llamada y corro a ponerme las zapatillas.
Los lentes oscuros le dan la sombra necesaria a mis ojos, el sol está en su punto luego de varios días aunque la nube gris se asoma a lo lejos. Maldito clima bipolar.
El rostro me duele mucho menos, ayer llegó el paquete, y guardé el pequeño frasco para utilizarlo en casos extremos contra ellos, al igual que el pay (Que no tengo duda de que contiene algo para matarme).
Salgo de la casa, me apresuro para llegar rápido a la ciudad, necesito comprar cosas con las que pueda protegerme.
El mercado se ve en la esquina y corro un poco hasta llegar al supermercado. Ubico el pasillo de utensilios de cocina y me acerco a donde están los cuchillos, rebanadores, vasos de vidrio, etc.
No hay nadie por este lugar, solo yo, y todo parece ir bien, escojo algunos cuchillos bien afilados de diferentes tamaños y formas, los arrojo a la cesta y la encamino hacia el último pasillo en donde se encuentran los insecticidas.
Estan ordenados de mayor daño a menor. Así que escojo los 3 más dañinos y los uno a las demás cosas en la cesta. Me dirijo a la salida por el mismo pasillo de cuchillos por donde me vine, pero me detengo.
No se si es una alucinación, o en realidad está pasando.
Los tres hermanos, tocando con las yemas de los dedos cada cuchillo que se encuentra en los estantes.
John saca la navaja y le da vueltas en el aire. Jahn va de un lado a otro, como un loco en busca de una presa que atacar y se detiene frente a un espejo que le muestra su reflejo, [Al parecer somos la presa de nuestra mente].
Joahn mira a su hermano mayor con repulsión al notar que tiene los ojos fijos en mi y su lengua está sangrando, [Se hace daño a sí mismo saboreando la verdad, que ni teniendome cerca podrá hacerme daño, no otra vez, porque no soy su presa].
Jahn voltea y me observa también, corre hacia mí, John quita a Joahn del camino y sigue al menor. Ambos tienen las manos llenas de cuchillos y navajas, y a mi solo me da tiempo de soltar un último suspiro cuando llegan y me llenan el cuerpo de las filosas puntas.
Mierda. Pestañeo varias veces. ¿Estoy viva? ¿Estoy muerta? Parece que olvidé respirar por algunos segundos. Doy vueltas a mi alrededor asegurándome que ninguno de ellos está ahí.
Una alucinación, una pesadilla estando despierta. Se sentía tan real. Ya no se que es mentira y que está allí frente a mí siendo una realidad.
La cabeza me va a explotar, si la señora me dio pay cuando dormía, iré a matarla en su asquerosa casa.
Me agarro del estante, respiro y hago a un lado el dolor de cabeza que me está llegando. Tengo un pitido que sigue ahí y trato de olvidarlo caminando hacia la salida, pago y salgo con una bolsa en cada mano.
Planeo tomar un taxi hasta la casa, lo único que me detiene es el café de Angel. Está en la esquina, la carpa le brinda sombra a las mesas que se encuentran a lo largo de la tienda, el estante de libros de terror le da un toque lindo y es un espacio libre en donde puedes sentarte y leer mientras tomas café.
Y eso es lo único que puede calmar mi dolor de cabeza. Sin pensarlo dos veces, me encamino hasta una mesa, coloco las bolsas en la silla a mi lado y un mesero viene a atenderme.
—Buenos días, ¿Qué desea tomar?
—Un café, solo café —Me quejo tocandome la cien.
—Eh... En unos momentos se lo traigo.
Se retira y paseo la vista por el lugar, la estantería llama mi atención, si fuera otro día tal vez me pasaría la tarde aquí y terminaría un libro. Detengo los ojos en la mesa de atrás.
Tiene uno en sus manos, trato de descifrar cuál es, y caigo en cuenta de que tiene un tatuaje en su muñeca, bajo a verlo con el temor de que sea quien creo que es. Dicho temor se hace real cuando veo el número 24 dibujado con la tinta negra.
No, no, no. Me pongo de frente y finjo que no voltee.
—Me di cuenta —Suelta a mi espalda.
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Editado: 04.12.2021