Arami.
Faltaba media hora para la ceremonia y la emoción que manejábamos todas estaba en otro nivel y el vernos vestidas para este gran momento hacía que las lágrimas rodaran por nuestras mejillas y provocando el enojo de la maquillista.
Para haber sido una fiesta organizada en muy poco tiempo, todo era hermoso y perfecto. Más aun teniendo en cuenta el lugar, la playa y el mar que los unió una vez era la misma que los vería convertirse en una gran familia.
La novia se veía absolutamente preciosa en su hermoso vestido blanco, uno sencillo e ideal para una ceremonia en la playa, pero elegante y especial que siempre estará en el recuerdo de todas por el gran momento que representaba. Constanza y yo como sus damas de honor vestíamos unos vestidos largos pero simples, también acordes al lugar en un tono celeste pastel y un tocado realmente delicado de flores que armonizaba con el ramo de la novia.
La decoración había sido pensada en también colores pasteles, pero predominando el color celeste por el lugar donde nos encontrábamos. Habíamos ideado una senda de antorchas en la playa donde la novia haría la marcha nupcial y al final un arco de flores y luces donde darían el sí frente a la inmensidad del mar.
Me alegraba tanto el momento y la circunstancia ya que parecía finalmente ser como siempre debió ser. Se cumplía uno de nuestros más grandes sueños, vernos y ser partícipes del momento en que elegiríamos a la persona con quien compartir nuestras vidas y con quienes formaríamos una familia. Y ver a mi amiga dar este enorme paso y estar en paz conmigo misma hacía que mi corazón saltara de la felicidad tan inmensa que pareciera no caber dentro de mí.
Me alegraba tanto volver y verla, verlos a todos en verdad. Este hermoso grupo de amigos donde más integrantes van formando parte de él haciendo que nuestra familia, porque a pesar de los años de no vernos nos considerábamos familia, siga creciendo con mucho más amor para darnos.
Y estaba tan inmensamente feliz de estar disfrutando de este momento con Alejo a mi lado. Sabiendo que ahora nada nos detenía en poder construir y escribir nuestra historia de amor, una historia que debió ser escrita hace muchos años atrás, pero la vida siendo ella nos permitió volvernos a encontrar en el momento adecuado para los dos.
– Bueno, ¡Ya es hora! Todos los invitados están en sus lugares. El Pastor ya está en el altar y ustedes deben estar en formación mientras hago entrar al novio y los padrinos.
Sheryl estaba en plan wedding planer desde que llegamos. Había tomado la batuta desde el momento uno y gracias a ella manteníamos el control de todo esto, porque incluso nuestra mamá gallina amante del control Constanza estaba tan emocionada por todo lo que estaba ocurriendo que toda esa obsesión fue a parar al tacho.
– Perfecto, ¿dónde está mi ramo?
– Aquí, aquí. Toma. – digo.
Verla me emocionaba tanto, estaba tan feliz por ella. Por los dos. No lo podía creer, la vería casarse.
– Listo. Ya están todos en sus lugares. ¡La canción!
Mi corazón comenzó a acelerarse, no era ni la novia, pero igual estaba emocionada. Habíamos estado esperando tanto en estos días que se hicieron eternos para todos, era impresionante los nervios que sentía.
Estar presente y formar parte de cada momento de la ceremonia fue increíblemente mágica. Ser testigo del amor que ambos se profesaban fue inspirador. Lloré en cada paso que daba en cada palabra dicha recordando los días cuando éramos solo nosotras tres, amigas que se habían conocido en el jardín de infantes y desde entonces inseparables, soñadoras y compañeras de aventura. Vernos ahora en un grupo tan grande con amigos maravillosos hacía que este día fuera aún más emocionante.
– ¡Felicidades! ¡Viva los novios!
Todos gritábamos mientras lanzábamos en el aire arroz y pétalos de rosas. Los novios hacían el camino del altar al lugar donde se celebraría la recepción tomados de las manos y muy felices mientras se miraban las manos donde descansaban los anillos, ni ellos lo creían aún.
– Te ves feliz – Escucho la voz de Alejo tras de mí.
Me di vuelta para observarlo y no podía evitar sonreír como una tonta. Estos días que habíamos vuelto a vernos y estábamos saliendo oficialmente realmente me alegraba tenerlo a mi lado, habían pasado 10 años de aquel verano y nunca había logrado sentir por nadie más lo que sentía por él. Y saber que después de todo lo que le hice pasar aún me perdonaba y me quería con él, eso hacía que mis sentimientos crecieran aún más. Pero la tarde de hoy ver a una de mis mejores amigas casarse y sabiéndolo a él a mi lado mi corazón si, está feliz.
– Lo estoy – miro sus bellos ojos, ojos que alguna vez los vi soñadores que hoy seguían siendo jóvenes, pero con una madurez que antes no estaba ahí y amaba verlos. – Y veo que tú también.
– Siempre que estemos juntos, lo estaré.
– Ey! Ustedes dejen de tantas tonterías, es momento del ramo. – Any estaba parada frente a nosotros con las manos en la cintura con cara de mandona enojada.
– ¡Vamos! Ve con ella, ve con las demás. Quizás tengas suerte y la ganas.
– Quizás no, somos un montón de chicas es mínima la probabilidad.
– Deja de pensar por un momento y diviértete.
Estas cosas de las bodas no las disfrutaba tanto, eran momentos que quedaban al azar y jugaba con las ilusiones de todas. Además, lo veía como una tradición estúpida ni que fuera a cumplirse.
– ¡Vamos chicas! Colóquense en sus lugares.
Any estaba de espaldas a nosotras con el ramo en las manos oscilándolo para todos lados, mientras todas estábamos a la expectativa de ver donde caería. Pero el gran momento nunca llegó, de repente tenía a todos los chicos formándose uno a lado del otro frente a nosotras cantando acapella una de mis canciones favoritas de Matisse, mientras para sorpresa de todos, mi amiga se giró y en vez de arrojar el ramo como se acostumbra camina hacia mi trayéndomelo directamente.
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Editado: 18.02.2022