Narra Valentina
Un beso de la muerte, viendo mis ojos y enseñándome lo que podía ocurrir si no me alejaba de este lugar y conseguía ayuda.
Recuerdo qué lío ultimo que vi antes de cerrar los ojos y darme por vencida, fue a alguien entrar al agua y volver a salir, y allí supe que no importaba si moría o no.
Cuando pensaba que ya se había acabado todo este desastre y sufrimiento, me despierta Joahn en medio del bosque. ¿A caso no puede dejar que todo esto se termine y dejarme libre?
Siento que mi calma se ha esfumado completamente, no se que pueda pasar esta noche, en dos horas, mañana temprano. No lo sé, solo estoy consciente de que cada día esto es más peligroso y yo sigo de pie con los brazos cruzados.
Llevo algunos minutos despierta, viendo el techo, sin moverme. Está lloviendo y la ventana está empañada, sé que Joahn está dormido en el suelo porque si yo no estoy roncando, entonces lo más probable es que sea el.
Me levanto perezosamente al baño, al entrar me veo al espejo, y estoy hecha un asco. Mi cara está curandose cada día, pero la del cuello, por lo que noto, se infectó, y tengo toda la piel de varios tonos al rededor.
Hago mis necesidades y cuando salgo, el no invitado se encuentra sentado, pensando en quien sabe qué. Y me aclaro la garganta para llamar su atención.
—¿Qué haces aquí?
—Con esa pregunta acabas de confirmar mis sospechas.
—¿De qué?
—De que quieres morir —Se levanta y se me acerca—, creo que prefieres estar sola y morir mientras duermes.
—Podías irte, la verdad es que ya no me importa en lo absoluto lo que me ocurra —Me encojo de hombros.
—No les des ese placer. John va a disfrutar demasiado acabar contigo, no seas tonta.
Lo dejo atrás y camino hasta la cocina —No te preocupes, no me vuelvas a salvar, deja que hagan lo que quieran.
Apoya los brazos en el mesón de la cocina y pongo una taza de café para echar el líquido cuando esté listo. Volteo a verlo y el está mirándose el brazo.
—Tu no lo entiendes —susurra.
—Entonces explícame. ¿Por qué siempre me salvas, curas y ayudas? Eres un asesino, igual que ellos, quizás deberías olvidarte de que estoy cumpliendo un reto e irte a tu casa sin andar rompiendo las reglas.
—No soy igual a ellos.
Pongo la taza a un lado y lo miro a los ojos —No me interesa. Yo no he pedido tu ayuda, así que lárgate de aquí o termina de matarme, que ya quiero dejar de sufrir.
De un segundo a otro, levanta el brazo derecho y retira la tela de la camisa que ocultaba una serie de tatuajes a lo largo de la piel
—Mira bien —Aclara—, porque te la he dejado fácil dos veces y sigues siendo una ciega que no le presta atención a los pequeños detalles.
Paso la vista por la tinta y me detengo en uno que tiene un número, el que me ha rodado por la mente durante las últimas 3 semanas, aquel por el que me llaman.
El maldito número 23.
"Buena suerte, número veintitrés".
"Camina veintitrés, o saco la navaja que tengo en la bota".
"El veintitrés va a ir por ti y te acabará, me aseguraré de eso".
No me jodan. Está frente a mí la persona que... ¿Debe matarme si no cumplo el reto?
Salgo de la cocina, viéndolo con miedo y temblando como lo he hecho en estos últimos días.
—No voy a...
—¡Sal de mi casa! —El ni se mueve—, ¡Vete de aquí, Joahn!
Estoy gritando al borde de las lágrimas, tuve cerca a mi cazador, y yo siempre he sido su maldita presa. Supo disimular muy bien.
—¡Cállate, ruidosa! No voy a matarte, te he salvado para que termines con todo esto.
—No te acerques a mi. Eres un monstruo —Grito cuando empieza a cortar la distancia entre nosotros.
—No lo soy.
Pero que gran manera de mentir, tres semanas después de que lo vi asesinar a una chica en el bosque junto con los otros endiablados.
—Yo a ti no te tenía miedo —Confieso llorando, con miedo, con ganas de lanzar todo por la borda.
—Ese es mi propósito. No quiero que me temas, no voy a matarte.
—¿Por qué no? Yo no te creo, solo sal de aquí.
Se rehúsa y se acerca más a mi. Me alejo rápidamente y lo tomo del cuello de su camisa, empujándolo hacia atrás, hasta llegar a la puerta. El no se opone, deja que lo lleve hasta allá y cuando abro la puerta, me dice:
—Si descubres todo antes de que los regalos lleguen, puedes salvarte.
—Jahn me dijo todo lo contrario.
—El sigue a John, quien, hasta ahora, solo quiere matarte. Así que no le creas.
—Tampoco te creo a ti.
Rueda los ojos y se zafa de mi agarre —La hoja que se me cayó en el centro cuando te amenace. Se que la agarraste. Se que viste la letra de Jahn y la de John, y si estás pensando lo mismo que yo, ya has respondido una pregunta sin saberlo.
MIERDA
Cierro la puerta en su cara y corro a mi closet. Encuentro las cajas de los regalos, y dejé todas las notas dentro de ellas para utilizarlas y así descubrir a quién las escribía.
Saco las tres y las pongo en el suelo,
agarro el libro que le quité a John en el café y lo abro en la página que marcó con bolígrafo azul. Tomo mi bolso y rebusco entre el montón de cosas que hay adentro, y el sonido del papel que estoy buscando, es una hermosa melodía.
La estiro y la coloco debajo de las otras notas y analizo las letras.
John no es.
Jahn no es.
Maldito hijo de perra.
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Editado: 04.12.2021