Querido tú:
Hoy parece que me olvide de ti, pero aún recuerdo aquel día en clase que me puse atenta a tu nombre para poder agregarte a facebook, esa tarde en la que intenté convencer a mi mejor amigo de que también te agregara. Al final me aceptaste y resulto que teníamos mucho en común. Nuestros pasatiempos, gustos y religión eran iguales. Así que después de que revisaras mi perfil, me decidiste que debíamos ser amigos en persona y me saludaste. Estaba tan nerviosa, no podía temblar dos veces al verte y aun así me gustabas mucho. Iba saliendo del salón de clase y tú estabas solo en el pasillo, me miraste y dijiste “hola”; busqué a donde huir y fui a la cafetería, y aun así, de regreso me interceptaste. Siempre guardaré ese saludo con un profundo amor y todo mi cariño, por la única razón de que fue el comienzo de nuestra amistad.
A partir de ese momento te adheriste a mí como el más duradero de los pegamentos, te acercabas a mí como si lleváramos más de una vida de conocernos. Es increíble, que lo que una vez pareció ser un simple arrollo entre nosotros, se convirtiera en un océano. Es doloroso que me mires sin recordar todas esas vidas pasadas, que seamos completos extraños y aun a pesar de todo te conozca tan bien.
Siempre te dormías en clase y contabas chistes pésimos, buscabas el lugar más cercano a mí y parecía que siempre estaba ocupado. Hablabas de tus sueños, aunque parecían cambiantes, era la tercera carrera que empezabas y no parecía gustarte. Comenzaste a faltar a tus clases por ir a las mías, te volviste terco y empalagoso. Entonces comencé a sentirte como un clavo, que con cada gesto se hundía más en mi corazón. Todo está bien, no te guardo rencores; aunque justo ahora me veo como una loca que se enamoró sola. Probablemente es porque no he hablado de tus sentimientos, sé que a lado de los míos son nada, sé que siempre pareció que te ignoraba. Perdóname por ser tímida y nunca decir en voz alta algún “te quiero”, las despedidas sin arrepentimiento suelen ser más fáciles de sobrellevar y tú sabes cómo me está costando.
El tiempo vuela, y ha pasado casi un año desde que perdí las esperanzas de volver a verte, ha pasado casi un año desde que vi a tu madre por última vez. No sé si ella me recuerda o ya me olvido, pero sentí un alivio al verla, sentí que era la primera vez que la miraba sin la carga de conciencia que me traía el creer que le debía algo, que le debía a su hijo, una boda y quizá un par de nietos. La vi cansada y usando como apoyo un bastón. La vi y entendí tus preocupaciones cuando decías que tu madre era vieja y debías sentar cabeza pronto. Tu tenías una vida por delante y yo una vida tras de mí. Tú siempre fuiste un alma libre y yo siempre estuve plantada al suelo, plantada a mis ideales incorregibles.
Con anhelo, yo.