Marcus y Kevin, se alarmaron cuando vieron a Demi amarrada. Sin embargo, después de explicarles, preguntaron, ¿por qué rayos la dejaban estar con los demás sobrevivientes?
—Basura de los soldados —aseguró Connor—, tienen la orden de salvar a todos los americanos que encuentren.
Casi antes de irnos, Kevin me dijo que teníamos que ver algo. Habían encontrado una vieja radio de baterías que aún funcionaba. —¿Podrías pedir ayuda con esto? —preguntó Kevin.
—No lo sé, quizás puedas comunicarte con la base y pedir hablar con los superiores. Si logro contactarme con alguien de un grado alto, puedo darle mi código de evacuación.
Hicimos el tiempo suficiente para que Kevin contactara a la misma base de la que salimos. Por desgracia, encontramos algo peor de lo que imaginábamos. Nunca nos pasaron ni con un teniente, porque los habían evacuado o estaban muertos.
—Negativo —contestó una voz femenina—, no podemos recibir el paquete. El sargento García desconoce la clave. No hay nadie con un rango mayor. Somos una base de apoyo y monitoreo. Podemos brindar transporte a otra base al norte, pero no hemos tenido contacto con ellos en varios días. Tememos lo peor.
Le pedí a Kevin que informara nuestra situación para que nos subieran a los pisos superiores, pero no tenía esperanza de que pudiera salir de ahí.
El camino de regreso fue desolador. Casi me había resignado a permanecer en el infierno. Las risas de esa mujer, empeoraban las cosas. Se había quitado la mordaza de la boca y reía de una manera perturbadora; no lo hacía con fuerza, sino de forma tenue.
Antes de entrar al perímetro, ella pidió un poco de carne seca que encontramos. Se sentó en la misma carreta que llevaba los cuerpos —cubiertos por una manta—, y comenzó a comer y reír.
—¿Estás seguro que no podemos abandonarla? —preguntó Kevin.
—No, si lo hacemos los soldados nos obligaran a regresar por ella. No quiero estar más tiempo afuera, ya es muy tarde.
Todos ignoramos la conducta de Demi, darle la carne la mantuvo callada por algún tiempo. Casi cuando estuvimos a punto de llegar, un alarido nos heló la sangre. El sonido estaba justo detrás de nosotros; ni siquiera lo pensamos, dejamos todo en el suelo y corrimos.
—¡Falta la loca! —gritó Connor.
Volteamos por inercia, y encontramos que ella estaba frente a un no muerto. Era uno de los peligrosos, sus músculos estaban expuestos, de su piel escurría baba verde y había llamas por algunas partes de su cuerpo. No le hizo nada, solo la miró, produjo un gruñido como el de un cerdo, y corrió hacia nosotros.
Estábamos a unos metros de la base; cuando los soldados nos vieron, le dispararon. Pero como ocurrió antes, las balas no lo hicieron nada. Solo lo alentaron un poco.
Uno de ellos pidió a gritos que llevaran armas QR. —¡Tenemos un cambiante! —aseguró con desesperación.
De la parte superior del edificio, un soldado rompió la ventana y disparó, con un arma que parecía hecha de plástico, un haz de luz. La potencia del disparo iluminó todo en un segundo. En el instante en el que el rayo impactó, la criatura emitió un alarido horrible y comenzó a deshacerse. Su carne cayó al suelo envuelta en fluidos verdosos, después se calcinó. Los gusanos que cayeron al piso, murieron pocos instantes después.
—¿¡Dónde lo encontraron?! —preguntó uno de los soldados.
—¡Apareció hace unos metros! —contestó Connor—, no lo vimos llegar, ¡apareció de la nada!
—¡Les falta uno!, ¿¡dónde rayos está la loca?!
—¡Se quedó atrás! —respondió Connor.
—No le hizo nada… —interrumpí.
—¿¡Qué?! —apuntándome con su arma, el soldado gritó molesto.
—¡Que no le hizo nada!, ¡está allá!, ¡mírala!
Los militares, obligaron a entrar a todos. Pude escucharlos decir que habían encontrado a un inmune. No alcancé a oír más porque el río de gente me empujó hacia el edificio.
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Editado: 17.11.2018