7 Sellos

5 | Indicios

 

Otra mañana más que dejaba atrás el calor de las mantas para ir al instituto.

Ya había pasado un mes desde su acogida, sus hermanas siempre estaban a su lado. Lo ayudaban y apoyaban, incuso a veces podían ser un poco agobiantes, pero era de entender. Cada día que tenía oportunidad de conocer un poco más a Anthony, le cogía más asco. ¿Qué veía Slick en él? Siempre tenía que hacer de hipócrita. Con Sofí en el instituto hablaba todos los días, y eso hizo brotar la confiada entre ambos, aun siendo amigos, David buscaba en Sofí olvidar lo que sentía por la persona prohibida. Pero no podía esconder lo que sentía, a fin de cuentas, a un mismo no te puedes engañar. Y Sofí, ¿Era su amiga? ¿O era algo más? Ni él mismo lo sabía. Poco a poco conocía más a sus hermanas, y desentrañaba los motivos del “por qué” de cada una de ellas. Por último, Brand, ya era historia.

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El timbre anunció el descanso, David y sus compañeros guardaron los libros olvidándose del profesor, sacaron el bocadillo, cogieron la mochila y salieron de clase como si les quemase el culo. Ya en el patio, el erizo y la lobo fueron detrás del recreo, el barullo de la gente les cansaba mucho.

En cuanto a sus hermanas, seguían pensando en que se la quería ligar. Así pues, de nuevo las risas y preguntas subidas de tono a modo de cachondeo cayeron a la salida de clase. De nuevo apareció Anthony, y de nuevo se quedaba a comer. Un camino incomodo hasta casa.

 

–Que, campeón. ¿Cómo vas con la pibita? ¿Ya te las has tirado? –cuestionó Anthony.

–No es mi piba, es mi amiga. Y no, no me la he tirado. –respondió David algo molesto.

–Pues muy mal, tío. Tienes que ir a por ella, eres un macho, demuestra lo que vales.

–¡Pero qué pesado! ¡Qué no quiero!

–Vaya, nos ha salido maricón. Vamos admítelo, a ti te mola. Lobita blanca, pura e inocente... A esa las bragas se le caen rápido...Te lo digo yo, se le ve.

–Oh sí, pobrecita... –dijo Slick riendo.

–Maldito gilipollas. –pensó David–. ¡Ya vale! ¡¿No?! Es mi amiga, no me la voy a tirar. Lo que hagáis vosotros dos es cosa vuestra, no mía. –dijo David notablemente cabreado.

–Sí, pero yo follo, y tú no. –dijo Anthony burlón.

–Bueno, ¿Ya dejáis al niño o me tengo que cabrear? –dijo Zoe molesta.

–Calmate mujer. Y vosotros dos, ya ¿Vale? Dejad de decir gilipolleces de la chiquilla, que ni la conocéis. Ah, y por cierto Slick, tú callate la boca que a ti las bragas sí se te caen rápido.

–No lo dudes... –susurró Anthony sonriente. David sí le escuchó.

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Fin de la comida, el erizo subió a su habitación, la monotonía le cansaba, pero ahora, tras acabar los trabajos y frente a un papel, era momento de poner orden a sus ideas.

Poco a poco, la hoja se llenaba de aclaraciones y preguntas que liaban más su cabeza, pero las claves de su mente eran. ¿Cómo era posible que Slick y Anthony estuviesen juntos? Contando con que las personalidades de ambos son tan dispares. Y otra que ni el sabía realmente de si era correcta la formulación: ¿Anthony amaba a Slick? Y si la respuesta era no, ¿Por qué estaban juntos? Pero, ¿Slick quería? Y si era no, ¿Había Anthony manipulado a Slick? Y ¿Cómo?

No hacía más que desvariar, sin percatarse de que la puerta de su habitación se abría. David arrugó el papel haciéndolo una pelota y lo tiró a la papelera al lado del escritorio.

 

–¿David? –dijo una voz a sus espaldas.

–Zoe, pasa. –dijo David tras girarse

–¿Cómo estás? –cuestiono la zorro cerrando la puerta.

–Estoy bien, pensando, pero bien. ¿Y tú?

–Yo también. ¿En qué piensas?

–En cosas.

–Bueno, supongo que no me las dirás. Pero bueno, quería hablarte de lo que ha pasado antes con Sick y Anthony.

–Zoe, pienso en que hoy debo hacer algo importante que he pospuesto por miedo. Vente conmigo si quieres y hablamos por el camino.

–Está bien pero, ¿Adónde vamos? Y ¿Qué tienes que hacer?

–¿Recuerdas lo que me pasó con Mia en los túneles? Debo averiguar que era eso.

–Vaya... ¡Eso mola!¡Vamos entonces! –dijo Zoe entusiasmada.

 

David cogió una de sus navajas, su teléfono y salió de su habitación junto a Zoe.

 

–¡David, espera! Quiero llamar a Mia. –dijo la zorro peliazul.

–No creo que quiera venir.

–Por probar...

 

Zoe se dirigió al cuarto de su hermana para que fuese con ellos. Sabía la respuesta, mas se sorprendió gratamente a la aceptación de su hermana. Ahora los tres se iban, Samanta no volvería hasta la noche, y Slick y Anthony estaban dormidos.



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En el texto hay: adolescentes, demonios, apocalipsis

Editado: 20.08.2019

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