En las gélidas noches invernales de tiempos pasados, cuando el ulular del viento amedrentaba los ánimos de los más pequeños, cuando la caja imbécil no estaba en las casas y, por tanto, no podía adormecer las diáfanas mentes infantiles con mensajes y programas cochambres que conducen a la estupidez, a la violencia, a la abulia y a otros destinos inquietantes e inciertos; aquellos niños escuchaban expectantes, con atención y asombro, los relatados contados por sus padres al calor de la estufa o del fuego de la chimenea. Aquellas historias que, aun cuando a veces encogían los inocentes corazones infantiles, ensanchaban sus mentes, daban rienda suelta a su imaginación y se enriquecían con aleccionadoras y sencillas moralejas.
Muchas de aquellas historias comenzaban con el consabido: “En los tiempos de Mari Castaña cuando los magos buenos andaban por el mundo…” Y, por supuesto, aquellos seres metamorfoseados en humanos, generalmente disfrazados de mendigos, buhoneros o cualquier otra apariencia insospechada, viajaban, no se sabe cómo, de acá para allá con la noble misión de impartir pronta y verdadera justicia, limpia de polvo y paja. Tanteaban las conciencias de los hombres, registraban en los bolsillos de sus corazones y de sus mentes, adivinando la bondad de unos y la iniquidad de otros. Premiaban la honradez, la honestidad, la nobleza y otros hábitos de bien obrar. Y, por supuesto, castigaban la ruindad, la vileza, la avaricia y las malas acciones.
Pero, qué fue de aquella estirpe legendaria, de aquellos no humanos, de aquellos seres míticos que tanta falta hacían. ¿Consideraron al “rey” de la creación irredento y se dieron por vencidos? ¿Se marcharon de este mundo? Y si fue así, ¿Hacia dónde partieron? ¿O, acaso, simplemente la raza se extinguió? Éstas y muchas preguntas más cabrían hacerse, pero no encontrarían respuestas admisibles o satisfactorias. Como mucho, contestaciones dubitativas que dejarían suspenso y nebuloso el asunto: quién sabe, a lo mejor, quizás…
No obstante, la incertidumbre no es la negación absoluta ni la certeza tajante, por lo tanto, tal vez, es posible que... ¡Pues sí! Aquellos magos no se extinguieron y, si bien marcharon a otras dimensiones o mundos, algunos quedaron en este. Continúan por aquí, haciendo lo que pueden contra la erosión de los valores humanos y el desmoronamiento sistemático de los conceptos positivos considerados ya en desuso y carentes, para muchos, de significado. Aunque cansados de la estupidez humana, insisten y siguen en la brecha con la esperanza, no perdida, de poder reconciliarse con la humanidad. Adaptados, más o menos, a nuestros tiempos llevan a cabo misiones menos enjundiosas que antaño pero igualmente necesarias e importantes. Por descontado que son pocos los que creen en su existencia pero…
Es un barrio antiguo de aquella hermosa, milenaria y populosa ciudad, no muy lejos del centro pero tranquilo. En una de aquellas callejuelas angostas tiene su taller, se llama Geppetto, bueno, así le llaman cariñosamente sus amigos más íntimos e incluso, a veces, su mujer, como aquel carpintero de Las aventuras de Pinocho que él leyó cuando niño. El nombre fue evolucionando del suyo: José, Pepe, Pepete, Peppetto y Geppetto. Y para que este cuento sea más cuento, así seguirá llamándose. Porque a él no le importa, al contrario, y por eso sobre la puerta de su taller, perpendicular a la pared, cuelga de una palomilla de hierro forjado, un hermoso cartel tallado en madera de roble donde puede leerse en letra gótica: “Geppetto, trabajos en madera”.
Es una mezcla de carpintero, ebanista y restaurador porque, como reza en el cartel, realiza toda clase de encargos, un artesano que lleva a cabo cualquier trabajo en este cálido material. Su taller es pequeño pero siempre está muy ordenado y pulcro. Cuando termina cada día, barre las astillas, serrín y virutas, y coloca las herramientas debidamente. Están dispuestas en las paredes colgadas en tableros, agrupadas por su utilidad. Todas tienen sus empuñaduras de madera lustrosas por el uso, y los aceros brillantes. Si son de filo, éstos se mantienen cortantes, asentados y a punto, si tienen dientes, están bien triscados. Cada una de ellas tiene su espacio silueteado y su nombre, así, cuando se devuelven al tablero después de su uso, es fácil encontrar el lugar que les corresponde, y si faltase alguna, la silueta vacía indica su ausencia. “Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”.
Geppetto se muestra orgulloso de su bien provisto herramental, gran parte heredado de su padre: juegos de gubias y formones, sierras y serruchos de rodear, de costilla, hachas y azuelas, barrenas, escuadras, cepillos, martillos de orejas y otras cabezas, gatos de husillo, prensas de banco, mazos y mazas de encina, compases de distintos tamaños, reglas, destornilladores, tenazas, alicates, limas planas, triangulares y redondas, escofinas… Y algunas ya en desuso como la garlopa, el berbiquí o el gramil que se utilizaba para trazar líneas paralelas en un larguero escuadrado. Esta herramienta hizo desistir al diablo de ser carpintero. Al parecer el maestro le estaba describiendo las características y misión de cada una de ellas y al llegar a ésta le indicó: ‹‹Esto es un gramil›› y el diablo que ya estaba impacientándose con tanta herramienta exclamó: ‹‹¿¡Que todavía quedan mil!?›› Y dando rabotazos salió corriendo, como alma que él mismo se lleva, para no volver más.
También tiene nuestro artesano otras herramientas portátiles eléctricas como taladros, lijadoras, caladoras y otras que le facilitan el trabajo y ahorran tiempo. Las maderas las almacena bien secas y apiladas. Las porciones de tablas y largueros los coloca en una pared, de mayor a menor y de atrás adelante, de esta forma puede visualizar todo el material y tomar la pieza adecuada. En estanterías almacena cajas de herrajes, clavos, tornillos, alambres y otras pequeñas piezas de hierro que pueden serle útiles. Todo ello en recipientes de cristal para tener el contenido a la vista. En un armario guarda lijas de distinto grano, botes de cola, de pintura, barnices, ceras y trementina, junto con brochas y pinceles bien limpios y ordenados.
Editado: 25.01.2020